Africa es un viaje de ida
Al frente de una empresa argentina que arma safaris en cinco países subsaharianos, destaca la importancia del guía en este deporte. “Cuando estás plantado frente a un búfalo o un león, que se te viene, hay una búsqueda interna”, describe este amante de la flora y fauna del continente africano y apasionado de la caza.Por Cosme Trapazzo para INFO AICACYP 35
Después de haber trabajado 7 años como guía de caza en la Argentina, Eber Gómez Berrade se disponía a realizar un curso de perfeccionamiento en Sudáfrica, sin más pretensiones que las de pasar unos días de estudio y descanso. No bien llegó, descubrió que era el único extranjero en un exigente curso completamente en lengua local para acceder a la matrícula de cazador profesional en la meca de los amantes de la disciplina. Con un traductor al inglés, y tras atravesar exámenes diarios y otro final ante los veedores del gobierno, lo consiguió. Así, hoy es el único argentino que ostenta ese mérito. Claro, no tuvo tiempo para el relax.
Ahora, comanda Executive Safari Consultants, una firma global con base en la Argentina, que lleva a aficionados de todo el mundo a cazar tanto a la Patagonia como al norte argentino, y arma viajes a distintos destinos en el continente africano. “Estar en un campamento a la noche tomándose un whisky, escuchando aullar a las hienas, o ver por primera vez pasar una manada de elefantes, realmente, te pone la piel de gallina; las personas se quedan como si entraran a una catedral gótica, no he conocido a nadie que no se emocione”, describe, verborrágico.
Podría decirse que conoce Namibia, Camerún, Botswana, Mozambique y Sudáfrica, los países que recorre con sus clientes, casi más que al barrio de San Cristóbal, donde vive. El mapa que cuelga de la pared, se nota, también lo tiene en la cabeza. No extraña que sea miembro asociado de la Royal Geographical Society de Londres, la legendaria sociedad de exploradores británicos. De su padre, marino, dice haber heredado un espíritu entre curioso y aventurero. La lectura, ya desde chico allá en una isla del Tigre, lo había llevado imaginariamente a esas tierras. Las historias de Allan Quatermain en los libros de Rider Haggard le abrieron la puerta. Después, voraz lector, se devoró todo sobre las expediciones de exploradores como Richard Burton, David Livingstone o Henry Stanley. Más tarde, recorrió textos de Robert Ruark o Ernest Hemingway, y las películas, empezando por “África mía”, hicieron el resto.
Todo se había creado en su cabeza. Poco después de los veinte años, Gómez Berrade llegó a África por primera vez para recorrer todo el sur. Y se emocionó hasta las lágrimas. Lo recuerda y las imágenes le brotan como del alma. Tomó un tren desde Bulawayo, en Zimbabwe, hasta Cataratas Victoria. Era un día entero de viaje. La formación había sido construida cuando Zimbabwe todavía era Rodhesia del Sur. Las ventanas aún tenían grabadas las iniciales de Rodhesia Railways, como en las historias que había leído. No pudo conciliar el sueño de tanta excitación. El amanecer, visto desde el camarote, con la silueta de los animales dibujada sobre la planicie, lo flechó para siempre. “Era la escena de una película”, rememora. Los sonidos que por años se había imaginado, también estaban ahí. “Escuchar por mí mismo a los leones por las noches, a la vera del río donde acampaba, fue impresionante”, dice. El brillo de sus ojos lo certifica.
Ese amor por África se combinó, con el transcurso del tiempo, con su pasión por la caza deportiva. Periodista de profesión (con curso para zonas de conflicto incluido), de a poco empezó a dedicarle cada vez más tiempo a aquél hobby que lo llevaba, todavía adolescente, a salir de caza con amigos en busca de liebres o perdices. Primero escribió artículos acerca de aquellos expedicionarios que había leído con frenesí. Luego, un amigo le abrió las puertas para que se animara a ser guía en un coto de caza que hoy se ha convertido en uno de los más importantes del país. Hubo un momento en que decidió entrar en el capítulo argentino del Safari Club.
Nunca dejó de formarse. Por eso cuando se topó con el curso de cazador profesional nada menos que en Sudáfrica, pudo lidiar con una currícula amplísima, que incluía desde balística, recarga, medición, primeros auxilios, tiro, ecología y taxonomía de los animales, hasta marketing y administración de una empresa de safari. Con todo ese bagaje, se jacta de que su compañía no “envía gente” a cazar, sino que “caza junto al cazador” para hacerlo “en absoluta libertad, siguiendo la tradición y el espíritu del verdadero safari africano”.
“La mayoría de los cazadores ve a África como el gran destino, la meca”, simplifica Gómez Berrade. Lo atribuye, en primer lugar, a que es el continente que tiene más fauna y más diversidad de mamíferos, junto con –quién mejor que él para decirlo- una historia riquísima de aventura y de exploración.
Al mismo tiempo, África es la cuna del negocio de los safaris y la caza deportiva. De hecho, recuerda, “safari” es una palabra del idioma suajili, que deriva del árabe y quiere decir “expedición” o “viaje”, y que después se la tomó como “viaje de caza”. Y todo esto, claro, sin mencionar lo paradisíaco de los lugares. “Cuando uno habla de Africa está cometiendo un error, porque no hay un África, hay infinidad de Áfricas, hay una variedad de lugares para el cazador que no se encuentra en ninguna otra parte del mundo”, resume.
En concreto, ¿cuál es para usted el mayor disfrute del cazador en el África?
En general, hay tantas interpretaciones como cazadores. Cuando se hace un safari en África, la persona está llevando a la realidad un sueño que viene de chico: el viaje, el campamento, el ambiente, el acto de la caza. Hay también una buena parte de “probarse a sí mismo”: cómo actúo yo frente a una situación de caza peligrosa. Cuando vos estás plantado frente a un búfalo o un león, que se te viene, hay una búsqueda interna. La cacería es un deporte pero no porque se le gane a nadie. Vos no le estás ganando al animal cuando lo matás. Te estás ganando a vos mismo. Si hacés caza no peligrosa, estás luchando contra vos mismo para cazar ese animal en buenos términos, para no hacerle trampa ni al animal ni a vos mismo. En la caza peligrosa te enfrentás a vos mismo, pero también a un riesgo real.
¿Qué tiene el safari que fascina tanto?
El safari se disfruta tres veces: cuando uno empieza a pensar en su casa y dice “yo podría hacerlo”, pese a que pareciera inalcanzable, y empezás armar el safari, eso ya es un disfrute; después está el safari en sí; y, después, cuando volviste y estás en tu casa y te sentás a tomar un vino, un whisky o un mate, te sentás a mirar los trofeos y vos solo te acordás de lo que pasaste. África es un viaje de ida, porque hay muchas opciones.
Tras la experiencia que lo llevó a obtener la matrícula de cazador profesional en Sudáfrica, ¿cree que en nuestro país hay conciencia de la importancia del guía?
Mi sensación es que en la Argentina no hay conciencia de la importancia del guía de caza. El cazador argentino cree que se basta por sí solo porque tiene esa historia. Cuando se empieza a cazar, todo el mundo agarraba su Mauser, los que tenían suerte lo deportivizaban, y salía a tirarle a algún ciervo o a algún jabalí. Si a esas personas les decís que es importante un guía, te miran raro. A esas personas cuesta hacerles entender la importancia de un guía de caza. Pero la cosa cambia rotundamente cuando esos cazadores tienen la oportunidad de viajar al exterior. Ahí, sí se nota la importancia y cuando vuelven tienen otra visión también del guía local. Hoy en día, la importancia del guía de caza es esencial te diría.
¿Por qué?
La caza deportiva es una de las herramientas más exitosas y más importantes en la conservación de la fauna silvestre. Tiene un rol de conservación que es esencial. Porque es una actividad legal, porque está regulada por estados y organismos supranacionales, donde se alocan cuotas, permisos y temporadas. Y le permite al ecosistema ser sostenible en el tiempo, para que cada vez haya más ejemplares y de mayor calidad, ya sean privados como pasa en los cotos de Sudáfrica y en la Argentina, que tienen sistemas similares porque se caza en propiedades privadas, o en el resto de África, donde se caza en concesiones del gobierno. A partir de que los animales o trofeos de caza tienen un valor económico y hay cazadores dispuestos a pagar por ello, hay una contraparte que está dispuesta a protegerla, ya sean granjeros o gobiernos.
Y además, debe haber un impacto económico.
Claro, por otro lado, la caza deportiva no es otra cosa que una rama del turismo. Se llama turismo sinergético. Genera empleo directo, empleo indirecto, ingreso de divisas, y esa generación de recursos, además, se genera en comunidades apartadas. No se caza en las ciudades. Le llegan recursos a gente que por lo general está olvidada por el Estado.
¿Qué gana el aficionado al tener un guía?
El guía lo asesora sobre la calidad de los trofeos que está buscando la persona. También, en el momento de la cacería, lo asesora sobre la pieza para la cual tiene la licencia para cazar. Si tiene una licencia para cazar un elefante de determinado peso, es él el responsable de evaluar en el campo que ese sea el elefante. Es un auxiliar fundamental en el campo. Por otra parte, es el cazador profesional el responsable de asesorar al cliente y de tomar la decisión de abatir animales que sean cazables. Y finalmente es el socio del cliente durante la cacería.
¿Qué debería aprender nuestro país en este tema respecto de Sudáfrica?
El mercado se ha profesionalizado mucho. Yo veo algunas compañías de safari muy buenas a nivel internacional, tan buenas como la mejor compañía en África o en otros países. Nos falta todavía la colegiatura. En líneas generales, también el flujo importante de cazadores extranjeros ha obligado a las compañías a profesionalizar a su gente. Lo que tiene África es mucha transferencia de conocimiento a los cazadores. Y hay un conocimiento muy concreto sobre el negocio. No sólo ya sobre las especies o el disparo, sino sobre todo lo que hace a la empresa. Ir a cazar con clientes no es lo mismo que ir a cazar con amigos. Es una industria, agradable, porque nos apasiona, pero es una industria.
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