A puro pejerrey.
Por Wilmar Merino para AIRE LIBRE 3 – Setiembre 2011. Compartimos una jornada a puro pejerrey con un gran actor que además es un apasionado de la pesca deportiva y trabaja en un programa de pesca. Entre anécdotas de la pesca y el espectáculo, un matungo de 1,450 kg coronó una charla inolvidable con éste pescador de ley, comprometido con la defensa de los recursos naturales.
Hasta hace poco estuvo haciendo Herederos de un Venganza, la exitosa tira de El Trece, y en breve parte a grabar una novela en Uruguay. Entremedio, hace lo que más le gusta en sus tiempos libre: pescar. Y a ello lo convocó Aire Libre. Miguel Habud –que de él hablamos-, demostró ser un apasionado de la pesca deportiva y comparte los valores de protección del recurso y la pesca con devolución, además de preocuparse seriamente por el destino del agua dulce que alberga no solo a la ictiofauna que es objeto de nuestro disfrute sino –nada menos- el futuro de la humanidad toda.
Ya en la marina de costanera Norte donde embarcamos para una pesca de pejerreyes que a la postre resultó inolvidable, Miguel nos sorprende con verdadera actitud pescadora: llegó en punto y trajo sus propios equipos, muy adecuados para la pesca que íbamos a intentar. Es que el hombre que en el primer semestre subió a escena junto a Susana Rinaldi en el reciente sainete El Patio de la Morocha, está entrenado para ésta actividad, que ya forma parte de su currículum: en el programa Puerto Pesca interpreta, acaso, su papel mas curioso: el de “señuelo”. En rigor, Habud es el gancho para que otros artistas, pescadores y no tanto, se animen a compartir una salida para el programa donde trabaja. Y es justamente él quien se encarga no solo de convocar a las figuras sino de explicarles los pormenores de la actividad una vez que la lancha ha dejado la orilla. “Cada vez me sorprendo más cuando llamo amigos actores para participar del programa y se prenden con ganas. Todos están ávidos de salir de la rutina, disfrutar de un día de camaradería al aire libre. Romper con la charla de café y hacer algo distinto. Algunos, luego, se volvieron fanáticos de la actividad”, dice orgulloso
Con el primer café de la mañana y mientras agradecía el combo de caña y reel obsequiado por Aire Libre, comenzamos una charla sobre su vida e historia de pescador, mientras el guía Martín Gómez, nuestro anfitrión, conocido en el ambiente de los pescadores nautas como “Tincho pesca”, ponía proa a Playa Honda.
– Miguel ¿Cómo nace tu historia con la pesca deportiva?.
De chico viví en Villa Ballester, e iba a pescar a la vieja Ciudad Deportiva de Boca Juniors, con mi viejo, que pescaba al revoleo tirando una línea con un tachito y la madera que lo atravesaba, a modo de reel. El era solidario y se dedicaba a desenredar la líneas de todos los demás. Tengo mis primeros recuerdos de pesca allí, con bagrecitos y mojarritas mínimas que para mí eran trofeos. Luego, en el secundario empecé a salir con grupos de amigos, a comprar revistas, a leer los viejos libros de Zapico Antuña y deslumbrarme con esos surubíes de 60 kilos, siempre pensando “cuándo me tocará a mí una de éstas”. Ya de adolescente, agarraba la bicicleta, tomaba el tren bajábamos en aeroparque y nos veníamos con amigos de Núñez a Costanera Norte, y también comencé a frecuentar el río Luján y el Paraná Guazú, con sus hermosos recreos como El Anzuelo. Tiempo después arranqué con las salidas de embarcado, que fueron las que mas atractivo tuvieron.
-Estás citando un prócer de la pesca deportiva en nuestro país como fue Zapico Antuña, que ya en los 60 hablaba de pesca con devolución, de conservar el recurso, proteger a los dorados y tarariras.
Si, un visionario realmente. Luego con la llegada de turistas ingleses o americanos, empezaron a verse cosas que uno no conocía, como la fibra de vidrio o el grafito. Yo en aquel tiempo todavía era chico y quemaba cañas de bambú, empatillaba con hilo los pasahilos, los barnizaba. Recuerdo pasar horas en Alzemar Pesca o con el Turco Bushara, conocidos pescadores y dueños de casas de pesca de Ballester, mi barrio de la infancia. Recuerdo haberme informado en esas charlas de la novedad de las boyas yo-yo, o conocer los primeros leaderes de acero. Todo era nuevo y maravilloso… me acordaba de eso hace pocos días, cuando en Miami visité el local de Bass Pro Shops de 15000 metros cuadrados donde hay productos de todo tipo que te dejan enloquecido. Antes, con muy poco, nos divertíamos mucho.
Llegamos a Playa Honda tras 40 minutos de navegación. El guía Martín Gómez arma la calle de ceba, echa las anclas de capa y sorprende a nuestro invitado con el tamaño de las mojarras que echa en los baldes. “Parecen palometas” dice Habud, que ya tiene desplegada su caña de 4.20, pregunta qué color de boya está funcionando y como no tiene de esas pide al guía unas anaranjadas que le gustaron. “-¿Qué éstos flequitos che?”, pregunta. Y cuando le contamos que se trata del flashabou y que se usa para voluminizar el cebo y darle mayor atractivo por el brillo, sonríe y reflexiona: “Esto es lo lindo de la pesca, siempre se aprende algo nuevo”. Líneas al agua. Le sugerimos pescar a pick up abierto y lejos. Pero Miguel prefiere no dejar tanta deriva: “me gusta ver el pique bien”. Cada cual con su librito, concentrando la vista en las boyas, esperamos suerte con las flechas y seguimos la charla.
-¿Sos un consumidor de medios de pesca deportiva?
Si, siempre he sido un pescador informado, hasta que el año pasado la gente de Puerto Pesca me invitó a pescar y se dieron cuenta de que no era un improvisado y que esto me gustaba en serio. Entonces me propusieron sumarme al programa, para convocar artistas a pasar un día distinto, caña en mano. La idea es hablar de la pesca y del espectáculo, en un contexto distinto. Así que siempre estamos aprendiendo, sobre todo de los guías, que son los grandes conocedores, que te enseñan mucho del viento, de los peces, de la navegación, de ser prudente con la lancha y, por supuesto, de la pesca.
– A la hora de pescar ¿Cuál es tu especie favorita?
Me gusta mucho la variada de río, el bagre de mar, los patíes grandes del Río de la Plata, los dorados, algún surubí que he ido a pescar en Santa Fe. Y también pesco el pejerrey en invierno, que siempre me da gratificaciones. Pero la variada de río me encanta. El peje no me gusta tanto…
La charla se interrumpe, la boya de mi puntera rematada en tramposa se dispara hacia un costado y clavo la primera flecha de plata. Un peje de 45 cm. Hacemos las primeras tomas y en eso Miguel también pide cámara. Otro peje que pasó los 40. Sin dudas un buen arranque. Con las piezas en la mano y tras las tomas, otra pregunta oportuna para seguir charlando.
-¿Te llevas algún pescado para comer?.
Alguna pieza me llevo para comer. De la variada de río me gusta el dorado, pero solo si es alguna pieza grande. Me gusta el sushi, el pescado a la parrilla, a la plancha, soy un consumidor de pescado. Un par de pejes me llevo, son muy ricos.
-¿La caza deportiva te gusta?
No, me parece que no le da la chance al animal que le da la pesca al pez, que permite pescar y devolver. Además, podemos sacarle la muerte al anzuelo y lastimarlo menos. Respeto a quien la practica, pero a mí la caza no me sedujo.
A media mañana febo pone un poco de piedad a la semana de frío polar y las manos abrazan el vaso con café caliente como un náufrago que agarra la soga salvadora que le tiraron de un barco de rescate. La sucesión de capturas viene matizada por algunos compases de espera donde Miguel nos regala inolvidables anécdotas de su vida laboral: telones que no se abrieron, guiones que se fugaron de la memoria en el momento menos oportuno, imprevistos quites de colaboración de algunos micrófonos y cosas así.
Le pedimos que nos cuente una graciosa que hay tenido que ver con la pesca. “Una vez salí con mi amigo, Carlitos “el tano”, con el que siempre iba a pescar a Gualeguaychú –arranca-. Yo le propuse ir a pescar a las islas Lechiguanas. Fuimos hasta San Pedro, encontramos unos de ésos viejitos que te cruzaban a la isla y nos llevó a un lugar hermoso, una franjita de tierra rodeada de agua, y combinamos que a las 5 de la tarde nos pasara a buscar. Al mediodía, ya se nos había acabado el agua, estábamos muertos de calor, nos picaban unas viuditas negras que nos volvían locos… ¡hacía como 40 grados!. Empezamos a los gritos y el hombre, que estaba enfrente pero lejos en su rancho, no nos escuchaba. Yo solo había llevado una campera y nos turnábamos para ponernos abajo de su sombra. Encima solo había palometas a montones, así que no pescamos nada. A las 4 de la tarde estábamos deshidratados y en eso vemos que el hombre viene a buscarnos, una hora antes… nos salvó, creo que si venía a las 5 nos moríamos”
– ¿Qué miembros de la colonia artística conocés que son pescadores fanáticos como vos?.
Sobre todo a Norman Briski y Gerardo Romano. Uno que era un gran pescador era Ulises Dumont, y de los que he entrevistado me encantó compartir la pesca con Claudio Gallardou, con Pepe Monje -que terminó comprándose un barco después de esa salida- y también Huevo Müller, otro que se quiere comprar una lancha tras haber probado la pesca. Todos los que vinieron a la salida, quieren volver. El único que la pasó mal es Toti Ciliberto, que se descompuso porque no conocía sus limitaciones y le agarró un ataque de pánico ni bien dejamos la orilla. Así que le recomiendo a Toti solo pesca de muelle.
La mañana fue transcurriendo entre anécdotas del mundo de la pesca y del espectáculo, el guía también ha pescado y llevábamos en el haber unas 30 capturas cuando el pique se mudó arriba del trucker y arremetimos furibundos a unas buenas empanadas. En eso, la boya central de Miguel comienza un dibujo raro: una llevada hacia un costado, una frenada y el regreso hacia el centro para luego pasar al otro costado. Habud larga la de jamón y queso, recoge la pequeña panza del multi y clava certero. El chapoteo nos eriza los pelos de la nuca: se trataba de un matungo de novela. Miguel lo trabajó suavemente, lo acercó a la lancha y el guía lo copeó con maestría, de cola hacia cabeza, evitado que la pieza cabeceara a ultimo momento y enganchara el azuelo en los hilos del copo, cosa que puede hacernos perder buenas piezas. Izamos el peje y nos abrazamos los tres: guía cronista y actor. ¡Impresionante!. La balaza electrónica del guía cantó que el matungo pesó 1, 450 kg. y en la regla alcanzó los 53 cm “En mi vida había pescado un pejerrey así”, dijo sincero.
Pescamos un rato mas, sabiendo que sería difícil igualar semejante trofeo. Miguel estaba sencillamente emocionado y al rato comenzó a extrañar a su perro labrador, su gran compañero en la vida cotidiana. Decidimos anticipar el regreso, contentos con la aventura que nos regaló esa mañana de pesca a poco tiempo de navegación de la city porteña. En medio de un regreso con sabor a gloria, Habud se despidió con una frase gratificante: “¿Sabés?, el pejerrey no me gustaba tanto… pero hoy me encantó pescarlo y logré el pejerrey mas grande de mi vida. Si, definitivamente ahora me gusta pescar pejerrey”.
Agradecimientos: al guía Martín Gómez por invitarnos a compartir la salida.
Comprometido con la defensa del recurso: “¿Qué artesanales? Son solo artesanos del mal trato y la depredación”
-¿Tu rol de actor te ofrece herramientas para contagiar tu pasión por la pesca a quien nunca ha pescado?
Si, siempre lo hago, a cada invitado al programa y a cada amigo que invito a pescar le enseño de las especies, de las carnadas, que tenga cuidado con los anzuelos, le hablo de los peces que lastiman y, sobre todo, les pido que cuiden el lugar donde pescamos. También les enseño a devolver y a que, siendo actores como yo, que aprendan a tomarse esto como un desenchufe para un laburo arduo. Hay que preservar el recurso para que otro pueda divertirse también. Pescar el devolver es el motivo fundamental de la pesca deportiva.
-Como pescador deportivo se te ve con gran compromiso en el cuidado del recurso…
Si, totalmente. Si vemos una red en lugares que no corresponde lo denunciamos, al igual que denunciamos alguna salida de agua turbia o mortandades sospechosa de ser producto de la contaminación. Nos comunicamos con Prefectura ante alguna situación irregular si estamos en el río o hablamos con las autoridades si vemos redes en la laguna. Tengo un tema personal con los llamados pescadores artesanales, que en teoría son llamados así porque tejen su propia red. Yo creo que si depredás el río no sos artesano de nada, sos artesano de la depredación y el maltrato. Esto nos va a llevar a lo que se comenta mundialmente: que se acabe la pesca. El recurso algún día se agotará. La Madre Teresa decía “Soy un granito de arena en el mar, pero un granito también hace una playa de arena”. Si todos nos ponemos las pilas y todos cuidamos, a la larga el mensaje se difunde, todos hablamos un mismo idioma, nos entendemos y podemos denunciar éstas situaciones y evitarlas.
-Además de preservar el recurso, de ese modo cuidamos también fuentes de trabajo sustentable
¡Seguro!. Estaba leyendo un artículo que un millón y medio de pescadores visitan las costas bonaerenses cada semana. Los guías saben mucho, y ellos son fundamentales para que la gente pueda pescar cuidando el recurso. Hay que capacitarlos y brindarles facilidades para su trabajo. Y sobre todo hay que cuidar nuestros ríos y mares, defender el recurso y sobre todo cuidar el agua, que es lo que el mundo va a querer en el futuro. Argentina, es uno de los países con más hidrografía, y debe cuidar este valioso recurso.
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