Ecología: ¿punto de encuentro entre ciencia y religión?
La creciente atención que los diversos credos prestan al medio ambiente podría abrir una inédita vía de diálogo.
30 de junio de 2015. Para un joven cristiano convencido, de nombre Ben Lowe, la revelación llegó a orillas del lago Tanganika en África. El calentamiento sostenido del lago estaba reduciendo la pesca, había gente hambrienta y él tuvo evidencia científica de que el cambio climático era el responsable.
Para el reverendo Brian Sauder, que creció yendo a una pequeña iglesia anabaptista en una zona rural del Estado de Illinois, el momento llegó en una clase en el college. Estudiando las consecuencias de la degradación ambiental, supo de gente pobre que tenía que caminar más horas todos los días para recolectar leña en bosques destruidos.
Para ambos hombres, dos deberes cristianos que su educación los había llevado a ver como cosas separadas -cuidar de la Tierra y cuidar de los pobres- se fusionaron en un problema moralmente urgente. “¿Por qué nunca antes entendí la relación entre ambas cosas?”, recuerda haberse preguntado Sauder, dando cuenta de un vínculo que mucha gente de fe en todo el mundo está comenzando a entender.
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La encíclica divulgada por el papa Francisco recientemente podría entenderse como un punto de inflexión, al destacar las cuestiones de justicia social que están en el corazón de la crisis ambiental. Pero el texto, en un sentido, simplemente subraya un amplio cambio de ideas que está en marcha desde hace décadas, y que se extiende mucho más allá de la Iglesia Católica.
En efecto, muchas tradiciones de fe están comenzando a comprender la carga que el cambio climático significa para la gente pobre. El llamado urgente del Papa probablemente intensifique esta discusión, y provoque lo que podría ser uno de los diálogos más importantes entre la ciencia y la religión desde los tiempos de Charles Darwin.
De hecho, los científicos ambientales creyentes están siendo valorados como traductores entre dos bandos que a menudo han visto el mundo de modos radicalmente diferentes. Estos científicos han sabido por mucho tiempo que los hechos y datos que producen sus colegas investigadores no bastan para llevar al público a actuar. Para que eso suceda, aseguran, la ciencia tendría que enmarcarse en términos morales.
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Sin embargo, esta postura todavía no es mayoritaria: existen encuestas que indican que una mayoría de cristianos estadounidenses ve el cambio climático como algo real, pero menos de un tercio entiende el problema, ampliamente documentado en estudios científicos, de que la gente pobre es la más perjudicada por el problema.
En este sentido, gente como Lowe y Sauder han dedicado sus vidas a ayudar a otros creyentes a entender la relación. Sauder, ordenado en la Iglesia Menonita, es el director ejecutivo de Faith in Place (La fe en su lugar), un grupo que reúne gente de distintas iglesias en Illinois y ayuda a templos con instalación de paneles solares. En todo el país han surgido grupo similares bajo la bandera de una organización llamada Interfaith Power and Light (Energía y luz inter-iglesias).
Lecturas del Génesis
Por otra parte, entre cristianos y judíos el debate teológico a veces se centra en saber qué quiso decir exactamente Dios en el primer capítulo del Génesis cuando dio a los humanos “dominio sobre los peces del mar y las aves del aire y el ganado y toda la tierra y sobre todo lo que se arrastra sobre la tierra“.
¿Este pasaje significa que la gente no puede hacer daño ecológico? Algunos políticos conservadores parecen interpretar el texto como una promesa de que Dios no permitirá a los humanos destruir su único hogar. Pero en su encíclica, Francisco rechaza esta visión, al declarar no sólo que los seres humanos están alterando el clima, sino que eses mandato de dominio incluye el deber de cuidar a la creación.
Katharine Hayhoe, científica del clima de la Texas Tech University, que es cristiana evangélica, se alinea con el Papa en la cuestión y pregunta: “Si Dios le dio a la humanidad libre albedrío, ¿por qué eso no incluiría la capacidad de dañar el planeta?”
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Sin desdeñar su preocupación por los pobres, los conservadores religiosos que se oponen al ambientalismo rescatan el éxito económico que históricamente ha estado asociado al uso de combustibles fósiles. “Las políticas que mitigan el calentamiento global oprimirían a los pobres privándolos de la energía sin la cual no puede salir de la pobreza“, declaró este año en Roma E. Calvin Beisner, líder de un grupo estadounidense llamado Cornwall Alliance for the Stewardship of Creation (Alianza de Cornwall para el Cuidado de la Creación).
Quizás el interrogante mayor ahora sea si la creciente preocupación por el medio ambiente entre los grupos religiosos se traducirá en exigencias políticas más fuertes a los gobiernos para que encuentren maneras de reducir el costo de fuentes de energía de baja emisión de carbono, mejorar su confiabilidad y acelerar su instalación. Este mes, más de 350 rabinos estadounidenses emitieron su propia carta, declarando que ha llegado el momento de actuar.
“La esperanza es que una y otra vez a lo largo de la historia, cuando nuestro país enfrentó la necesidad de un cambio profundo, han sido nuestras comunidades de compromiso moral, convicción religiosa y búsqueda espiritual las que han respondido a la necesidad -declararon los rabinos- . Así fue hace 50 años en el movimiento de los derechos civiles y así debe ser hoy“.
Por Justin Gillis para The New York Times
Traducción: Gabriel Zadunaisky para La Nación
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