Gran actor y Aventurero por naturaleza.
“Jorgito”, como su padre, quería llamarlo su abuela paterna, y Jorge le pusieron cuando nació, aquel 31 de marzo de 1972. Su nombre completo es Jorge Facundo Arana y contra lo que muchos piensan, no guarda ningún parentesco con el actor Hugo Arana.
Facundo era un alumno muy reservado del Colegio Bilingüe Moorlans de Tortuguitas, en las horas de clase hacía lo que mas le gustaba: dibujar. A los 8 años, crecía en un departamento de Barrio Norte soltando su imaginación en las D’artagnan, El Tony, Fantasía, Skorpio, Fierro… y acaso allí nació su pasión por las aventuras y las heroicas hazañas donde hay que poner el cuerpo. Era un chico silente, introvertido, de pocos amigos. Un padre abogado -Jorge-, una madre arquera de hockey -Matilde- y tres hermanas (una mayor y dos menores), no imaginaron entonces que el “nene” iba a escalar el Aconcagua, tirarse al mar desde un helicóptero, bajar de un edificio con sogas y poleas o intentar su mayor desafío: subir a la cima del Everest, nada menos que la montaña mas alta del planeta Tierra.
Muchos menos imaginaron tales proezas sus afectos cuando acompañaron al Facundo Adolescente en su lento proceso de recuperación de un cáncer que lo afectó a los 17 años, justo dos años después en que su mejor amigo, Cali (su único amigo, en rigor de verdad), lo llevó a su primer clase de teatro con Alicia Muzzio. Pero el destino pone pruebas difíciles para los corazones mas osados: en 1989, le descubrieron el mal de Hodgkin, un cáncer que afecta los ganglios linfáticos del cuerpo. Los primeros tratamientos de quimioterapia lo dejaron calvo.
Y allí estuvo Cali, acompañándolo, rapándose la cabeza por voluntad propia para compartir el dolor de su amigo.
Otro punto fuerte en la vida de Facundo: la amistad, a fondo y con el corazón abierto. Facundo logró sortear su enfermedad tras diez meses en tratamiento y 5 años más con controles médicos. Pero cuando él estaba mejor, la vida lo cacheteó de nuevo: su amigo Cali murió, a los 18 años, de un aneurisma en la arteria aorta. Así Facundo aprendió pronto y duramente lo frágil de la vida, el valor de disfrutar de los buenos momentos con los afectos cercanos, y lo triste de la pérdida.
Un día caminando por el túnel de una estación de subte con su saxo, un saxofonista lo invito a tocar con él, y ahí decidió buscar su propia estación para ganarse el mango. Durante diez meses toco el saxo en la estación Pueyrredón, de la línea D. Muchas chicas que lo vieron de reojo hoy deben estar arrepintiéndose de no haberle pedido un autógrafo al todavía ignoto galán.
Norman Briski, otro famoso que pasó por Revista Aire Libre
Lo demás es historia más o menos conocida. Mientras tomaba clases con Bettiana Blum, esta le sugiere ir a un casting para una tira juvenil. Facundo se presentó y el autor de la tira, Lito Espinosa, que lo conocía del subte, le preguntó “¿Qué hacés vos aca?”. Facundo le explicó que había ido por el casting y Lito le contó algo que lo sorprendió: “estoy escribiendo una tira que se llamará Canto Rodado, y el personaje de Ramiro está inspirado en vos”. Desde entonces, su pinta y talento hicieron el resto en Chiquititas, Muñeca Brava, Buenos Vecinos, Yago y 099 Central. Allí, mucho antes de Padre Coraje y Vidas Robadas, dos de sus éxitos mas recientes, paró tras años de maratón televisiva y con Isabel Macedo, su pareja de aquel entonces, y su perra Pampa, se fue a recorrer la Argentina en camioneta durante seis meses.
“Era maravilloso. Nos levantábamos y decíamos: “Hoy tengo ganas de hacer 200 kilómetros”. O: “Hace una semana que estamos acá y me quiero quedar tres días más”. Libertad absoluta. La pregunta era: ¿me banco la libertad absoluta, no tener que ir mañana a trabajar, dejar la agenda en Buenos Aires?”, contó tras el regreso de aquel periplo donde quedó fascinado por la magnanimidad del Aconcagua. Esa “bestia” que decidió escalar entre el 17 y el 30 de marzo de 2003. Pavada de debut en el montañismo, según le contó en aquellos tiempos al diario La Nación en éstos términos: “Nunca antes había subido una montaña. Y no se debe hacer. No es prudente. Pero vi esta… bestia, y dije ´quiero subir, quiero subir´. Lo ves y te agarra fiebre. ¿Viste cuando vas a sacar el registro porque se te venció? Eso. Se me había vencido el registro. ¿Puedo hacer eso que no puedo hacer? ¿Puedo hacer esto que no hay que hacer? Pero está absolutamente contraindicado no tener experiencia y hacer cumbre”.
Una pasión que comenzó de grande
Encontramos a Facundo Arana en Puerto Iguazú, a punto de conducir la ceremonia de los premios Martín Fierro Federales, esos que se entregan a las producciones audiovisuales del interior del país. Antes de una ceremonia donde aprovechó el micrófono para ponderar la belleza de una de las 7 maravillas del mundo y hacer campaña por la donación de sangre (desplegando una bandera que decía Donar Sangre Salva Vidas en medio de la transmisión), habló con Aire Libre de su pasión por la montaña y los deportes extremos en contacto con la naturaleza. En charla con Aire Libre, Facundo revive aquel comienzo en el montañismo, una actividad que conoció a los 31 años y que entró fuerte en su corazón.
2020 – Un año solitario para el Everest
Vamos por partes, Facundo: ¿Cómo fue esa experiencia de toparte con la montaña mas grande de América y decidir escalarla?. ¿Ya venías practicando montañismo?
No para nada, no te olvides que vengo del llano, y acá no hay muchas posibilidades en Buenos Aires salvo que te vayas a Sierra de la Ventana. Pero sí me gustó aprender montañismo, sobre todo el andinismo. Me gusta mucho ir a Mendoza, tengo amigos allí que escalan y me gustaría ir mucho mas a Salta a escalar también, porque es un ambiente muy… muy lindo.
¡Y lo primero que se te ocurre para empezar es escalar la montaña mas grande de América!.
Desde el año 2003, me agarró fuerte la pasión del montañismo. Me agarró de grande, con 31 años, no la busqué… sucede que me llevé por delante el Aconcagua. Viniendo de Barrial y bajando desde el observatorio de Pampa de Leoncito en San Juan hacia el lado de Uspallata (Mendoza) para seguir para Mendoza capital, me topé con esta bestia. En el camino ese de los observatorios a Uspallata ví el Aconcagua a lo lejos…. ¡Era enorme!. Me maravilló al instante. Y ahí sentí la necesidad de subir. Pero justo había terminado la temporada, era 4 de marzo, así que busqué el mejor guía como para poder ir al Aconcagua y lo encontré en Uspallata. Hablo de Daniel “el indio” Pizarro. Junto con él y con Alberto “Tito” Burns, nos fuimos nosotros tres a escalar el Aconcagua, solos, fuera de temporada, no había nada de nada. Quedé pegadísimo con la actividad, me enamoré de todo eso y me empecé a meter mucho más. Después escalé cuanta montaña tenía cerca. Me gustó mucho ir a Bariloche a escalar. Además del trecking empecé a hacer escalada técnica con amigos de la Escuela de montaña de Bariloche. Y así seguí metiéndome en el mundo del montañismo. Cuando me quise dar cuenta ya estaba en condiciones de ser un buen guiado en una excursión al Everest.
Es decir, te diste cuenta que ya eras un tipo que en la montaña sabía qué tenía que hacer….
Un tipo que sabe que tiene que OBEDECER. Saber bajar a tiempo es tan importante como hacer una cumbre. Y a mí esta vez, a diferencia del Aconcagua, me tocó bajar antes de tiempo.
¿Cuánto tiempo te quedaste en la cumbre del Aconcagua?.
Una hora. Pero, ¿sabés lo que es bajar con una barba así y los surcos del frío en la cara, todo roto, y sentarte y decir “ahí está, ahí lo tenés”?
¿Porqué decidiste desafiar al monte Everest, el más alto del mundo?.
Para llamar la atención. Llevo una campaña en pos de la donación de sangre desde hace varios años. Agarré mi bandera, escrita en lápiz que dice Donar Sangre Salva Vidas y en cada lugar donde llegué pinté una letra e hice una foto con esa bandera. Por ejemplo, pinté una A en el Aconcagua en todas las alturas, una A en Abra pampa, una S en Santa Cruz, una O en el Océano Atlántico, la N de Neuquén cuando cubrí la lucha neuquina contra el cáncer arriba del móvil que recorre toda la provincia haciendo mamografías. Con la tierra de ese móvil mezclada con pintura roja pinté la letra. Estas movidas tienen que llamar la atención, concientizar y ser divertidas de ver. La E de Sangre la quería pintar en el Everest. Por eso esta aventura, y la intención de filmarlo con el respaldo de un equipo de Telefe, fue magnífico.
Precisamente en la cena de gala donde Telefe presentaba su programación 2012 sorprendió a todos la posibilidad de verte en una conexión en directo desde el Everest. Sin dudas fue un golpe publicitario magnífico para tu campaña.
Fue conmovedor salir en ese momento hablando de la donación de sangre. Hoy la tecnología nos permite hacer cosas increíbles. La gente estaba cenando y le dijeron “miren quien le va a hablar en este momento en que acá es de noche y allá es de día”. Y ahí aparecí yo en una pantalla gigante. Se que salió un poquito cortado, pero imaginate que yo estaba en pleno valle del Khumbu. En la herradura del Khumbu se encuentran el Everest, el Lothse y el Nuptse, montañas de mas de 8000 metros, techo del mundo en serio. Esa expedición me permitió conocer una cultura distinta, la de los sherpas, y contarlo en un documental. Eramos diez personas en la expedición incluyendo los dos guías y varios sherpas de apoyo.
¿Como podían comunicarse?.
Todos hablan inglés y quien no lo habla es traducido por uno que sí lo hace. Yo hablo inglés fluido así que no tuve problemas de comunicación. Tenía posibilidades de hablarles de la importancia de la donación de sangre, y ellos se mostraban muy interesados. Todo ese material ahora esté en edición para un documental.
¿Qué fue concretamente lo que pasó con tu salud y que te impidió culminar el ascenso al Everest?.
Tuve una cosa muy peor muy común en la montaña: el mal de altura, que se me agravó porque se me inflamó una cicatriz previa. Cuando te entra el mal de altura no podes hace mucho. Siempre en alguna expedición pasa. Y cuando eso te pasa tenés que tomar una decisión y la mejor decisión fue bajarse. Es más importante saber decidir eso que cualquier cumbre, porque la montaña se queda ahí en cambio vos tenés que preservarte. Porque vos no vas a estar para siempre, en cambio la montaña sí. Hay que evitar tu deterioro físico, recuperarte para que puedas volver a intentarlo.
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Nos das un mensaje valioso con tu experiencia, siendo una persona que aprendió esta actividad de grande y se animó a lo más difícil, escalar el Everest.
Siempre se puede. En Argentina tenemos la bendición de contar con país con maravillosos escenarios naturales que nos permiten hacer de todo. En las Cataratas donde, estamos teniendo esta charla, tenemos río y selva, una Maravilla del Mundo justamente calificada como tal. Tenemos paisajes de todo tipo, color y forma, tenemos posibilidad de pescar en Corrientes surubíes y dorados, tenemos la posibilidad de escalar en Mendoza en todos los niveles, desde el trecking a la escalada técnica. En Bariloche tenés de todo, desde esquí a escaladas, pasando por pesca de truchas con mosca y mountain Bike, en Jujuy te vas a Purmamarca, Tilcara… tenés unos trecking bárbaros para hacer en un paisaje maravilloso… Y nosotros lo primero que aprendemos a hacer como rutina trascendente es caminar, moverte. Hasta con tu silla de ruedas podes ir a cualquier lado. El argentino es naturalmente solidario y te ayuda a poder recorrer el país. Hay que largarse y hacerlo.
Pasión por la vida, solidaridad, amistad, compañerismo y entrega. Todas esas virtudes conviven en este muchacho reservado y familiero, que acaso haya encontrado y aprehendido como propias en las criaturas de sus héroes de historietas creadas por Solano López, Oesterheld, Carlos Vogt, Altuna o Giménez, Breccia. El pibe soñador que fue, vive en el adulto triunfador que hoy es. Ese que entiende que, cuando se apagan las cámaras, los dioses de ficción se desvanecen y las grandes proezas cotidianas exigen ponerle el cuerpo y el alma. Ese que sabe bien dónde está su cable a tierra y en cada oportunidad que tiene, toma su mochila, y da un paso más hacia la cumbre.
Recuperado de su problema de salud tras la incursión al Everest, Facundo Arana recibió un regalo: su mujer, María Susini, madre de sus tres hijos (India, Yaco y Moro), le regaló un paquete de viaje al Cerro Castor, Tierra del Fuego, donde Facundo pudo disfrutar de la mejor nieve y los deportes extremos en un lugar ideal debido a su altura y condiciones climáticas que le permitieron sumar el esquí y el snowboard a su larga lista de actividades al aire libre, optimizando su capacidad pulmonar. Allí también vivió la experiencia única de hacer Heli Esquí, volando en helicóptero hacia la cima del Monte Redondo par la luego aterrizar y, con ayuda de instructores, bajar hasta el valle deslizándose en nieve virgen. Luego visitó el snowpark, probando las nuevas rampas. Nieve, agua, tierra y aire, son elementos que lo vieron protagonizar su pasión por las actividades en la naturaleza, esas donde no interpreta ningún personaje sino que es el mismo.
¿Te tiraste en parapente también?
Tuve un parapente, aprendí a manejarlo pero no lo terminé de practicar porque me dio la sensación de que me iba pegar un golpe. Pero nunca volé en parapente salvo en tándem. Igual que con el paracaidismo, me tiré dos o tres veces en tándem, pero nunca solo.
¿Practicas pesca deportiva?.
Me encantaría: en el mar he pescado, pero no hice pesca deportiva de soltar luego al pez. Tomaría clases de mosca, me gustaría practicar esa disciplina. Tengo una lancha, me gustaría probar.
Sos un apasionado de los deportes en contacto con la naturaleza y de la vida al aire libre. Te vimos tirarte de helicópteros, escalar montañas, hacer esquí acuático. ¿Te gusta probar de todo o no te decidís a fondo por ninguno?.
Me gusta mucho hacer todos los deportes al aire libre, no practicarlos con maestría, pero sí aprenderlos. Soy muy buen público del que sabe hacer esas cosas, aplaudo al que hace las cosas con maestría, pero como al mismo tiempo me gusta hacer muchas cosas, no podría profundizar en ninguna como para alcanzar un grado de maestría. Pero me gusta aprender de quien sí lo hace. No podría ser maestro en ninguna, porque no le dedico suficiente tiempo, me reparto entre muchas cosas. Cuando uno arranca de chico las cosas, tiene posibilidad de alcanzar maestría. Pero de grande, cuando ya pasaste los cuarenta, uno no alcanza la maestría pero uno cuando se lanza hacer una actividad al aire libre de esta naturaleza, disfruta mejor. Y en eso estoy.
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