En la pesca y en el fútbol soy un jugador de equipo.
Crack único en las canchas en sus tiempos de futbolista, el actual DT de Argentinos Juniors lleva la idea del “control y precisión” que trata de imponer en sus equipos, a las aguas donde practica la pesca con mosca, su segunda pasión. Una vida donde en los estadios y las salidas de pesca, siempre fue fundamental “un buen equipo de amigos”.
Por Wilmar Merino para Aire Libre 13
La nota con Claudio Borghi estaba pautada para después del entrenamiento de Argentinos Juniors, equipo que dirige técnicamente. Llegamos temprano al predio de la Uta en Moreno y lo vemos ejercitar a su plantel, al que le demanda constantemente “control y precisión”. Precisamente lo mismo que busca en sus casteos cuando pesca truchas en Chile con mosca. Termina la práctica y el encuentro con Aire Libre se demora con una charla de media hora en el campo de juego con dos de sus jugadores.
Al salir del campo de entrenamiento ocurrirá otro tanto cuando atienda, solícito, a cada periodista que lo aborda. Luego se cuelga en charlas informales con parte de su cuerpo técnico. Es que a Borghi le gusta el diálogo y los encuentros con amigos, algo que quedará reafirmado en las líneas que siguen donde desgrana su pasión por la pesca compartida con los afectos. La espera, al final de cuentas, valió la pena.
“El primero que me llevó a pescar ha sido mi viejo. El falleció cuando yo era chiquito. Yo soy de Morón nacido en Belgrano y Gaona, Morón. Y desde allí se hacían las famosas excursiones al Tigre, para pescar en algún recreo. Se alquilaba un micro para toda la cuadra y en la esquina de mi casa éramos todos parientes. Así que era muy común alquilar un colectivo e ir al Tigre. Pescábamos de orilla, bagres, algún porteñito… bogas ya era hablar de un plato exquisito. Cuando murió mi viejo me quedé sin la persona que me acompañara. Pero aparecieron los amigos. Y ya con unos años más, con más presupuesto, empecé a viajar al interior en busca de un buen dorado y un buen surubí. Tengo amigos que hacen excursiones a Itá Ibaté y en aquel momento no me podía prender porque necesitaba siete u ocho días y yo a esa edad, de 17- 18, no podía irme tanto tiempo porque ya estaba jugando al fútbol. Ya con más tiempo, un poco más viejo, tengo más posibilidades de ir a pescar. “Dónde” es donde estén mis amigos, donde pueda pasarla bien, donde la pesca, el asado, las charlas y las cartas sean también una buena excusa. Ya he ido teniendo compañeros de pesca de distintas edades, tanto amigos de hijos míos como padres de amigos míos. En fin.
Como se dice habitualmente, la pesca une generaciones…
Si, ciertamente. Uno cuando juega al fútbol mas o menos juega con gente de su misma edad, años más años menos, pero con la pesca es muy común unir edades, irte a pescar con alguien treinta años mayor que vos o treinta años menor. Con el tiempo ya la cosa se fue profesionalizando un poco, uno va sabiendo qué señuelo usar, de que marca, línea de profundidad o de flote… en fin, cosa que uno cuando era chico no tenía esa posibilidad, tiraba mil veces hasta sacar algo con lo único que tenía. Pero ahora siento que se enriquecen mis posibilidades, porque yo carnada ya no uso. Entonces empieza el engaño pescado -pescador, no el matar para comer. Al principio comía todo lo que pescaba, porque había poca guita, pero después uno se va haciendo más naturalista y va cuidando mas.
– ¿Cuándo se produce el salto a dejar de pescar con carnada?
-Cuando me doy cuenta que la pesca deportiva es un entretenimiento muy importante. Cuando empezás a pescar un dorado de 10 kilos o 20 kilos, lo mejor que podés hacer es devolverlo al agua para que tu hijo u otro lo pesque después. Tenemos que buscar transmitir ese mensaje el de que no se puede matar todo lo que uno saca. Esta sensación de pescar y devolver solo la entienden los pescadores… mi mujer dice que soy tonto por varias cosas, pero yo trato de explicarle qué se siente cuando clavás una buena trucha con una linda caña. Son sensaciones extraordinarias. A mí el primer dorado grande que me pegó un tirón, allá en Itá Ibaté, me paralizó el corazón… me emocionó. Y lo bueno es que eso lo podés sentir a los 20 o a los 90, no hay edades.
-Posteriormente vino un escalón más en la evolución suya como pescador y pasó a la pesca con mosca.
– La mosca es quizás lo más entretenido que he hecho en pesca. Cuando ponés una mosca tenés que ver qué está comiendo el pescado, si hacés o no hacés sombra, buscar la profundidad… ya es todo más complejo. No diría una ciencia, pero exige mayor inteligencia, mayor observación y técnica.
-¿Ata usted sus propias moscas?
-Mi señora me ha regalado un equipo para atar moscas pero nunca he podido, no tengo el talento para hacerlo.
-He compartido su entrenamiento y ví que usted puntualiza mucho en el tema del control y la precisión. ¿Encuentra un paralelismo entre el fútbol que pregona y la pesca con mosca?.
Si, tremendo, yo cuando vi pescar con mosca, dije esto es un arte. Y pensé que era bien simple. Hasta que tiré una cola e hice un nudo y se me complicó muchísimo. Admiro al tipo que puede tirar la mosca donde puede… es un arte! Es un tema de coordinación muy especial. Quizás para los deportistas es un poco más fácil trabajar con su cuerpo. Yo como deportista he trabajado con la coordinación toda mi vida y tal vez eso me favoreció. Y los gustos van cambiando. Yo ahora juego al golf y antes me parecía tonto y ahora me parece bien interesante. Son edades. La pesca de mosca no es simple. Quizás el que cucharea no comprenda la complejidad de esto por no tener en cuenta la precisión que hay que tener en el tiro, o tener en cuenta el viento, pero a mí me parece un desafío donde intervienen la caña, el pescado y yo. Además tengo que ir a buscar el pescado, caminar el río, observar… es bien interesante
-¿Cuál es su lugar en el mundo para pescar?
Chile. Hace 21 años que vivo en Chile y no me veo en ningún otro lugar donde no estén mis hijos. Tengo a Filippo, de 18, que nació en Rancagua, Chile, y a Dominique, de 25, que está en Chile desde que tenía 3 años. Tengo planificado tener una cabañita cerca de un río en Chile, donde estoy radicado y pasar allí mi vejez. No digo 12 mese al año en el frío pero tal vez sí seis meses y seis meses. He tenido oportunidad de pescar en Chile, en lugares muy bonitos, donde te rodea un ambiente que enamora: cordilleras, lagos… realmente la pesca es una excusa. Uno charla con amigos en almuerzos y cenas, ve otras cosas. A mí me gusta más pescar que cazar, pero hago ambas cosas. Para matar una liebre hay que tener cierta técnica, también me gusta. Y estos lugares a veces te permiten pescar a la mañana y cazar a la tarde. Pero me gustan más las charlas con amigos, que el pescado vaya creciendo en cada repetición de la anécdota…. Eso hace muy rica la amistad entre mates vino o whisky, según lo que tomes. Un amigo me dijo una vez algo cierto: “no conozco ningún pescador que sea mala persona”.
– Es una cofradía que une sensibilidades afines…
Si, creo que sí. Y creo que pescar es un trabajo en equipo. Me pasó con un guía en Puerto Montt que me hizo dar con la mosca adecuada cuando yo no podía pescar una trucha y él no paraba de sacar.
Diego Ortíz Mugica, fotógrafo entrevistado en el número anterior de Aire Libre, nos dijo que la pesca era una gran excusa para el “estar ahí” en lugares magníficos. ¿Usted que piensa?
-Es verdad. A veces le decís a un amigo “vamos a pescar” y él te dice “no me gusta pescar”. Y vos le explicás que la pesca es una excusa para vivir un montón de momentos compartidos, charlar. No es tan importante pescar, lo importante es sentirte bien en esa soledad de un lugar patagónico, donde no hay nada….
– Hablamos de compartir momentos con los afectos y de transmitir conocimientos a nuevas generaciones. ¿Usted pesca con sus hijos?.
– Mi hijo no tiene el gusto por la pesca. Lo he llevado a todos lados. Hasta he venido bajando la pre cordillera con un bote pescando y le he pasado la caña cuando clavaba un pescado para que sintiera las sensaciones, pero no, no es algo que le gusta. Quizás no es el tiempo de él todavía. Cuando sea más grande tal vez a Filippo le agarre el gusto.
Sabia su actitud de no pretender imponerle su gusto sino respetar sus tiempos…
Es que Filippo, que ahora tiene 18, tiene un gran problema: es hincha del mismo equipo que su papá, Racing, y fue medio por obligación. ¡Así que me parecía demasiado imponerle también el gusto por la pesca! (risas). Tengo fotos de él con 7 u 8 años pescando percas. Fueron sus primeros peces. Pero no le gusta como a mí aunque insisto, tal vez no es su tiempo, le falta. Yo he cometido el error de planificar mis vacaciones en buenos lugares de pesca, como Puerto Montt, donde hay ríos y lagos con buena pesca. Y si bien era un gran lugar para mí porque me permitía pescar, no era un lugar adecuado para que ellos estuviesen de vacaciones. Esto ya no sucede, mi hijo está en Nueva Zelanda, y cuando nos vemos se anima a compartir conmigo algunos gustos que antes no, y por eso espero que le tome el gusto a la pesca.
-¿Hay alguna captura que recuerde con emoción mas allá del tamaño?
-(risas) No quiero ser grosero pero acá el tamaño sí importa. Y lo que más me emocionó fue un dorado. Recuerdo el primer dorado en Itá Ibaté que me pegó un golpe tremendo… yo no tenía el equipo adecuado y cuando me picó sentí que podía perderlo. Lo que más me gusta es lo que sigue desde subir el pescado al bote hasta la cena… el pescado va creciendo. Lo sacás con 10 kilos y termina siendo de 20 cuando lo contás (Borghi ríe con ganas). Igual te voy a contar una anécdota que recuerdo particularmente. Estaba en un río del sur de Chile, donde veía las truchas y los salmones ahí abajo, y pese a tirarles la mosca al lado no la tocaban. Ese día me desesperaba porque no pescaba nada. Pero la mejor pesca que hice fue en el sur de Chile en los campos de Douglas Tompkins (N de R: el filántropo norteamericano que también tiene grandes extensiones en los Esteros del Iberá) frente a la isla de Chiloe, un gringo que ha comprado un importante pulmón verde allí. Era una pesca de salmones muy intensa. No el salmón del pacífico, el Chinook que también hay, sino el salmón común. Me llamó la atención la cantidad de gringos que había, con unos equipos extraordinarios. Y me impresionó porque yo no hablo nada de inglés y en la cabaña que estábamos la cena fue muy rica, porque el gringo me quería explicar en su castellano malo algunas cosas y nosotros hablábamos en nuestro inglés malo con ellos. La idea era tratar de entendernos. Cambiamos moscas, nos mostrábamos fotos… en fin, son experiencias que uno recuerda con mucho cariño y extraño, porque no lo puedo hacer muy seguido. O a veces puedo yo y no pueden mis amigos… y para mí si no hay amigos no hay pesca.
-¿Puede profundizar en ese punto? Podríamos decir que usted tanto en el fútbol como en la pesca es un jugador de equipo.
-Yo nací y moriré pensando en equipo. Alguna vez he tenido que responder en forma individual, peo siempre respondo en equipo. Con la pesca me pasa igual, no tengo la capacidad de ir a pescar solo, necesito un grupo de gente, amigos con quien vivir y a quien contarle las historias.
-¿Pescó en otro país aparte de Chile?
-Viví en Italia, en el lago de Como, pero no había pesca. Solo un restaurante donde tenían un laguito y pescabas lo que querías comer, pero eso no era pesca. También había un pesque y pague, muy caro, donde ibas y pescabas tu truchita.
¿Qué otras especies pescó además de truchas y dorados?
-Hace poco fui a pescar tarariras a San Pedro con un grupo de amigos que no veía hace tiempo porque vivo afuera. Hicimos un asado y salimos de pesca. La tarucha es un pez muy especial. Yo le cuento a mis amigos chilenos que hay que meterse en los pantanos, que los lugares no son tan lindos como los de ellos, pero es muy especial. Es un pez feíto casi incomible, pero el pique que tiene es muy lindo. Siempre en Chile hablo de los pescados que tenemos de este lado de la cordillera y elogio a las taruchas. Si encuentro pique de taruchas, no me quedo callado, llamo enseguida a un amigo y le aviso que hay pique. Ahí es donde creo que también uno juega en equipo..
La charla llega a su fin, Borghi accede a posar graficando sus dos pasiones con botines, pelota, chaleco de pescador y caña de mosca. Y deja caer una frase que resume su concepción de la vida y el deporte “No importa el pescado que vos pesques. Aquellos que hemos tenido la oportunidad de pescar un pescadito con mosca en un paraíso, bienvenido. Pero también se disfruta la pesca en San Pedro el río Luján si estás con buenos amigos. Hay que hacer un buen equipo de amigos y pasarla bien”. Todo dicho.Cuando un pescador repasa su vida con esta actividad, indefectiblemente asoman, nebulosos pero vívidos, los recuerdos de aquel iniciador que nos hizo dar los primeros pasos. Y si esa persona es su propio padre, aquellos recuerdos van cobrando mayor importancia con el paso del tiempo; mucho más cuando esa figura paterna aprovechaba los momentos compartidos, caña en mano, para dejar caer lecciones de vida que nos guiaron en nuestro devenir. Ese fue el caso de Facundo Toro, cantante de gran popularidad
Fobias que alejan de cielos y mares
– ¿Ha practicado la pesca de mar?
-Yo soy anti mar, no me gusta porque implica un riesgo. Yo tengo un problema muy grande de fobia. Mucha gente sabe que yo le tengo miedo al avión. Y en realidad yo le tengo miedo a todo lo que no controlo. Y si me dicen “pesca de mar” no la hago porque para mí embarcarme implica un riesgo. La costera sí, la practique cuando era chico en Villa Gesell. Pero la de mar no. Mi hijo juega Rugby en Nueza Zelanda y el fin de semana anterior su entrenador lo invitó a pescar y me dijo “Papá, ví un tiburón blanco”. Yo ahí me desesperé, porque uno se imagina la película y todo eso… pero enseguida pensé que no era para mí. Hace pocos días me llamó Teté Quiroz, que siempre iba a pescar lenguados con su papá. Y ahora su papá falleció y me dijo: “Bichi, vamos a pescar lenguados”, y yo le dije que no, por estas razones. La pesca de mar no me va pero sí me gusta mucho la de río.
-¿Sueña con pescar alguna especie en particular que aún no haya probado?
-Mira, yo estuve en el Caribe ahora y me ofrecieron pescar el pez espada… se que no va a pasar nada, pero eso implica un riesgo para mí y yo me corro. Mis amigos – el Negro Romero, el Polaco, “Cepillo” Carlini (los tenés que nombrar eh!!)-, son mi barra pesquera. Ellos fueron al Amazonas, lo que implicaba un vuelo hasta Brasil y otros vuelos internos. Y yo en esa no me prendo. Yo viajo en avión por una obligación, pero para pescar, no.
Con preocupaciones ecológicas.
Borghi desgrana con preocupación su pesar por ver un mundo cambiante donde el hombre usa y abusa de la naturaleza. Sostiene que hay que transmitirle a las nuevas generaciones amor por los pequeños milagros naturales, en la convicción de que no se puede amar aquello que no se conoce. “Hay paraísos en todos lados… yo acá en Moreno soy el primero en llegar y disfruto del canto de los jilgueros. A veces les digo a los jugadores ¿Escuchas los jilgueros?… y por ahí piensan “este tipo está loco”. Pero quizás no están informados para valorar lo que es escuchar un jilguero. A mi me gustan mucho los lagos. El lago tiene lugares que no sabés si otra pesona ha pisado antes, lugares donde sentís el ruido del silencio. Escuchás el agua, los pájaros, las ramas… no mucha gente lo valora quizás porque no tiene la suerte de conocerlo. Cuando vos le decís a alguien de Buenos Aires que lo que más te gusta hacer es cruzar la cordillera en auto, te dice `que boludo`. Y no sabe el espectáculo maravilloso que se pierde… es un placer disfrutarla tanto en verano como en invierno”.
“El otro día viajé a Santiago de Chile, y el negro Romero, que es como mi viejo me llevó al Aeroparque. Había muchas cañas en la costanera, y le pregunté: “Negro, ¿Sigue saliendo algo acá”? . Y me dijo: “Sí, sigue saliendo algo, pero no tanto como antes”. Cada vez tenemos menos pescados, cada vez tenemos menos ecología, mas represas, de a poco matamos todo lo que tenemos alrededor… pasa con la pesca, los árboles, los pájaros… hay poca conciencia para los que vienen después. Si no le mostramos a las nuevas generaciones las cosas de la naturaleza, va a ser difícil que las quieran. Eso se transmite de padres a hijos. Yo espero ser abuelo pronto y tal vez pueda pasarle algo a mis nietos”.
El “Bichi” se despide con una confesión que refleja su amor por la naturaleza: “Yo pedí que cuando me cremen quiero que tiren mis cenizas en tres lugares especiales para mí: la cordillera de los Andes (mi lugar en el mundo), Villa Gesell, que es donde pasé grandes vacaciones de grande y de chico, y por último en Venezia, una ciudad que me enamoró”.
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