Un camino a Santiago de Compostela
“Lo intentaré pero no se puede explicar el Camino; porque el camino no se explica, se vive. Se explica el teorema de Pitágoras. Con una vivencia mágica como el Camino, lo que se puede hacer es narrarlo, contar unos retazos, y esperar que quien lo lea obtenga un atisbo pequeñito de lo que es esa larga experiencia de un mes entero”
Por Charly Centineo – Especial para AIRE LIBRE
El turista apurado
No puse despertador, no tenía ninguna apuro, sin embargo la bella anciana dueña de la pensión me despertó con mucha energía: “vamos, vamos peregrino, es tarde!!” Eran las 7am. En Saint Jean Pie de Port (Francia) y mi primer día en el Camino hacia Santiago de Compostela. El cielo cubierto propuso una etapa muy dura, 27 km por caminar y con un ascenso de 1200mts, con nubes que no dejaron ver las magníficas vistas que ofrece el cruce de los Pirineos.
Conforme subía en altura, bajaba la temperatura hasta que aparecieron neveros blancos, bonitos, que confirmaban que la temperatura era muy baja. La solución fue trotar para aumentar el calor del cuerpo. Nadie corre, pero todos van con capas de agua y mochilas pesadas. Yo decidí encarar los más de 800km hasta Santiago con una mochila de 20 litros con sólo las cosas más elementales.Un rato caminé junto a un argentino, de los pocos que vi en el camino.
Un adolescente con 14 años viviendo en USA que eligió hacer El Camino antes de iniciar la universidad. Mojado y con frío llegué al albergue de Ronsesvalles (España) a las 12.30hs, y lo encontré cerrado, si cerrado!! Sucede que los peregrinos deben dejar los albergues entre las 6 y las 8 de la mañana y hasta las 13 o 14hs, según el lugar, permanecen cerrados para su limpieza. Esa es una de las “reglas tácitas” que se aprenden en la peregrinación, todos los días se avanza hacia Santiago, por lo que los albergues quedan vacíos todas las mañanas.
El segundo día me levanté alertado por los primeros peregrinos que comienzan a moverse de sus camas a las 5 o 5.30hs. Miré por la ventana y la lluvia continuaba constante e intensa. Dejé correr el tiempo, con la esperanza de que pare. Nunca paró. Finalmente me puse la ropa mojada del día anterior y al trotecito hice un primer tramo por carretera. Unas flechas amarillas pintadas sobre el asfalto indicaban salir a la derecha. Ahí se iniciaba un sendero de tierra, barro en ese momento. Al rato veo unos peregrinos en contramano porque había un desborde y el agua cruzaba el sendero con unos 20 cm de altura. Sin dudarlo metí los pies, el agua estaba muy fría, y seguí camino.
Pude ver que los peregrinos me habían seguido. El sendero zigzagueaba y me resultaba divertido, como estar en una carrera de aventura (actividad que práctico regularmente). Nuevamente el agua cortaba el camino, con más profundidad, varias veces. Finalmente un desborde de un arroyo, generaba un torrente fuerte y de unos 20 metros de ancho. El agua con arrastre de tierra no dejaba ver la profundidad, pero se movía rápido. Con la ayuda de un palo que corté, encaré tanteando y esta vez el agua llegó a la cintura. Estuvo lindoooo, porque el agua no me arrastró por poco…
En Larrasoaña, donde finalicé la etapa, conocía a José (Paraca) con quien compartimos la tarde y luego varias etapas del camino. En la mañana siguiente Paraca levantó la persiana del albergue a las 6hs y dijo: “llueve”. Camino a Pamplona el cielo se fue abriendo. Al tomar un café con leche, en un bar al paso, vimos en el diario local la magnitud del temporal. Pamplona había estado inundada el día anterior, claro, por eso anduve con el agua a la cintura. Pero quien podía saber que el camino estaba cortado? Mejor no saberlo y disfrutarlo.
Pasamos por Pamplona a paso firme, el camino atraviesa la ciudad y José me fue mostrando las murallas, puertas, las calles de corridas en San Fermín. Es un sitio muy turístico lleno de bares y sitios para tomar cañas, pinchos y tapas.
Ser peregrino
Empezaba a comprender el significado de hacer el “Camino” como “Peregrino”. Pamplona o cualquier ciudad importante del camino, solo son lugares de paso cuando el objetivo es llegar a Compostela. Mi idea original de parar varios días en un sitio interesante quedó descartada al entender que un peregrino debe “caminar” todos los días un poco para acercarse a Santiago. Sin prisa, sin pausa, sin excusas de mal tiempo, ganas, dolor de espalda o ampollas. La esencia es moverse descontar diariamente algunos kilómetros en este largo viaje medieval.
Pasamos 5k de Pamplona y paramos en Cizur Menor, en el albergue de la Orden del Malta, donde el hospitalero Felix nos recibió con una calidez humana. Otra vez esperar que abra porque era temprano, pero esta vez bajo el templado sol fue un regalo inolvidable. El sello rojo de la Orden de Malta, de los más lindos del camino, me trae el recuerdo de la bandera que flameó aquella tarde de cielo limpio sobre la iglesia frente al albergue. Tuvimos cocina disponible así que fuimos de compras y Paraca preparó la cena. Por la mañana Felix esperó con el desayuno listo a los peregrinos, un mimo que no se repetiría en el Camino.
La lluvia dejo sus huellas y la cuesta hasta el Alto del Perdón estaba muy embarrada. Detalle insignificante contra el paisaje exuberante y las vistas desde la altura. Las esculturas en la cima del cerro y los molinos eólicos al alcance de la mano se grabaron en mi memoria. Paraca, como todos los días, apurado, por subir, bajar, avanzar, llegar.
El Camino va cruzando un sin número de pequeños pueblos que generalmente están en una colina y pasando invariablemente por la iglesia del lugar. El apuro de Paraca continuaba, yo podía seguir su ritmo perfectamente, o mejor dicho, normalmente el me seguía a mi cuando caminábamos. Pero decidí cambiar de ritmo y nos separamos. Caminé tranquilo y sin apuro, cantando, disfrutando. Otro aprendizaje. Ningún apuro por llegar, lo importante está en el Camino.
En Logroño, otra de las ciudades importantes y con fama de ser un buen lugar de pinchos o tapas, un grupo de peregrinos se preparaba para salir a probar la gastronomía de la imperdible la calle Laurel y me sumé a ellos. Hicimos pozo común y José fue administrando los recursos de bar en bar, muy divertido! Entre los compañeros de esta vivencia estaba Jesús Landart, un vasco de Irún, localidad muy cercana a San Sebastián. Minutos antes de las 22hs tuvimos que terminar apurando el trago en lo mejor de la fiesta, para llegar a tiempo al albergue. Las campanas de la iglesia anunciaron las diez de la noche a 100 metros del albergue y por supuesto cuando llegamos ya estaba cerrado. Golpeamos la puerta y nos abrieron de muy mala cara.
En el albergue municipal de Nájera encontré por segunda vez a Jesús con quien pasamos parte de la tarde en el río y compartimos la cena. También encontré nuevamente a “Franzua o Papa Noél” (así bauticé a un francés de pelo blanco con más de 70 años a cuestas), a quien venía encontrando en varias etapas desde Ronsesvalles, y estuvo largo rato escuchando mi “concierto” de guitarra sin entender palabra de alguna de las canciones que entoné. Allí, mientras cantaba, se acercó un anciano a conversar y cuando supo que yo era argentino se puso a cantar una jota que compuso dedicada al Papa Francisco, le pedí permiso y lo filmé. Momento genial.
Con Jesús quedamos contactados por mensajes de Whatsapp y de tanto en tanto iba recibiendo sus acertadas sugerencias para aprovechar al máximo el Camino. El finalizó su etapa un poco más lejos, en Grañón, en un albergue de esos pequeños y religiosos donde al peregrino lo reciben con un abrazo y se genera una mística especial compartiendo canciones, relatos y cena.
El nuevo día, y a poco de andar otra vez encuentro a Jesús en el camino, anduvimos juntos un rato hasta llegar a Belorado donde él finalizó su etapa, nos despedimos con un “buen camino” y yo avancé hasta Villafranca. Grata compañía, Jesús ya pasó los 50 años, es ingeniero pre-jubilado, estudiante avanzado de filosofía, estudioso de las artes y la arquitectura en especial la románica, un libro abierto y una persona absolutamente íntegra. Entre las conversaciones con Jesus, me relató la experiencia del albergue de Grañón donde había ayudado a cantar a una joven vasca pero francesa de una zona cercana a Irún (ya verán las coincidencias, ¿coincidencias?).
Llegué bastante cansado al albergue municipal de Villafranca de Montesdeoca. Un pequeño arroyo fue mi lugar de rehabilitación con agua muy, muy fría, donde me senté para dejar los músculos 0km. Compartí la cena con Amaia, tortilla de papas que se vende lista para calentar en el super y una botella de vino. En la cena acordamos con Amaia en llegar hasta Burgos juntos al día siguiente, pero para eso deberíamos caminar 40km. Larga etapa donde los últimos km, el acceso a la ciudad, se hicieron eternos porque se debe cruzar toda la zona industrial y el aeropuerto. A eso hay que sumarle que la lluvia y el barro. Al llegar el albergue estaba completo.
Eran las 17hs y la única opción fue buscar una pensión. Luego recorrimos las calles de Burgos, hermosa ciudad y cenamos el clásico menú del peregrino que va cambiando según las regiones de España que se van cruzando. A la mañana siguiente más lluvia. No hacía frío y el agua no molestaba, pero en la zona de Hontanas el barro gredoso, pegajoso, arcilloso, asqueroso se pegaba formando un ladrillo en cada pie, tornando la caminata muy torpe y difícil. Amaia me había contado el día anterior que su padre, cuando hizo el Camino, paró en un bar de Castrojeríz llamado La Higuera y allí tomo un buen vino. Ella le prometió a su padre parar allí, así que cuando vi el bar entré y la esperé, nos encontramos nuevamente y brindamos por su padre. Decidimos parar a dormir allí.
Siempre se conversa sobre las experiencias y encuentros en los albergues y ella en particular me relató un encuentro en Grañón, donde no se había sentido bien porque la habían “obligado” a cantar y afortunadamente un señor de Irún le había ayudado a cantar. ¿Jesús? ¿Se llama Jesús? Le pregunté. Y sí, era él. Se me ocurrió entonces tomarle una foto a Amaia y se la mandé a Jesús, junto a un mensaje que decía: “mirá con quien estoy en Castrojeríz”. Jesús me responde, estoy en Castrojeríz y se llegó hasta el restaurante donde brindamos los tres.
Inicié la mañana caminando con Amaia pero a poco de salir del pueblo una cuesta importante nos separó. Me fui adelante disfrutando el desnivel, cosa que no nos pasaba a todos por igual, fui tomando fotos del Camino, varias hacia atrás mirando la “senda que nunca se ha de volver a pisar”. Cantando a viva voz, sigo avanzando, paso a varios peregrinos, hasta que alcanzo a ver adelante otra vez a Jesús. Caminamos un rato largo conversando, luego nos quedamos en silencio, pero el ritmo era el mismo, finalmente le pregunté si le molestaba que caminara con él. Desde ese momento y casi hasta Santiago compartimos Camino y vivencias.
Jesús, curiosamente (¿otra casualidad?) es amigo de Félix el hospitalero de Cizur Menor que me había dejado un lindo recuerdo de su persona. Félix, pendiente del Camino de Jesús, iba dándole pistas, datos de interés para disfrutar el camino (así fue como Jesús paró en Grañón, donde conoció a Amaia).
La sugerencia de Félix nos llevó a parar en Carrión de los Condes en el albergue comunitario de la parroquia Santa María del Camino. Allí las monjas están a cargo de recibir, atender y “mimar” a los peregrinos, organizan una reunión para que la gente se presente, diga de donde viene y por qué hace el Camino. Luego cantan y proponen que todos canten una canción de su país de origen. Jesús canta en un coro. Le pregunté que canción le parecía que podíamos conocer ambos para cantarla juntos y me respondió “Alfonsina y el mar”. Cuando llegó el momento de cantar, pedí la guitarra y canté “Alfonsina”.
La cena en el albergue la organizan también las monjas, es comunitaria y los peregrinos colaboramos con alguna compra y la cocción de alimentos. El día anterior habíamos comprado “morcilla de Burgos”, similar a la nuestra pero con arroz, con la intención de probarla. Esta morcilla hay que cocinarla, entonces Jesús la cocinó en el albergue pero luego no nos llegó a la mesa. Finalmente no probé la “morcilla de Burgos”.
Una conclusión que sacamos con Jesús, es que en general cuanto más largo el nombre, más pequeño es el pueblo. San Nicolás del Real Camino confirma esta regla. La etapa, de unos 33km, es el inicio de la planicie que se extiende en la zona de León y es bastante monótono comparado con lo que se anduvo hasta aquí, hay tramos cercanos a la carretera, el paisaje no distrae demasiado y según dicen son los tramos para “pensar”. Vale nuevamente aclarar que hacer el Camino respetando el sentido de peregrinar, es bastante incompatible con un recorrido turístico.
El paso por grandes ciudades, y muy interesantes, como Pamplona, Logroño, Burgos, León, Astorga, Ponferrada y algunas más, tienta a quedarse más tiempo, para conocerlas en profundidad. El concepto real del peregrino es cada día avanzar y en consecuencia hay que conformarse con tomar lo que la ciudad te da durante tu paso. Nuevamente el camino se pone lindo en paisajes y eso facilita el andar. El paso por Hospital de Óbrigo deja ganas de detenerse, un hermoso puente medieval, el río y el antiguo pueblo, invitan. Allí hay albergue de la Orden de Malta, la misma de Cizur Menor donde conocí a Félix. Astorga también invita a detenerse, de hecho la mayoría de los peregrinos hace su parada allí.
El encuentro con Jesús hizo que Astorga no fuese final de etapa, ya que desde varios días atrás me venía contando de una comida típica de la región de la Maragatería, el Cocido Maragato. Por supuesto que en Astorga se ofrece esta comida, pero según mi compañero el mejor lugar donde se sirve este plato es en Castrillo de los Polvazares. Hasta allí llegamos, dejando a unos 4km el “Camino Francés”, para entrar en un pueblo detenido en el tiempo, con sus casas construidas en piedra y su puertas de madera muy coloridas, algunas de ellas con arco para que sus propietarios entraran los carros con mercadería que llegaban de lugares remotos.
Cuca La Vaina se llama el restaurant donde comimos el “Cocido”, esto consiste en un primer plato con 9 variedades de carnes de cerdo, incluyendo cueritos, pancetas, chicharrón (livianito…), luego se presentan las verduras y finalmente un caldo, producto de la cocción de las carnes. Por supuesto que se cierra con Natillas y Orujo. Sorprendimos al mozo porque no dejamos nada. El albergue municipal nos costó 4 euros, está pegado al restaurant y no había más peregrinos que nosotros, cosa que no ocurrió en otro lugar del Camino.
Otro punto emblemático es el paso por Cruz de Ferro, para muchos dejar allí una piedra u objeto que vienen cargando desde sus casas, tiene una simbología mucho más pesada que el propio peso que descargan en la cruz. Mucha emoción en las caras. Luego en bajada empinada para llegar a El Acebo, muy lindo pueblo de montaña donde el albergue parroquial nos ofreció cobijo. Allí las hospitaleras se ocupaban de mantener todo en orden y prácticamente como madres impartían órdenes sobre que hacer, como comportarse, quien cocina o quien lava los platos en la cena comunitaria. Por supuesto que esto que para nosotros fue divertido, para muchos fue una tortura.
Con un poco de seducción, y principalmente por ser Germán, Jesús y yo, los únicos que hablábamos castellano, conseguimos algunas concesiones como por ejemplo poder ir al bar para ver la semifinal de futbol Italia-España después de la hora de cierre del albergue. A mí, más que el partido, me resultó divertido compartir ese momento entre españoles e italianos.
La experiencia nos fue haciendo elegir los albergues más sencillos, con menos plazas y en lo posible comunitarios o de órdenes religiosas. Encontramos un cartel que anunciaba un nuevo albergue en Vega de Valcarce. Para llegar pasamos por todo el pueblo e incluso nos desviamos del camino un poco (en general están sobre el mismo camino). Creo que por esta razón no llegaron muchos peregrinos allí. Solo fuimos 6, dos en cada habitación de una casa muy bien arreglada y con cocina. Atendida por un hospitalero y dos sacerdotes de San Agustín.
Estando en la cocina escucho al padre Javier subir rápidamente las escaleras del albergue, yo me di cuenta que estaba entrenado y le pregunté: ¿corrés? A lo que respondió que sí, entonces acordamos salir juntos a trotar después de que diera las misas que tenía programadas. Corrimos en cuesta, salimos hacía arriba unos 20 minutos para regresar por el mismo camino hacia abajo. Genial, tenía tantas ganas de correr, a pesar de que ese día ya había caminado unos 30km como todos los días. Nos esperaron para cenar. Creo que no había opción porque el cura tenía que bendecir la cena. Luego nos reunieron, nos pidieron que cada uno de los peregrinos dijera el motivo de su Camino y finalmente nos dieron la bendición para continuar al día siguiente. Momentos de emoción y reflexión.
Toda la cuesta para llegar a O Cebreiro, a más de 1200msnm, es tan linda que lo mejor es llevar en mano la cámara de fotos. De todas formas, no hay manera de mostrar en una imagen la magnitud del paisaje. Decidí hacer una pequeña filmación, que simplemente muestra el paso pero de ninguna manera alcanza a dar dimensión de las vistas del lugar. En realidad esto ocurre muchas veces en el Camino.
Luego continua serpenteando hasta Alto de Poio para descender hasta Fonfría, pequeño pueblo gallego, absolutamente rural. La cena fue memorable con un caldo gallego y un queso con miel muy caseros que con orgullo la propia cocinera trajo a la mesa.
A 100 km de Santiago
Sarria es un lindo pueblo, que aproveché a recorrer porque las etapas cada vez fueron más cortas. Nuevamente Jesús y yo encontramos a Germán y compartimos una caña (vaso de cerveza). Germán siguió camino y nosotros paramos en el albergue del Monasterio de Magdalena, calle arriba al final del pueblo. El albergue tenía cocina, por lo que después de tanto hablar de gastronomías “española” y “argentina” mientras caminábamos, pudimos concretar el comer “papas alioli” preparadas por Jesús.
Sarria es la población donde inician el camino muchas personas que por estar a 100km de Santiago es el punto más cercano desde donde obtener la Compostela. La Compostela es una especie de diploma que se entrega a los peregrinos que acreditan haber realizado el Camino presentando la Credencial con los sellos de los albergues donde fueron parando noche tras noche.
Desde allí el Camino cambia y se transforma en una gran caravana humana que va rumbo a Santiago, seguramente aquí ya no hay motivos religiosos o espirituales, sino que se suman los que acompañan a un amigo o los lleva el grupo de la escuela o… son muchos! Pero no deja de ser lindo en paisajes, solo hay que tratar de alejarse de multitudes ruidosas y listo.
La idea original era hacer dos etapas para llegar a Santiago, para finalizar el sábado y tener la chance de ver el Botafumeiro en funcionamiento el día domingo, pero a poco de andar Jesús me dice que su mujer había llegado por sorpresa a Santiago y esto lo llevó a apresurar su paso para cubrir los 42km finales en el día. Después de tantos días caminando juntos, finalmente y por sorpresa no llegaría a Santiago con mi compañero de viaje.
La etapa estaba planteada hasta Pedrouzo y eran apenas unos 20km. Caminé solo y despacio hasta que en el primer bar encontré a los andaluces que se tomaban una cerveza. Me sumé al grupo, caminamos y caminamos, sellamos la credencial ya sabiendo que los casilleros vacíos eran suficientes para llegar al fin. Sin quererlo, nos pasamos por alto el desvío a Pedrouzo y cuando nos dimos cuenta ya estábamos lejos para volver. Seguimos hasta Monte do Gozo, lugar donde comienzan a verse las torres de la catedral de Santiago.
Antes de buscar el albergue, fuimos hasta el monumento del Monte y una señora nos contó que a las 19hs pondrían en marcha el botafumeiro en la catedral. Eran las 17hs y faltaban solo 5km, y al menos para mí no había dudas que valía la pena seguir hasta Santiago. Llegamos a Santiago! Fuimos directo a la Catedral y cumplimos con todos los rituales, el pórtico de la gloria, abrazar al santo y visitar el sepulcro. Luego nos sentamos a esperar la misa. Mi preocupación era avisarle a Jesús, que ya estaría en Santiago, para que pudiese ver el botafumeiro. Finalmente resultó que Jesús estaba dentro de la catedral y a solo 5 metros de nosotros. Nos encontramos, abrazamos y vimos todos juntos el pendular del botafumeiro, un broche prefecto para nuestra peregrinación.
En las calles los peregrinos se van encontrando y aunque apenas se haya compartido un rato en un albergue o simplemente un saludo de “buen camino”, inevitablemente surge un abrazo fuerte y la celebración por haber conseguido llegar a la meta. Al mediodía siguiente almorzamos una parrillada de peces y mariscos con Jesús y su mujer y nos despedimos, y esta vez definitivamente ya que ellos al día siguiente regresarían a Irún.
Hasta el Fin del Mundo
Unos pocos peregrinos deciden diariamente continuar su Camino hasta llegar al Atlántico. Una antigua tradición, que no tiene muy claro su origen, indica que hay que llegar caminando al “fin del mundo”, el punto más occidental de la tierra hasta el descubrimiento de América (recordemos que el Camino a Santiago se hace desde mucho antes de que Colón cruzara el océano para encontrar el “nuevo mundo”). A mí me sedujo la idea y continué hasta el mar, así que finalmente de Francia hasta el Atlántico sume unos 1000km de caminata.
Otro Camino inicia al abandonar Santiago hacia el oeste buscando el mar. Siguen las marcas amarillas que indican el rumbo, pero cambia la escala de todo, vuelve el silencio y andar solo fue muy lindo, cantando otra vez por senderos verdes y llenos de curvas. Muy linda la vista lejana de las torres de la catedral al alejarse de la ciudad, con el sol asomando al fondo. Hay que andar muy atento a las marcas y señales, que ya no son tan obvias y reiterativas.
Unos 42km para llegar a Santamariña, un pequeño pueblo con un prolijo albergue privado. Allí me encontré por última vez con un brasilero y su novia australiana con quienes nos veníamos cruzando desde más de 15 días atrás. El terreno sigue ondulado. Y apenas crucé unos poco peregrinos en toda la etapa. Es emocionante ver aparecer el mar desde la altura de los cerros, ver el final del camino y pensar que sencillamente a pie se puede cruzar un país entero conociendo su geografía, diferentes climas, costumbres y hasta notar los cambios en el idioma.
Ya en Fisterra y cansado por una dura y larga etapa de unos 50km, fui a conseguir la “finisterrana” que es el diploma que otorgan el peregrino que llega hasta este lugar acreditando llegar a pie.
Algunas reflexiones
En la planicie de León, caminando solo, escuché por primera vez en mi vida el canto del pájaro Cucú. Ni siquiera sabía que existía, solo conocía el reloj Cucú, esos que posiblemente hayan visto hace muchos años colgado de una pared con su péndulo y la casita desde donde asoma el pajarito para “cantar” la hora. En el silencio absoluto, el canto del pájaro me llevó en un instante a recordar a mi abuela paterna, Lala, que tenía un reloj en su casa. Los olores y sonidos son los sentidos que más fácilmente nos transportan a nuestros recuerdos. El Cucú siguió cantando y yo recordando. Nunca lo ví, justamente por eso el pajarito del reloj canta y se esconde. Luego me di cuenta que además del Cucú, lo único que podía escuchar mientras caminaba eran mis propios pasos, que al igual que el péndulo estaban marcándome el paso del tiempo.
Me encantaría poder transmitirle a quien lea estas líneas la dimensión que toman las cosas al caminar durante 30 días en este viaje medieval. Es difícil, a veces creo imposible, explicar cómo cambia nuestra percepción de las cosas, lo cerca, lejos, rápido. Por ejemplo, como todas las mañanas vi el momento en que salió el sol, uno va siendo absolutamente consciente de la duración de los días, y en mi caso que caminé del 7 de junio al 7 de julio pude apreciar cómo se alargaban y luego acortaban las jornadas antes y después del 21 de junio donde inició el verano europeo. Otra cosa que me resultó curiosa fue cuando al terminar definitivamente el camino en Muxía, tomé un bus para regresar a Santiago, llevaba un mes moviéndome a 5km por hora y la sensación de viaje en el bus fue como andar a 200km/h, cuando apenas se movía a 70 u 80km/h, somos bichos de costumbre.
Hice el “Camino Francés”, la más tradicional de las rutas que surcan España para llegar a Compostela. Hice un Camino a Santiago, miles de vivencias irrepetibles aunque volviese a recorrer la misma senda porque como dijo Machado “Caminante no hay camino, se hace camino al andar, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.
Una experiencia increíble, el Camino, la Vida. Si alguien se contagia leyendo esto y quiere comunicarse, puede escribirme a karlosfacundo@hotmail.com que con gusto responderé. Posiblemente en 2014 haga una nueva ruta a Compostela, esta vez en bicicleta. Quién se suma? Buen Camino!! Buena Vida!!
Nota gentileza de Carlos Centineo – Marcelo Palahi – KUMBRE – 9 de julio 994 – (7000) Tandil – 0249-434313, www.kumbre.com, www.crucetandilia.com.ar
Publicada en AIRE LIBRE N° 14 – Marzo 2014
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PILAR
Fantástica narración de lo que es el Camino, hasta me he emocionado.