San Francisco del Monte de Oro, paraíso del trekking.
Hay caminatas para todos los gustos. Será la única manera de descubrir cascadas, saltos y quebradas.
Por Marcelo Dettoni – Lejos quedaron los tiempos en los que para recorrer San Francisco del Monte de Oro bastaba con dar una vuelta por la Banda Sur, visitar la primera escuelita que fundó Domingo Faustino Sarmiento y respirar el ambiente histórico de sus dos iglesias. Hoy es una ciudad pujante, con un dique imponente como Las Palmeras y una modalidad turística en crecimiento: el trekking por las Sierras Centrales hasta llegar a encontrar recónditas cascadas y enormes pozones de agua que requieren de una buena dosis de sacrificio para disfrutarlos. Es el precio que nos cobra la naturaleza para desnudar sus bellezas. Y es justo que así sea, nada es gratis en esta vida.
La ciudad, que ya llegó a los 5.000 habitantes y viene recibiendo de manera incesante inversiones en materia hotelera y gastronómica, aprovecha a fondo los cinco ríos que la surcan: San Francisco, Curtiembre, Socoscora, Juan Gómez y Claro. Además, la nueva ruta que la une con La Carolina por el medio del cordón serrano, donde se cruza a 2.000 metros de altura, le brindó otra perspectiva turística y paisajística.
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Ascendiendo unas pocas curvas con el auto sobre la cinta asfáltica con pendiente pronunciada, se puede apreciar el valle en toda su magnitud, con un verde intenso, profundas quebradas y el espejo de agua del dique dominándolo todo. El aroma a chilca es intenso cuando llegamos a Rodeo de Gallinas, un viejo puesto abandonado de Vialidad Nacional que el Municipio pidió para instalar un parador. Hay que manejar con cuidado, por las pendientes y porque el paisaje invita a distraerse ante tanta belleza.
El trekking más conocido es el sendero que conduce al Salto Escondido, una caída de agua de 82 metros remontando el río Claro. Son 13 kilómetros de caminata, primero sobre la ruta 9 y luego de pasar Rodeo de Gallinas se comienza con ascensos y descensos por las quebradas serranas. Dependiendo del estado físico y la cantidad de aventureros, ya que muchos son adeptos a la fotografía y suelen perder más tiempo, se puede tardar entre cinco y siete horas para el ida y vuelta. En el camino hay tres cascadas, pero ninguna como la del Escondido, un sitio para quedarse un buen rato bañándose en los pozones naturales que forman las vertientes, que llegan a los 15 metros de profundidad.
Es recomendable ir con guía o algún baqueano, quienes ofrecen la excursión por $150. Indispensable llevar al menos dos litros de agua, pero sin escatimarla, porque arriba se puede reponer la botella con agua del río, muy bebible y rica en minerales. Es una excursión bastante técnica, con tramos en los que hay que recurrir al rapel, aunque no hacen falta arneses. No recomendable para niños y personas mayores, por su exigencia física. Aquél que esté dispuesto, la puede complementar con un rato de kayak en el dique Las Palmeras para distenderse. Hay que salir bien temprano (a las 7) y emprender el regreso no más allá de las 17. Imposible de hacer si estuvo lloviendo, porque la crecida puede encajonar a la gente en las alturas.
Más amigable es la caminata a las cascadas del río Juan Gómez, con una visita al Algarrobo Gigante en su primer tramo. Si bien es extensa (8 horas ida y vuelta), vale la pena porque incluye avistaje de aves y una explicación del guía sobre la flora y la fauna autóctona. Es de dificultad media porque tiene algunas trepadas que no dan descanso, pero accesible para aquéllos que cuidan su físico.
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Arrieros, indígenas y cóndores
Quienes estén interesados en la historia de estos senderos pueden probar el ascenso a la gruta natural que fue un viejo refugio de arrieros e indígenas. Dura cuatro horas y llega a los 1.300 metros sobre el nivel del mar, por lo que se requiere un buen estado. Está la opción, duplicando el tiempo de caminata, de llegar a la cima de las sierras y hacer avistaje de cóndores, una experiencia que resulta inolvidable.
Pero no todo requiere sacrificio extremo. Hay excursiones más familiares, como la que sale a campo traviesa desde la estancia La Candela. Es una caminata sencilla de cinco kilómetros por el medio de bosques de palmeras caranday, por senderos bien delimitados que pueden recorrerse con vehículos. En cinco horas uno está de vuelta en la estancia degustando un mate cocido con tortitas recién sacadas del horno de barro y untadas con manteca.
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Otra variante es el recorrido que pasa por El Rincón y Rodeo de Cadenas, para hacer con bicicletas mountain bike, que incluso se pueden alquilar. Sale también de La Candela y son 40 kilómetros la vuelta completa, que incluye el perilago del dique, una visita a ambos parajes repletos de palmeras en un valle encajonado entre las sierras de Socoscora y las Centrales. Los que quieran subirse a una 4×4 agregarán minas de cuarzo abandonadas, la Gruta de la Virgen de Lourdes y las formaciones geológicas denominadas “Once Morteros” en el cerro Bayo.
Mail: mdettoni@grupopayne.com.ar para el Diario de la República. San Luis
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