Cuando el tiro deja de ser un juego de chicos. Nota realizada a los participantes del Torneo Promocional Juvenil AICACYP 2012
Por Cynthia Palacios para AIRE LIBRE 8
Cada vez más niños y adolescentes se interesan por este deporte que, lejos de ser la pantomima de un videojuego, requiere mucha concentración, disciplina y, por sobre todo, estar atentos a rigurosas reglas de seguridad. La mayoría hereda de esta pasión de sus casas. Sus padres hablan de las ventajas de ejercitar el esfuerzo, de ponerse a prueba a sí mismos y de la tranquilidad de aprender desde bien niños el uso responsable.
Aunque a algunos aún les resulte extraño, son muchos los chicos que desde pequeños eligen practicar el tiro como deporte. Y la gran mayoría de ellos llega a las armas de la mano de sus propios padres. Si bien puede sonar poco común para aquellos que son ajenos a la actividad, quienes la practican ven en ella un sinnúmero de ventajas, como la concentración, la precisión, la responsabilidad de mantener una conducta adecuada dentro y fuera del polígono, además de la posibilidad de superarse a sí mismo y por qué no, la oportunidad de aprender con responsabilidad el manejo de un arma de fuego.
No se trata de un video juego ni de simular ser el protagonista de una película de acción; ni de que aquellos que lo practican son violentos. La práctica de tiro requiere de paciencia, mucha disciplina y está regido por estrictas normas de seguridad.
Nadie duda que el tiro es un deporte que llama la curiosidad de los niños. Pero precisamente porque son chicos lo ven como un juego. Por eso el uso, el respeto y los cuidados que implica un arma, requieren de algo indispensable: educación y disciplina. Ejercitando el tiro, muchos de ellos adquieren hábitos que les sirven para otros deportes y también a la hora del estudio.
Año a año, este deporte gana seguidores entre los más pequeños. Tanto es así que por primera vez, este año se incluyó al tiro como disciplina de competencia en los Juegos Deportivos Evita.
El mismo secretario de Deporte de la Nación, Claudio Morresi, reconoció que es “muy importante permitir que las disciplinas individuales menos masivas tengan la oportunidad de desarrollarse y, a la vez, ofrecer a nuestra juventud un abanico cada vez más amplio de posibilidades competitivas”, a la hora de explicar el porqué de esta incorporación.
Más allá de los prejuicios, antiguos y modernos, no hay que olvidarse que eran los propios padres quienes, en la antigüedad, enseñaban a sus hijos cómo manejar un arma y, muchos años más atrás en el tiempo, el arte de la caza pasaba de mano en mano de generación en generación.
Todo cuidado es poco cuando hay un arma en casa. Por eso es bueno despejar mitos y temores lo antes posible y siempre será mejor que los chicos satisfagan su curiosidad en un ambiente seguro y controlado, como es un polígono, a que se aventuren a descubrir el mundo de las armas a escondidas y sin la supervisión de un adulto.
Cuando hay un arma en casa, es mejor explicarles cómo debe manejarse en forma segura y las consecuencias que tiene su uso irresponsable.
Esta disciplina adquiere otra magnitud en el interior del país. “El chico de pueblo no tiene demasiadas cosas para hacer. El tiro me parece una buena opción. Los prepara, los reconforta, los estimula a superarse. Por eso traje a estos chicos a competir, que están muy entusiasmados. Es su oportunidad de entrenar, de ver cómo tiran en un lugar abierto”, destacó la instructora de Mar del Plata, Silvia Pollano a Aire Libre en la final del Campeonato promocional de 50 m Rifle calibre 22, organizado por AICACYP.
Acostumbrado a acompañar a su padre, que trabaja en el polígono de Goya, la ciudad de Corrientes donde nació, a los 10 años Matías Perrota se animó a empuñar un arma. Fue una experiencia distinta, que le gustó para siempre. “Probé en aire y me fascinó. Era chico pero fue muy lindo”, cuenta este joven de 16 años.Maximiliano Gasparutti lleva en su sangre dos generaciones relacionadas con el tiro. Empezó a los siete años, de la mano de su abuelo, tirador de toda la vida. “Me acuerdo que la primera vez ni le pegué al cartón pero él estaba contento igual”, se divierte este adolescente de 17 años que llegó desde Malabrigo, Santa Fe. “Después iba al campo con el aire y a los nueve me invitaron al primer torneo. De a poco fui mejorando.”
Es que, como ellos, la mayoría de los chicos llega a este deporte de la mano de sus padres, sus abuelos o sus hermanos mayores. Vienen de familias donde se hablaba de tiro y coinciden en que practicarlo es algo único. No les importa restarle tiempo a otras actividades ni que sus amigos los carguen por este gusto. El tiro es para ellos mucho más que un deporte: es la oportunidad mil veces repetida de superarse a sí mismos.
Otros llevaron años soñando en silencio con el día en que pudieron empuñar un arma. Viven lejos y ni se conocen pero Luis Tomás Roa Soto, de 12 años, y Esteban Idiart, de 11, tienen historias parecidas.
Luis es de Carmen de Patagones, en la provincia de Buenos Aires, y recuerda cómo admiraba las armas que su papá tenía. Desde chico, le gustaba ver cómo las limpiaba, cómo las cuidaba, pasaba horas escuchándolo hablar de ellas, descubriendo sus secretos. Hasta que un día, lo dejó tirar. Y ahí empezaron a gustarle más todavía.
Esteban es de Balcarce, también en territorio bonaerense, y asegura: “Cuando era chico me encantaban las armas pero no me dejaban acercarme porque tenían miedo. Después los convencí… Ahora saben que si tengo que agarrar un arma, sé cómo usarla.”
Boleto para viajar
Para Esteban, la competencia nacional fue el pasaporte para conocer Buenos Aires. “Gracias al tiro pude venir”, dice contento. “¡Es una ciudad grande! Hay mucha gente, muchos autos… Hay bastante desparramo”, asegura.
Al igual que para Esteban, para muchos chicos participar de esta final auspiciada por la Federación Argentina de Tiro representaba la posibilidad de conocer Buenos Aires, de viajar, de pasear.
Así Noelia Kees, de 14 años, cuenta: “Lo que más me gusta del tiro es poder viajar. Es muy lindo porque es tranquilo y te permite conocer gente nueva. Tengo amigos que tiran y son divertidos los viajes, cuando vamos juntos a alguna competencia. Lo hago como un deporte pero me gusta cada vez más.” Había llegado desde Maipú, provincia de Buenos Aires, y a los 14 años era el tercer año en el que competía. “La última vez salí tercera porque el arma no me ayudaba”, confiesa Noelia. El sábado 27 esperaba ansiosa porque su turno estaba en la última ronda. “Esta vez me veo bien. Hay pocas chicas en mi categoría y creo que me va a ir bien”, se entusiasma.
Al igual que Maximiliano y Matías, Noelia empezó a interesarse por las armas puertas adentro de su casa. Sus dos hermanos mayores le contagiaron esta pasión. Pero a diferencia de los otros finalistas, sus padres no practican tiro, aunque sí la acompañan en cada competencia en la que ella participa. Noelia no era una excepción en el Tiro Federal. Muchas chicas se atrevían a este deporte demostrando que el tiro no es cosa de hombres.
Si hay quiénes pongan su cuota de feminismo para inclinar la balanza, esas son las Lamarque. Nacidas en Maipú, provincia de Buenos Aires, pareciera que la genética de las Lamarque está emparentada con el tiro. Soledad, de 12 años, se preparaba para competir en la final nacional por tercer año consecutivo.
No se la notaba nerviosa y tiene por qué: los años anteriores ganó.
La hermana mayor de Soledad, Sofía, a pesar de tener 18 años tiene una larguísima cosecha de triunfos en torneos nacionales e internacionales y una única meta: competir en las olimpíadas de 2016 en Río. Sofía está primera en aire en la Argentina y se ubica en el noveno puesto en Sudamérica en aire, en la categoría mayores.
“A los ocho años acompañaba a Sofía y a los nueve empecé yo”, cuenta. “Me gusta porque podés hacer amigos y es un deporte diferente: es individual pero a la vez podés ayudar a tus compañeros.”
Sole cursa séptimo grado y, además, practica handball y hockey. Es la única de su grupo de amigos que tira. “En Maipú, donde yo vivo, no todos lo conocen. Y a mis amigos les gusta pero no les interesa.” Con 192/200, Soledad terminó cuarta en la categoría Mini-Damas. Reconoce que Sofía es su gran referente en este deporte. “Es difícil llegar donde está mi hermana… Pero sería lindo. ¡Hay que entrenar mucho!”
La más pequeñita del grupo de tiradores era una mendocina: Gianella Firmapaz. Menudita e inquieta, a Ginella no le importa ser la benjamina del grupo. Tanta confianza se tenía que Gianella resultó ganadora en la categoría Mini-Damas, con 193/200 y ocho centros mosca. Como muchos de los competidores, Gianella nació en una familia de tiradores.
Viajó con su mamá y su tía, dispuesta a disfrutar de esta, su primer competencia en Buenos Aires. “Ya estuve en La Rioja y en San Rafael”, aclara. Facundo, su hermano de 11 años, ya le abrió paso en estas lides a los pocos días después de este torneo, él iba a competir en los Torneos Evita de Mar del Plata. “Empecé porque mi papá me insistía y me gustó”, cuenta con su vocecita suave.
Ya está canchera con algunas claves del asunto. “Hay que quedarse quieta, tener una buena respiración, poder concentrarse y estar tranquila”, explica como si fuera una veterana en el tiro. Como es pequeñita, Gianella tira con apoyo, pero es fundamental dejar de lado un rato, la picardía con la que se mueve de acá para allá.
“Me parece una buena disciplina. Le enseña a relajarse, a respirar, a estar concentrada”, explica Gisela, su mamá, a Aire Libre. Risueña y movediza, queda claro que a Gianella no la intimida ser la participante más joven.
Los padres y muchos de los propios chicos ven en este deporte la atrapante posibilidad de desafiarse a sí mismos. “Me encanta porque es individual pero no es competitivo. Es una superación individual que va más allá de los puntajes de otras personas. El tiro es superarse a uno mismo. Es un desafío contra uno”, dice Iris Ayelén Fabián, una salteña de la ciudad de Cerrillo de 18 años.
Como casi todos, aquella primera vez que tiró, marcó a Iris por completo. “Mi papá tiraba desde chico y tenemos un rifle en casa. Nos llevaba a cazar pero nunca me interesó mucho. A los 16 empecé a tirar y tuve la posibilidad de participar del nacional en Salta y seguí. ¡Nunca más paré!” Este campeonato nacional en Buenos Aires es su tercera competencia. “Las otras dos veces salí cuarta, pero ahora practiqué todo el año y espero tener un buen puntaje.” A los 18 años, Iris combina el tiro con sus responsabilidades de universitaria. Está cursando primer año de Ciencias de la Comunicación. El tiro es para ella “como practicar cualquier otro hobby”. Sus amigos la cargan y dicen que hay que “tener cuidado con ella”.
Maxi Gasparutti es uno de los que se pone a prueba a sí mismo. “Para ir superándome, me metía en la categoría siguiente, con chicos más experimentados, de más nivel, y dejando el miedo de lado me fui superando”, reconoce. En la competencia nacional, asegura que trató de ganarle la batalla a los nervios. “Traté de concentrarme, de aprovechar los minutos que tenía y de dejar los nervios de lado.”
“Vas al polígono y te olvidás de todo. Es un ambiente muy lindo, saludable. Acá hice muchos amigos”, dice. Aunque no todas son flores. “A veces se dificulta por los gastos. Las balas son caras y hay que practicar, para no perder ventaja.”
Maxi está en tercer año y cree que seguirá ingeniería en sistemas o programación.“Tirando voy a seguir, seguro. Quiero mejorar el equipo y mejorar yo, tener mucha más experiencia en armas.”
Debutantes vs. experimentados
Como en toda competencia nacional, en las galerías de tiro de Núñez se mezclaron los nervios de algunos debuts con la adrenalina de los que ya habían participado otras veces y querían poner a prueba nuevamente su puntería.
Para mitigar los efectos de la primera vez, Silvia Pollano acompañó a la delegación de 19 chicos que llegaron desde Balcarce para competir por primera vez en un torneo nacional.Cuando se jubiló como maestra jardinera, Silvia le dio rienda suelta a su pasión: el tiro. No fue fácil lidiar con los nervios de tantos debuts. Los chicos tienen entre 9 y 17 años y están ansiosos. “Muchos me dicen que están nerviosos, pero yo no les pido demasiado. Sólo quiero que disfruten”, explica la instructora. “Algunos ya participaron de torneos provinciales pero en uno nacional, es la primera vez de todos.”
Como sus propios alumnos, Silvia empezó en el tiro siguiendo los pasos de su papá. Empezó a tirar a los 20 años.
“Iba a un colegio religioso y no me daban permiso para tirar… Apenas pude, cuando fui grande, me largué.”
Diez años después, a los 30, ganó su primera medalla en un nacional. Y fue más allá. “Llegué al preolímpico de Atlanta 1996, jugué cuatro mundiales, estuve en varias copas del mundo. Hoy me llena de orgullo poder acompañarlos a ellos”, cuenta. Hoy es profesora de instructores pero no perdió esa adrenalina que generan las competencias. Silvia iba y venía tratando de llevar tranquilidad a sus alumnos, dándoles ánimo y escuchando sus nervios. Después de todo, cada debut de sus alumnos es como revivir su primera vez.
De Santa Fe capital, Paula Silva estaba de estreno. Nerviosa, esperaba su primera competencia con ansias. De la mano de su papá y su hermano, esta adolescente de 16 años arrancó con todo en el tiro hace sólo dos meses.
“Es el único deporte que practico. Es mi recreación. Empecé hace dos meses y entreno tres veces por semana, casi siempre dos horas cada día. El año pasado arranqué pero la primera vez que tiré me daba miedo el arma. Ahora ya me acostumbré”, cuenta sin inhibiciones. “Soy la única de mis amigos que tira. ¡Lo ven bien pero no lo harían ni locos!”, se ríe. Paula está en tercer año del secundario y de algo de su futuro está segura: no va a abandonar el tiro. “Me encanta. No lo dejo más”, afirma.
Otros derrochaban experiencia. Como Enzo Vidal, un riojano de 13 años, para el que era su tercera competencia. “Voy mejorando… En el 2010 quedé en el segundo puesto y en el 2011 terminé primero, pero antes estaba en una categoría infantil y ahora entré en una nueva categoría”, cuenta este verborrágico preadolescente.“Estamos bien –se da fuerzas a sí mismo–. Estuve entrenando mucho, con mucho esfuerzo. Enzo viajó con otros dos chicos desde La Rioja. Su papá y su hermano mayor lo acompañaron en esta oportunidad. “Desde muy chico me gustan las armas y en 2009, cuando se abrió la escuela de tiro en La Rioja, empecé a entrenar. Mi papá era cazador y siempre me gustó. Cuando dice que es un gran esfuerzo, sabe de lo que habla: Enzo entrena miércoles, jueves, viernes y sábados, unas tres horas cada día.
“De mis amigos soy el único que tira. Me felicitan, me dan apoyo cuando compito. Me gusta esta disciplina. Es muy familiar, hay mucho compañerismo”, explica.
Aunque está en séptimo grado, quiere seguir tirando “hasta que pueda”. “Hay que aprender nuevas técnicas. Si se hace todo bien, como uno viene entrenando, se tira bien pero se necesita muchísima concentración”, afirma.
Con la tranquilidad de seguir un camino familiar, miles de chicos incursionan en el tiro después de heredar las ganas de sus papás. Pero el contagio de esa pasión inicial, va ganando terreno rápidamente cuando descubren que cada visita al polígono se convierte en un nuevo reto a sí mismos.
Maria Ana Betig (16 años) – Río Gallegos (Santa Cruz) – “Es algo que llevo en el corazón”
“Empecé porque mi papá es tirador y entrenaba en casa. Un día me animé y me encantó. Es algo que llevo en el corazón: salió de adentro”, asegura. Era su primera competencia en carabina 22 aunque ya había participado de torneos tirando con aire comprimido. “Me tengo fe”, sintetizó. Hizo bien en tenerse fe: terminó tercera en la categoría Damas Promocional, con un puntaje de 189/200. Mariana está en primer año del polimodal y entrena tres o cuatro veces por semana. Alterna esta nueva pasión con otra más antigua: el patín artístico. Su hermano menor, de 12 años, también tira y participó del torneo nacional. Con 193/200, Hernán alcanzó el puesto 12° en la competencia. “Vivimos en Calafate y allí no hay polígono. Nosotros entrenamos en el galpón de un amigo de mi papá con aire comprimido. Cuando se agrande el lugar vamos a avisarles a nuestros amigos porque hay unos cuantos que quieren tirar”, explica. “Después que vieron que yo empecé, les gustó. Me desean suerte por Facebook.”
“El tiro me encanta y sé que voy a seguir entrenando.” Aunque le faltan un par de años para decidir qué rumbo tomar, Mariana duda entre la gastronomía y la música. De lo que no duda es que sus próximos años los pasará en un polígono de tiro.
Fernando Hernández (19 años) – Rawson (Chubut) – “Es el deporte menos riesgoso”
“Esta vez me fue mejor –cuenta este simpático joven patagónico, mientras espera saber el resultado de sus tiros–. No estuve tan nervioso aunque me metí mucha presión… No quiero ser fanfarrón pero en casa soy muy bueno.” Fernando ya terminó el secundario. Se las rebusca como electricista, haciendo trabajos de electrónica y espera empezar el año que viene a cursar ingeniería. “Hice un año de la tecnicatura en mantenimiento pero no me gustó”, comenta.“Mi papá es policía e iba con él cuando entrenaba, aunque él tira 9 milímetros y yo tiro en carabina 22. A los 14 o 15 tiré por primera vez pero a los 18 empecé bien, a entrenar, seriamente.” Fernando ganó el premio Don León y salió primero en el torneo Unión, que reúne a chicos de varias ciudades. “Entreno los sábados a la mañana pero antes de una competencia practico más seguido. Me gusta el ambiente, el compañerismo. Es un juego en el que se compite sanamente, es ir intentando superarse a uno mismo.” “El año pasado hice 186/200 y en casa llegué a 197/200. Hoy sé que tiré mejor que ayer que estaba muy nervioso. Pero tengo mucho que aprender, mucho para mejorar. Aunque cada uno tira solo, nos ayudamos, nos corregimos entre todos.” Además del tiro, Fernando practica ciclismo. “Mucha gente le tiene miedo a las armas pero creo que es el deporte menos riesgoso. Si se hacen las cosas como te dicen, no te pasa nada y es muy lindo.”
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María Luz
Buenos días
Quisiera saber si me pueden orientar donde llevar a mi hijo de 8 años, que le gusta practicar tiro.
Concurriamos a San Andrés de Giles, pero ya no dan más clases.
Somos de Buenos Aires, zona norte (partido de escobar).
Desde ya muchas gracias.