Los arcos y flechas del Medioevo
Por Leonardo Killian para Revista Aire Libre
En el mundo medieval europeo, en la más grande de las islas británicas, exactamente en el País de Gales, se creó el llamado “arco largo” o “longbow”. Este arco, en manos de los ejércitos ingleses haría historia.
El longbow de gran potencia y duración se construía con la madera del Olmo y del Fresno, aunque la madera más preciada era el Tejo (Taxus bacata) proveniente de los bosques de España y Portugal. Este es un árbol de la familia de las coníferas, pero sin resina, de crecimiento lento, que alcanza una altura de 12 o 13 metros. Tiene fibras rectas, de gran elasticidad, lo que lo hace muy apropiado para la confección de arcos. En la actualidad es una especie protegida.
Los artesanos dejaban estacionar la madera en el interior de sus viviendas hasta ocho años, donde se impregnaba con el humo y la grasitud del ambiente. Al no tener resina se convertía en un producto de gran calidad para fabricar arcos. Una vez lista la madera cortaban cuñas en forma de V de dos metros de largo sobre las que los maestros arqueros tallaban los arcos. Una de las características de la madera de tejo es que la parte externa, (albura) es muy elástica, sus fibras son largas y muy resistentes a la tracción, mientras que la interna, de color rojizo, (duramen) soporta sin daño las enormes fuerzas de compresión que se producen al tensar el arco. Luego de terminados los arcos eran impregnados de sulfato de cobre para impermeabilizarlos y para que la madera mantuviera sus propiedades intactas.
En un buque naufragado y que fue hallado casi intacto, el Marie Rose de la flota del rey Enrique VIII, fueron rescatados longbows de 120 a 150 libras de potencia. No olvidemos que un arco de 60 o 70 libras resulta letal a 40 o 50 metros por el poder de penetración de las flechas.
Las cuerdas se confeccionaban con fibras vegetales, como el cáñamo y el lino, pero se rompían con frecuencia. Los arqueros ingleses iban provistos de varias cuerdas que guardaban bajo su casco, lo que las protegía de la humedad y las mantenía engrasadas al contacto con el cabello de los soldados.
Las flechas eran de madera. Se ataban en haces de varias docenas, bien ajustados para que se mantuvieran rectas y se las dejaba estacionar. Los timones de plumas naturales se pegaban con resina y también usaban un pegamento llamado cola de moscovia que se obtenía de la vejiga natatoria de los peces, en especial del esturión. Por último, las aseguraban con hilos delgados o crin de caballo.
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Las puntas eran muy variadas de acuerdo a la función que debían cumplir.
Las hacían de hierro forjado y las untaban con grasa de ganso para evitar la oxidación y aumentar su poder de penetración.
Había puntas barbadas y grandes para herir a los caballos, otras aguzadas y largas para atravesar cotas de malla, otras robustas, de formas cónicas, estriadas, cuadradas o triangulares para perforar armaduras metálicas y algunas en forma de cincel para las protecciones hechas de cuero. También usaban puntas incendiarias con una pequeña rejilla en la cabeza donde se ajustaba el material ignífugo, compuesto de trozos de trapos, lana o hierba seca impregnados en aceite, puntas bifurcadas para cortar aparejos, cabos y cuerdas de los navíos en las batallas navales o producir grandes heridas y puntas planas y anchas, muy afiladas, pensadas para rebanar importantes masas musculares.
Se las ajustaba al astil de madera de tres formas. En aguijón, donde la parte posterior de la punta se calentaba al rojo y se introducía en la madera; luego se la aseguraba con unas vueltas de hilo delgado. En forma de mango de cuchillo, haciendo una muesca en el extremo del astil y luego poniendo resina y varias vueltas de hilo dejándolas listas para usar. Por inserción, formando un tubo hueco en la cola de la flecha que se ajustaba al astil que había sido aguzado y cubierto de resina.
La empuñadura del arco (grip) se cubría con un trozo de cuero húmedo que se cosía bien ajustado a la madera. Al secarse quedaba sólidamente unido facilitando la empuñadura del arco.
El arco largo no tenía ventana. Para apuntar se lo inclinaba levemente para poder tomar referencia con la punta de la flecha y ver bien el objetivo. Esto se daba en las partidas de caza o en las prácticas, porque en las batallas por lo general disparaba a gran distancia, con una parábola indicada por el primer arquero de la fila que usaba una varilla marcada a modo del alza de los fusiles modernos.
La flecha se apoyaba directamente entre el cuerpo del arco y el borde superior del dedo índice, protegido por un dedal de cuero suave para no ser lastimado por los timones al disparar.
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