El príncipe de las mareas.
Tras vencer un cáncer de pulmón, entrenar en tiempo record en una nueva categoría y obtener la medalla de Oro en Yachting en Río 2016 junto a su compañera Cecilia Carranza, el notable deportista que supo vivir en un barco y tener a la pesca entre sus juegos infantiles, nos abre la puerta a sus pasiones outdoor, en una charla que es un canto a la vida donde nos invita a no renunciar ante cualquier adversidad y apostar a la juventud como motor de los grandes cambios.
Por Wilmar Merino exclusivo para AIRE LIBRE N° 25
“La vida viene en olas como el mar, en un vaivén infinito”, dice el tema de Lulú Santos popularizado por Diego Torres en estas playas. Y, se sabe, cada ola viene con su misterio. Nuestro entrevistado de hoy puede dar cuenta de ello. Pues contra todos los pronósticos, salvo el de su inquebrantable voluntad, Santiago Lange y su compañera Cecilia Carranza Saroli, nos dieron en Río 2016 la Medalla Dorada en Yachting, una hazaña deportiva que –en el caso de Lange- también se transformó en una proeza de vida.
Río 2016 significó un cúmulo de sensaciones para el triple medallista olímpico argentino, tetracampeón mundial, respetado arquitecto naval, destacada figura en el plano internacional de la vela, veterano de mil regatas. Es que un año antes de ese abrazo con sus hijos tras cruzar la última boya que significó el Oro, justo el día de su cumpleaños, 22 de septiembre, a Lange lo operaban de un cáncer de pulmón. Pero tras un extenso período que atravesó etapas de convencimiento, negación e incredulidad, Santiago decidió nacer de nuevo del modo en que lo hizo toda la vida: poniéndose nuevos desafíos, y rodeándose de gente capaz y emprendedora. Así, con poca preparación tras su recuperación y solo seis meses de entrenamiento intensivo en la bahía de Guanabara, junto con Cecilia, logró imponerse en la Clase Nacra 17 junto a su compañera rosarina, de 29 años, quien fue campeona panamericana en Guadalajara 2011 en la Clase Láser Radial y se unió a Lange en 2013 para el nuevo desafío de esta clase mixta.
Así las cosas, a los 56, Lange sigue pechando vientos, y timoneando su vida hasta alcanzar sus metas, compitiendo “contra los hijos de quienes fueron mis rivales. No sé si he sido el medallista olímpico de mayor edad. Pero sí el más viejo de nuestro deporte por bastantes años en nuestros juegos olímpicos. Y en nuestra categoría, los que están en el podio tienen 25 años”, dice sonriendo.
Pero en esta charla con Aire Libre hablamos con él del lado menos conocido del ídolo, ese que tiene que ver con su relación con el río, su amor por la naturaleza y otros deportes “hermanos” del suyo como la pesca, pasión que despuntó de pibe entre sus juegos infantiles y que comparte con sus hijos Yago (28 años) y Klaus (21), que son su prolongación sobre las aguas y su orgullo deportivo y como padre, y también con Theo y Borja –que viven en España-, con quienes disfruta de grandes pedaleadas en bicicleta. Y aunque los mellizos no tienen su gen competitivo, fueron gran parte de su sostén en la rehabilitación.
-¿Cómo nace tu relación con el río y de qué modo llegás a la náutica competitiva siendo que te escuchamos en muchos reportajes destacar la calma y serenidad que buscas en el agua?.
-Cuando empecé estaba más enganchado con la competencia que con la navegación y el disfrute. Esto fue durante la adolescencia. Mi viejo me invitaba a navegar y me parecía aburrido. Luego, cuando empecé a laburar y me alejé de la náutica trabajando en un astillero, ahí me di cuenta que además de la competencia empecé a disfrutar del río. Me di cuenta que además de la competencia amaba estar navegando y estar en el río. Hoy mi relación con el río es enorme. Viví en un barco cuando me separé y la primera casa que tuve en mi vida la compré en el delta. Necesito ver el horizonte, soy un apasionado del río y todos lo que disfrutamos del río, los que reman, los que pescan, los que navegan, todos somos hermanos, todos disfrutamos de lo mismo. Es el mismo lugar donde disfrutamos nuestras actividades. Así lo siento
-Y queremos al río sano, como a todos los cursos de agua. Se habló mucho de la polución de la Bahía de Guanabara y se temió por la salud de los deportistas que iban a competir allí… ¿Fue exagerada la preocupación?
– Para mí se habló de más y no tengo ninguna duda. Soy consciente de que la bahía está poluída y que había cualquier cosa en la bahía. Pero los proyectos hay que pensarlos a largo plazo. Es impensable que una bahía como la de Guanabara, con 7 millones de personas y 14 ríos que desembocan ahí, se limpie en dos años. Hace poco fui a ayudar a una fundación que está tratando de limpiar el Reconquista y mi primera observación fue “pongámonos un objetivo a 20 años”, porque si no es muy frustrante. Es un proceso el de la polución que lo van a cambiar los jóvenes. Hay que apostar a la educación y ponerse metas a largo plazo porque las cosas no se cambian de un día para el otro.
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-Mencionaste algunos deportes “hermanos” al tuyo. ¿Cuáles de ellos practicaste?
-La pesca me encanta, sobre todo pescar con mis hijos. Ustedes saben que navegué muchos años con Camau Espínola así que he ido mucho a pescar a Corrientes. Obviamente me cuesta encontrar el tiempo para ir a pescar. Pero me gusta ir con mis hijos, que son mucho mejores pescadores que yo, porque les resulta más fácil encontrar el tiempo para practicar la pesca.
-Ocurre con la pesca que nunca es prioridad, pero cundo uno se logra hacer el tiempo, siente que el solo hecho de haber ido a pescar ya le pagó la semana.
-Absolutamente. Por eso te digo que para mí estos deportes son hermanos. Quizás yo no soy un fanático de la pesca por el solo hecho de enganchar un pescado, sino que para mí ir al río, el solo hecho de estar allí, ya me pone feliz. Me apasiona la montaña, pero no podría vivir sin un curso de agua. Me gusta ver lejos, el horizonte.
– ¿Tu padre te metió en el tema de la pesca?
-Empecé a competir a los 8 años, pero tengo fotos a los 3 años arriba de un barco. Y en nuestra época no había entrenadores, nosotros jugábamos en el río, yo salía del colegio, me tomaba el colectivo y me iba al Yacht Club Argentino de San Fernando. Dormía en los barcos. Y cualquier cosa que otros chicos hacían en tierra, como jugar a las escondidas, nosotros lo hacíamos en los barcos. Entre esos juegos estaba la pesca. Yo empecé a pescar y a navegar, jugando.
-Siempre hablás de apostar a la juventud y sos un ejemplo de eso. De hecho, alguien que te vino a pedir asesoramiento (su compañera Cecilia Carranza) terminó formando equipo con vos para ganarse esta medalla de Oro. Además hacés un permanente llamado a confiar en los jóvenes que ponen empeño pese a su falta de experiencia y horas de vuelo. Siempre hablás de los jóvenes desde una mirada alentadora.
– ¡Qué bueno que lo hayas observado!. No muchas veces se detienen en el mensaje que uno quiere dar. No es casualidad que nuestro entrenador, Mateo Majdalani, tenga 21 años. Y nuestra profesora de yoga también es muy joven. Yo apuesto enormemente por los jóvenes, creo en la energía que tienen, en la creatividad que tienen. Obviamente hay que saber encontrarla, no todos los jóvenes tienen tanto deseo, tanta determinación, que es lo que los adultos debemos promocionar en ellos. Tenemos que darles confianza, ayudarlos a buscar o rescatar ese deseo y educarlos en la determinación que les permita llegar lejos. Eso es lo lindo, yo confío en los jóvenes para cualquier trabajo. Tampoco es casualidad que en un mundo tan vertiginoso y tecnológico como el de internet los grandes dueños de las grandes marcas son jóvenes de menos de 30 años. Y lo pueden llevar perfectamente. Y son líderes de opinión a nivel mundial. Creo que en nuestro país hay que darle confianza a los jóvenes, creer en ellos y darle las posibilidades. Porque van a ser los responsables de los grandes cambios que tiene que hacer nuestro país. Hablamos de la polución, la no corrupción y ellos, que no están metidos en estos asuntos, van a llevar adelante esos cambios.
-Y las instituciones formadoras juegan un rol central. En nuestro caso como pescadores, los clubes de pesca juegan un papel fundamental en la formación de buenos deportistas y de pescadores con conciencia ecológica.
-Yo creo profundamente en eso. Los adultos que tenemos una visión en ese aspecto, tenemos una salvación en los jóvenes. Es difícil educar a alguien que está acostumbrado a pescar de una manera determinada, a que cambie. En cambio, los que tienen la fuerza de nacer con un cambio son los jóvenes. Entonces, los adultos que tenemos una conciencia ecológica y de respeto a la naturaleza, tenemos que educar a esos jóvenes. Está mejor gastada la energía en educar a los jóvenes que en insistir con los adultos. Lo vemos todo el tiempo. Con el cigarrillo, por ejemplo, donde para los jóvenes eso es una cosa mal vista que resta puntos. En cambio, para el adulto que ya fumaba, le resulta muy difícil dejar…
-Ya que tocás el tema del cigarrillos. Vos, no siendo fumador, tuviste cáncer de pulmón. Cómo hiciste para asumir esa enfermedad y darle batalla?
-La principal pregunta es por qué yo. Lo veía como una injusticia porque encima me gusta usar el físico, ir a surfear… soy un tipo de outdoors. ¡¡De Aire Libre!!. Esos fueron días puntuales, no hice un laburo especial para darle batalla a la enfermedad. Es innato. Una de las tantas cosas que educa es el deporte, por eso somos hermanos con la pesca, uno aprende a dar batalla a la adversidad. Vos estás pescando y te viene una tormenta y la tenés que manejar, o tenés paciencia, o aprendés que tenés que hacer otra cosa para pescar algo, o no pescás nada y volvés contento igual… sos observador. Cuando uno practica deportes ligados a la naturaleza, el luchar contra la adversidad es algo que uno tiene muy arraigado. Y lo digo con mucho respeto al tocar un tema tan delicado como la enfermedad, para la gente que no tiene esos valores. Entiendo que hay gente a quien le cuesta más dar la pelea, pero los invito a buscar esos valores porque ese es el camino.
-¿Cuándo sentiste que le torcías la mano a la enfermedad?
-Cuando me di cuenta que ya estaba controlado. La recuperación, simplemente, la hice. Fui aceptando las realidades que me fueron tocando. Y lo sigo haciendo. Hoy ya surfear me cuesta. Y al pedalear en ruta no tengo la resistencia de antes. Ese es el proceso que más me cuesta ir aceptando, aprender que tengo unas limitaciones. Trato de no amargarme por eso. Pero uno ve una línea que iba cayendo despacito y acá pegó un escalón par abajo. Y eso cuesta más.
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-Y ahora tenés los herederos Yago y Klaus, tus hijos. En realidad vos ibas a prepararlos a ellos para esta competencia y ellos son los que terminaron sintiendo el orgullo más grande de sus vidas por su padre.
-Todo el proceso fue muy lindo. Yago y Klaus han hecho un proyecto increíble, han formado un proyecto espectacular con su tío Miguel. Estoy orgulloso de ellos. Hay una historia linda: En realidad la gente ve como que yo soy el de la experiencia y los chicos reciben mis conocimientos. Pero la realidad es que todos estos desafíos ponen mucha presión en un equipo y yo no estaba bien en noviembre pasado con Ceci, las cosas estaban tirantes. Y el mejor consejo me lo dio Yago, que me invitó a comer, me dijo “tengo que hablar con vos: viejo bajá la presión porque estoy sintiendo que la gente en tu equipo no te está pudiendo seguir”. Esa conversación fue muy importante para re planificar y controlarme mentalmente. Mi gran desafío durante el proyecto era controlar mi deseo: tenía un deseo muy grande de entrenar y ganar esta medalla de Oro y eso te suma demasiada presión por ir mas rápido de lo que se puede, y a la gente que está al lado tuyo le cuesta seguirte.
-Sin embargo, lograste una hazaña. Tu recuperación, formar un equipo mixto para competir en una categoría nueva y encima ganar un Oro olímpico. ¿No tuviste reparos en hacer equipo con una dama?
-Es que los desafíos son maravillosos, cuantos más desafíos hay es cuando uno más disfruta. Si algo ayudó es que hubiera tantas piedras en el camino, porque me gustan los desafíos. En esta campaña estuve muy motivado por haber formado equipo con una chica. Quizás si hubiera estado en campaña olímpica de nuevo con Camau en un Tornado (N de R: modelo de barco con el que compitió con Espínola logrando medallas de bronce), no hubiese tenido tanta motivación porque era algo que sabía. Acá tuve que formar equipo nuevo, tuve que aprender a navegar con Ceci, tuve que aprender a navegar en un barco nuevo y aprender a navegar sin estar en mi condición física ideal, todos desafíos lindos que uno los disfruta.
-Navegás contra la corriente y saltás obstáculos. Si fueras pez, serías salmón…
-Jajajjaj (ríe con ganas). ¡Poneme obstáculos que los paso!.
-Finalmente sorteaste todos los obstáculos y ganaste el Oro. ¿Esto eleva la vara, pone nuevos objetivos?
-Hay un objetivo deportivo pero hay otro que es disfrutar el camino y aprender. La motivación de armar un equipo, es un objetivo del día a día que es tan importante como el objetivo final de ganar una medalla, de haber superado el objetivo del día a día. Ganar es la consecuencia del trabajo, la planificación, el sacrificio y un montón de cosas. Cuando pasa eso no llegaste a un estado, es consecuencia, y por eso se puede seguir sin problemas
-¿Tus hijos que viven en España, Theo y Borja, te siguen en tus pasiones outdoor?
-Todos son muy “aire libre”, les gusta pescar, navegar, hacer paseos en bicicleta conmigo… pero la gran diferencia es que ellos no son competitivos, disfrutan la vida desde otro aspecto, lo cual es muy lindo porque nos ayuda a todos a balancearnos un poquito.
– ¿Hubo una conversación posterior con tus hijos, un balance tras éste objetivo de lograr la medalla dorada?
Somos muy unidos con mis hijos pero a la vez todos somos muy libres y muy poco absorbentes. Nadie se enoja si no nos vemos tres meses. Así fue mi vida y la de ellos. Una de las mayores enseñanzas que traté de transmitirles a ellos fue la libertad y el hacer las cosas que uno quiere. Eso a veces aleja, te lleva por tu camino. Así que mientras sepamos que cada uno hace su camino está todo bien, somos muy unidos pero a la vez muy independientes. ¡Nos damos Aire Libre para todos!
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