El kayakista del Atlántico, Aleksander “Olek” Doba, un aventurero polaco de 67 años de edad, fue elegido “el aventurero del año 2014” por los lectores y seguidores de National Geographic.
El recuento de votos terminó – record absoluto… 521.000 votos, casi 8 veces más que en 2014 – y esta vez la gente eligió al aventurero polaco que hiciera a los 67 años de edad, la travesía más extensa – sin velas y en aguas abiertas – de la historia.
“La gente me pregunta la edad y yo les contesto …no soy viejo, soy joven, tengo apenas 67 jóvenes años”… cuenta riéndose, el intrépido kayakista Aleksander Doba.
El 19 de abril de 2014, Doba, quien ahora tiene 68 “jóvenes años”, dio el último impulso a su pala completando así las 7.716 millas de viaje transatlántico para después amarrar a OLO, su kayak de 23 pies, en la marina de New Smyrna Beach, Florida.
El aventurero polaco partió de Lisboa, Portugal, el 5 de octubre de 2013 con la intención de navegar 5.400 millas a través del punto más ancho del Atlántico y arribar a Florida a mitad de febrero. Pero las tormentas, sumadas a algunas fallas en el equipo, lo fueron alejando del curso previsto. Fue así como agregó 1.300 millas adicionales a una travesía que en su distancia original ya ameritaba el record. Nadie había hecho un recorrido tan extenso, navegando solo y en kayak, hasta el momento en que se completó esta travesía.
Doba recorrió un promedio de 30 millas diarias, muchas veces remando de noche, aprovechando así el natural descenso de la temperatura. Nunca dormía más de 6 horas diarias y lo hacia de manera fragmentada a lo largo del día y acurrucado en el cockpit, apretujado por el stock de víveres – para 5 meses de navegación – y el resto de los elementos de su equipo.
Iniciada la travesía y una vez que se alejó lo suficiente de la costa, decidió permanecer la mayoría del tiempo desnudo ya que esto le resultaba mucho más cómodo, dado la estrechez de la embarcación.
Cuando se alejaba de la costa, su compañía cambiaba y los pájaros eran reemplazados por miembros de la familia marina tales como: peces, tortugas, delfines, ballenas y tiburones. “Docenas de tiburones me inspeccionaban a menudo pero, hubo uno muy hostil que estaba decidido a atacarme, así que tuve que golpearlo bastante fuerte con la pala en la cabeza para que desistiera en su intento”…recuerda Doba.” En la parte más cálida del Océano Atlántico, los peces voladores me brindaban un espectáculo inusual.
Cuando algunos de ellos aterrizaban en mi kayak, era un momento de dicha ya que esa noche reemplazaría la comida liofilizada en el menú de mi cena por algo más atractivo y sustancioso. Doba comenzó a practicar kayakismo después de los 34 años y no se entrenó especialmente para esta travesía.
“Me considero un turista”, explica. “Incluso hago expediciones oceánicas como un turista y un turista no se prepara demasiado. Llevo una vida físicamente activa, ando en bicicleta, trabajo en mi jardín y disfruto de las caminatas.”
Doba no parece experimentar dificultades físicas salvo alguna reacción cutánea por exposición prolongada al agua salada. Uno de los inconvenientes más serios fue la falta de comunicación durante 47 días debido a fallas en su teléfono satelital. A dos meses de estar navegando casi clavado en el Atlántico Norte, fue cuando las baterías AA de su artefacto de tracking personal fallaron y el ingeniero jubilado tuvo que ingeniárselas adaptando la conexión para ser alimentado con pilas AAA.
Fueron muchas las veces en que debió soportar olas de 3 metros de altura, momentos críticos a los que se sumaron los 40 días y otras tantas noches no previstas originalmente, en los que debió luchar contra vientos y corrientes desfavorables que lo mantuvieron remando en círculos en torno al tristemente célebre “Triángulo de las Bermudas”.
Cada dos semanas se veía obligado a hacer un nuevo círculo. Tres veces remó entre 200 y 300 millas sin lograr un avance significativo, sólo para ser empujado de vuelta al comienzo por vientos y corrientes adversas.
Finalmente, el timón se rompió en medio de una gran tormenta e imposibilitado de combatir a los vientos predominantes con el timón roto, Doba se vio forzado a refugiarse en las Islas Bermudas para reparar la embarcación.
Cuando retornó al punto exacto donde se había visto obligado a buscar ayuda en Las Bermudas, Doba comenzó a trazar la ruta que lo llevaría a Florida, allí fue cuando un nuevo percance afectó sus planes, las llamadas alas del kayak, diseñadas para actuar como barras antivuelco para mantener el buque en posición vertical, se rompieron.
Imperturbable ante el inconveniente, Doba, quien nunca se había preocupado demasiado por las alas, eliminó al resto de las piezas rotas y también a las luces de navegación conectadas a ellas. Para reemplazarlas, antes de iniciar las últimas 700 millas de su viaje, utilizó una jarra de plástico vacía y cinta adhesiva donde volvió a colocar las luces para fijarlas luego en el cuerpo del kayak.
“Después de la ruptura de esas alas, tuve muy poco tiempo pude ajustar y comenzar a disfrutar de esta inesperada mejora en mi kayak”, dice Doba. “Sin las alas, el kayak tuvo mayor estabilidad lateral y fue menos sensible al viento. Era como si mis deseos se hubieran hecho realidad. Por lo tanto, la decisión de continuar no me tomó más que unos pocos segundos”.
Esta no fue la primera travesía transatlántica de Doba en el OLO . En 2010, durante la Primera Expedición Transatlántica para Kayaks pasó 99 días remando 3.400 millas náuticas (3.913 millas) a través de uno de los puntos más estrechos del Atlántico, entre Dakar, Senegal, y Acarau, Brasil.
“La primer Expedición era para probarme a mi mismo y a mi kayak. El segundo viaje fue para levantar la bara, “dice Doba. “Tengo dos hijos y dos nietas. Espero que aprendan a no tener miedo a soñar, convertir los sueños en planes, y transformar los planes en realidad. Y, por último, a disfrutar de la satisfacción que producen los grandes logros”.
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