“Viví de los bichos que cacé para no pasar hambre” nos dice el boxeador cordobés, campeón argentino y sudamericano, cuyo salto a la gran fama llegó de la mano de Tinelli y su convocatoria para Bailando por un Sueño. El deportista y ahora actor, nos cuenta cómo la vida al aire libre estuvo desde siempre vinculada a su historia familiar y sus necesidades de contribuir a “llevar el pan a las casas”. Una herencia de cazador, que hoy transmite a sus hijos
“La vida en las grandes urbes hace muy difícil la noción de que el ser humano alguna vez cultivó los llamados saberes venatorios: caza, pesca y recolección. En los anales de la historia humana, no había ninguna noción de “deportividad” en esas actividades, que estaban vinculadas meramente al instinto de supervivencia y la necesidad de conseguir alimento.
Hoy en cambio, al hablar de cacería, se piensa en cotos privados, rifles de alta precisión, permisos y demás. Pero en el interior de nuestro país, cuando el hambre llama a la puerta y las necesidades se amontonan en la vida de los seres humanos, la naturaleza vuelve a ser la tabla de salvación para muchas familias. Eso es precisamente lo que vivió Fabio “La Mole” Moli, tercero de cinco hermanos, que supo de tareas rurales, de necesidades y de repartir muy poquito entre muchos. “Muchas veces tuve que salir a cazar por hambre, loco. No sabés lo felices que nos poníamos de cazar una iguana o una liebre. Ni que hablar si eran patos”, cuenta recordando su infancia con rostro emocionado.
Su padre, Alberto Aurelio Moli, comenzó a llevarlo de cacería a la edad de 8 años. “Teníamos 17 perros, loco. Todos cazábamos, uno mejor que otro. Teníamos perros liebreros, teníamos perros vizcacheros, teníamos perros perdiceros e iguaneros. Cada perro se destacaba en algo. Yo he vivido de los bichos que cacé, nunca me morí de hambre, comí todos los bichos habidos y por haber, nunca pasé hambre porque sabía cazar. Toda la vida cacé, hasta vendí bichos. Cuando era muy chico cazaba ranas con la mano y un sol de noche. Después salía a cazar solito con los perros, sin escopeta. Fui aprendiendo cosas, como por ejemplo a bolear palomas. Le tiraba con las boleadoras a las bandadas y siempre alguna volteaba. Y después me las comía. A los 16 años recién mi viejo me dio una escopeta para hacer mi primer tiro. Era una Arca de un caño. Me la regaló. Nunca fui más feliz”.
Villa del Rosario, el pago chico cordobés donde todavía vive pese a la fama que le ha dado su paso por el boxeo profesional y su desempeño en Bailando por un Sueño, siempre fue escenario de sus cacerías. “Cuando éramos chicos no teníamos vehículo ni nada, cazábamos todo el día, desde las 8 de la mañana a las 9 de la noche cuando las liebres valían 10 pesos el cuero. Con eso que vendía ayudaba a mi familia con plata y llevaba el pan a las casas”, expresa con su campechana parsimonia.
La caza también le dio de comer a sus hijos en tiempos duros, cuando con su esposa Cristina, “La Negra”, supieron de penurias económicas y de estirar guisos flacos con los frutos de la naturaleza para alimentar a sus cinco hijos: “La Negra siempre fue mi compañera y cuando los chicos eran chicos y no querían comer ranas, liebres o vizcachas, ella se los preparaba a la marinera y yo les decía que eran pollo”. Cabe destacar que confesiones tan duras como ésta no han generado resentimiento en el boxeador, sino, muy por el contrario, valor por lo que se tiene a partir de haber conocido la necesidad. “Con La Negra durante el año íbamos ahorrando platita y comprábamos las municiones en Córdoba. A la noche, cargábamos cartuchos. Hemos llegado a cargar 200 cartuchos con La Negra en una noche, cuando se acababa la temporada de las perdices y montaraces”.
Puesto a evaluar sus condiciones detrás de los caños, dice con orgullo y sonrisa ancha “¡Yo tiro muy bien loco!. A mí no se me va una liebre. Ya cuando empecé a andar bien laburando en la construcción o cargando fardos, empecé a andar cazando por todos lados. Me gusta ir a Rosario de Saladillo o a Formosa, y también a Santiago del Estero”.
– Ahí me imagino que tus capturas cambiaron y pasaste de las vizcachas y liebres a otras piezas…
– He cazado jabalíes en el puesto Fierro, como 300 km al norte de Villa del Rosario. El baqueano se metió en el monte con los perros y lo agarramos en la pasarela. Ese lo cacé yo. También matamos un puma una vez, pero ese lo volteó mi amigo. Esa noche hacía un frío bárbaro y yo manejaba la chata, el que tiró fue él. Ciervo también he cazado. Mejor dicho, corzuela. Una vez le día a una en Rosario de Saladillo. Hay muchos campos para cazar, yo me los conozco a todos. Si me decís ahora “vamos a Formosa”, me rajo ya.
– Y hablando de “rajarte” ¿Cuándo pensás hacer tu próxima salida?
– El lunes que viene, que no tengo teatro, me voy a cazar vizcachas. Uno de mis hijos me va a acompañar, Leonardo, otro loco por la caza. Al más chico, Jerónimo, también lo voy a llevar porque me está pidiendo. Pero no lo dejo bajar de la chata por las vívoras. Les encanta el campo, y al Leo, cuando tenga la edad requerida le voy a regalar una escopeta para que debute.
– ¿Les enseñás a tener mucho cuidado con el arma, me imagino?
– Siempre, eso sí, no se las dejo tocar. Y les muestro que hasta cuando uno va cruzando el alambrado o cuando está el perro clavado no se tiene que levantar la escopeta. Les aviso que la perdiz siempre va a buscar la claridad, porque el bicho va a volar para el lado de la claridad.
– ¿Cual de todas las especie que cazaste te parece la más deportiva?
– La parte deportiva no me gusta, me gusta que el pato termine en el horno.
Precisamente la charla se interrumpe porque La Negra llama avisando que ya está el puchero que había pedido La Mole para la cena. Fabio nos despide con su particular estilo: “Chau culiao, se me va a enfriar el pucherazo”. Lo dicho. Para la Mole, comer es prioridad. Y no vamos a ser nosotros quienes le cambiemos sus costumbres.
“Mas que pescar acompaño a los chicos y le hago el asado”
Fabio acepta posar para las fotos con su hijo y compañero de aventuras, pero reconoce que “De la pesca no fui tan amante, no fue mi hobby, siempre me llamó más la atención la caza. Pero a los chicos les gusta pescar y los llevo. Voy para Santa fe, para Formosa, donde tengo amigos, y también a Santiago. Ahora con las obligaciones nuevas ya no podemos salir tanto a muchos lados, pero cuando podemos los acompaño, pero yo les hago el asado y ellos pescan”.
-Una pasión tuya vinculada a la caza es la cría de perros. ¿Vos les enseñás a cazar?
-Tenemos perros perdiceros en casa. A mi me gusta porque los hago al gusto mío. Los entreno yo, los saco al campo, los peloteo de cachorros para que me traigan las pelota, así cuando volteás una perdiz te la traen. Ah, y los hago veloces… porque yo camino rápido y ellos me tienen que seguir el tranco y traerme lo que yo voy cazando.
El boxeador devenido en estrella de la farándula nos hablaba recién de las nuevas obligaciones, que incluyen seguir su carrera en el boxeo y ahora también tu carrera en el mundo del espectáculo tras pasar por lo de Tinelli.
– La obra que hiciste en el verano en Carlos Paz se llamó Soñando por Triunfar. ¿Soñaste alguna vez con hacer carrera en el mundo del espectáculo?
– Eso no lo soñé nunca. Soy boxeador: llegar a ser campeón argentino y sudamericano sí lo soñé. Eso sí me cambió la vida. Y pasar por lo de Tinelli me la cambió de vuelta.
Nota de Wilmar Merino para Aire Libre 9 – Marzo de 2013
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