Los 110 años del Museo de Armas de la Nación
Un diálogo con la historia: entre anécdotas, uno de los hombres que más sabe de la evolución del armamento cuenta los secretos del nacimiento del Museo Nacional de Armas de la Nación. Además, habla de la primera revista de tiro. Por Cosme Trapazzo para INFO AICACYP 37
La historia de las armas en la Argentina tiene nombre y apellido. O mejor dicho, dos apellidos: Santiago Tavella Madariaga. Desde los 9 años, como jugando, ayudó a levantar lo que hoy se conoce como el Museo de Armas de la Nación. Más tarde, organizó las primeras exposiciones de armamento de Sudamérica y desarrolló la revista pionera en habla hispana sobre tiro, que llegó a venderse en el exterior. Como si fuera poco, participó además de la fundación de la Asociación Argentina de Coleccionistas de Armas y Municiones.
Toda una vida dedicada al estudio de fusiles, cuchillos y ametralladoras, de todos los tiempos. “Los principales hechos de la historia se explican por las armas”, asegura en diálogo con el Info Aicacyp, este hombre que bien podría decirse que lo ha vivido todo, a juzgar por la cantidad de anécdotas que brotan de su boca tras cada pregunta, una persona apasionada por los libros, los entretelones de la política y sobre todo, la historia.
Todo comenzó a fines de la década del 30, gracias a una tía solterona. En busca de pretendientes, un hombre apuesto y culto llegado del exterior visitó la casa del pequeño Tavella Madariaga. Se llamaba Fernando Jáuregui Ponce de León, doctorado en Italia en Museología. Le habían dado a su cargo varios museos, entre ellos el de armas. Un Tavella Madariaga lleva el vínculo con las armas en la sangre. Basta pensar que Madariaga es un pueblo de armeros en España. Quizás por eso, Jáuregui enseguida dejó al niño Tavella Madariaga “al frente” de la organización del museo.
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Era como un entretenimiento extraescolar. Cada tarde, Santiaguito recorría las tres cuadras que separaban su casa, en Santa Fe al 1000, del Palacio Paz, en la misma avenida al 750, y se pasaba horas desembalando, limpiando y clasificando las cajas de armas que las viudas de militares habían donado a la incipiente institución. De los siglos XII al XVIII había poco y nada. “Recién en el siglo XIX, gracias a la hipótesis de conflicto con Chile, empezaron a llegar armas desde fábricas europeas”, recuerda hoy, verborrágico, en un sillón del departamento de avenida Libertador. “Yo era el dueño del museo”, recuerda.
“Jáuregui Ponce de León no tenía la más mínima idea de lo que era un arma, hablaba de ‘disponer con gusto las piezas en el espacio’, pero tenía en el despacho las pilas y pilas de donaciones sin abrir; así empecé a revisar las cosas y a armar las salas”, rememora, con los mismos ojos de niño entusiasmado que seguramente tenía por aquellos días. “Así hice una sala de fusiles, que es lo más importante que tiene el museo”, añade.
Quizás haya sido ese vínculo desde chico lo que ha marcado ha fuego el compromiso de Tavella Madariaga con el Museo de Armas, del que hoy sigue siendo, pese a no haberlo dirigido nunca formalmente, su principal sostén. Cuenta que tras haber sido el mayor coleccionista de armas de la Argentina, repetidas veces realizó importantes donaciones para engrosar el patrimonio. “Toda la plata que tengo la gasto en comprar armas que sé que no tiene el museo”, revela, y afirma, sin rodeos: “Yo soy el único sostén del museo”.
El Palacio Paz, sede del Museo, es el epicentro del Círculo Militar, donde también funciona la Biblioteca Militar de la Nación. Allí, Tavella Madariaga brinda año tras año cursos sobre historia del armamento, al que concurren estudiantes de criminalística ávidos por nutrirse de los conocimientos de este incansable investigador del armamento. Busca, revuelve, encuentra folletos de al menos un par de décadas atrás. Son fábricas de revólveres y metrallas en España. Con igual dedicación, no se deja amedrentar por la noche que avanza y se da tiempo para sacar de un cuarto contiguo algunas “joyitas”. “Con este fusil suelo salir de caza, pertenecía al general Juan Domingo Perón”, suelta.
Es su mundo. Lo trae en los genes. Fue criado, como dijo, “en una estancia fragotera”, donde las armas estaban a la orden del día. Su familia, enumera, fundó Asunción en 1537 y luego Corrientes, en 1588. De su linaje, se jacta, fueron 21 gobernadores de la provincia. Pero no se queda ahí. En su relato da la impresión de que la historia misma del país y la región está atravesada por los Tavella Madariaga. “Mi bisabuelo comandó las reacciones contra Juan Manuel de Rosas, llegó a tener 9.000 hombres en su ejército”, apabulla, y agrega el dato de que los restos de don Pedro de Madariaga, vasco de Guipúzcoa, yacen en la catedral de Sevilla, luego de que fuera a pelear en nombre del rey Fernando. “Cuando vinieron a América, siguió siempre presente el tema de las armas”, explica, como desentrañando de dónde viene su esencia.
Pero, volviendo al museo, se pone más crítico. “Nunca hubo un director que supiera nada de armas, siempre mandan un director o un coronel”. La cuestión es que alguna vez le ofrecieron estar formalmente al frente, pero por sus múltiples actividades nunca pudo concretarlo. Es que fue desde siempre empleado del Banco Nación (“hice todo lo que puede hacer un ser humano”), miembro de la inteligencia naval durante 45 años, encargado de turismo para varias administraciones, entre otras tareas.
Y además, los viajes. “Me pasé 10 años de mi vida viajando por el mundo. Viví en Miami, Nueva York, Chicago; en Tokio, Kobe y Osaka; estuve en Australia y Nueva Zelanda”, relata. Solía andar siempre por la Escuela de las Américas. “Fui muy amigo de Hugo Banzer Suárez, y también del Che Guevara”, narra, sin parar. Cuando hace una pausa, se puede mechar una pregunta de fondo.
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¿Por qué es importante para un país tener un museo de armas?
El museo es el reflejo de la historia de un país, porque la historia de la humanidad se hizo con armas. La Revolución Francesa, la toma de la Bastilla, la caída de Constantinopla, todo fue con armas. Los grandes cambios de la historia se hicieron con armas. Todo se puede conocer a través de las armas.
¿Cómo está el museo hoy?
Está lindo. Recibe muchos turistas. Pero, no aspiremos a tener grandes colecciones, que no la vamos a tener. Yo tenía un proyecto, avanzar sobre la calle Santa Fe, para presentar un desarrollo didáctico para los chicos, con salones con dioramas (una especie de maquetas) que yo había visto en Estados Unidos. Es mucho más didáctico que una vitrina. Se lo presenté al general del Círculo Militar, pero nunca lo hicieron, por comodidad de ellos.
¿Ha podido transmitir la pasión que se percibe tiene usted por el Museo y la historia de las armas, para que continúen su obra en el futuro?
No. A nadie le interesa el Museo. A los militares, nunca les interesaron las armas. Cuando yo entré a la aviación militar, me ponen a cargo de la sala de armas. Y nadie sabía nada de armas. No hay una carrera militar. Hay institutos militares donde el mejor no es el que sale primero. El programa que tienen, es falso. En la fuerza aérea me embrutecía.
¿Cómo se sostiene el Museo de Armas de la Nación?
Vos decís pomposamente “el Museo de Armas de la Nación”, pero minga, es una dependencia del Círculo Militar. No es de “la Nación”. ¿Cuál es la base de los museos? Las donaciones y los sponsors. Los grandes museos del mundo tienen gente que son sponsors. Nosotros no tenemos entrada de nada.
Usted desarrolló la primera revista sobre tiro. Cuéntenos aquella experiencia.
Ante la hipótesis de conflicto con Chile, se creó la Dirección General de Tiro. A Adolfo Arana le encargaron salir a fundar polígonos porque se venía la guerra con Chile. “Aquí se aprende a defender la patria”, decían. No quedó pueblo sin un polígono. La DGT tenía que tener un órgano y sacan la revista Tiro Nacional en 1910. Y la revista tiraba 2.000 ejemplares y se mandaba gratuitamente a todos los polígonos de tiro. Después sale otra, que se llama Revista de Tiro. El general De Vedia y Mitre me pide que me haga cargo para levantarla un poco, y no había un peso. Era 1962. Le puse “Armas y Tiro”. Después me recorrí todos los quioscos desde Plaza Italia a Plaza San Martín, dejé dos por kiosco. A la semana, se había vendido en todos. Pasamos 2.500 a 3.500 ejemplares, luego a 5.000, llegó a 15.000. Fue la primera revista del tipo en español en el mundo. La mandábamos a España, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile. Salió hasta 1973.
Cronología
- En octubre de 1904, el general Julio A. Roca, crea el “Museo Nacional de Armas”, en base a las colecciones que posee el Arsenal Principal Militar.
- En diciembre de 1911, Roque Sáenz Peña modifica su designación por la de “Museo Militar”, constituido sobre las colecciones que posee la Dirección General de Arsenal de Guerra.
- Por Ley 12.390 del 27 de Agosto de 1938, se establece que con el nombre de “Museo de Armas de la Nación”, debe funcionar, conjuntamente con la Biblioteca Nacional Militar, en el edificio que actualmente ocupa: Palacio Retiro del Círculo Militar del cual pasan a depender (ex Palacio Paz).
- Abre por primera vez sus puertas al público el 14 de diciembre de 1940. Se designa como director y organizador Fernando Jáuregui Ponce de León, quien convoca a Santiago Tavella Madariaga, todavía niño, para que organice el material del Museo.
- Tras la muerte de Jáuregui en 1972, se amplía y remodela el museo. No obstante ello, se mantuvo cerrado al público en general durante casi diez años hasta el 8 de abril de 1981, en que vuelve a abrir sus puertas con nuevas modificaciones y con más piezas que enriquecen notablemente su patrimonio.
El museo está ubicado actualmente en Maipú 1030 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Teléfono: (54-11)4311.1071/79 interno 247 – email: museodearmasdelanacion@gmail.com / Se puede visitar de lunes a viernes de 11 a 18.30 / El museo está en Facebook
Ambientes de historia
Algunas de las salas del Museo, levantadas gracias al trabajo de Tavella Madariaga.
• ARMAS DE LOS SIGLOS XII AL XVII. Contiene mandobles, espadones, ballestas, lanzas, alabardas, picas, escudos, cascos, media armaduras, etc..
• ARMAS BLANCAS (largas): Ofrece un amplio conjunto de espadas y sables agrupados por los países de origen o que las usaron, con hojas firmadas por insignes espaderos o de fábricas famosas por la calidad de sus aceros.
• EVOLUCION DE LAS ARMAS DE FUEGO (de hombro o largas): Desde un viejo y deteriorado arcabuz de avancarga a mecha, empleado en la Conquista de Tenerife (1473), a los fusiles y carabinas de encendido a chispa.
• LIBERTADOR GENERAL SAN MARTIN: Su busto y una réplica de su glorioso sable presiden la sala; bustos de prohombres de su gesta, sables de héroes de la Independencia. Lugar destacado ocupan: El Remington Patria, primera arma reglamentaria de uso masivo de nuestro Ejército y el famoso Mauser argentino.
• ARMAS DE PRESIDENTES ARGENTINOS: Reúne este recinto fusiles que pertenecieron a los Presidentes Generales Bartolomé Mitre, Julio A. Roca y Agustín P. Justo. Dr. José E. Uriburu. Dr. Roberto M. Ortiz y un fusil de caza del Dr. Victorino de la Plaza, finamente filigranados y terminados.
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ADRIAN
ojalá siga habiendo mas gente con conciencia para mantener el buen uso de los fierros