Corre, Claudio, Corre. Maratón en primera persona.
Periodista y especialista en Márketing Deportivo desde hace unos cuantos años más que los 15 que está cumpliendo como maratonista. En ese tiempo lleva recorridos más de 1200 kilómetros de maratones alrededor del mundo. Nos cuenta sus inicios, experiencias y recomendaciones.
A la hora de planificar la agenda de eventos populares, las principales ciudades del mundo (y muchas no tan populosas, pero sí tan “saludables”) apuntan un día en el año para organizar su propio maratón. Es engorroso por la gran cantidad de calles que se cortan un día (generalmente un domingo) para marcar 42 kilómetros 195 metros de recorrido. Pero puede más el interés de una comuna por mostrar “su lugar en el mundo”, de organizadores por llevar adelante un evento popular, y de marcas por posicionar su producto o servicio en una fiesta popular. Para muestra, basta un ejemplo: solo en Estados Unidos se corren 120 maratones cada año.
Yo empecé a correr en febrero de 1999, cuando mi mujer me puso un Personal Trainer que consiguió en Clarín, a tocar el timbre. Hasta ese momento, debo reconocer que no corría siquiera el colectivo y mucho menos pensaba en correr un maratón. A los seis meses, me animé y corrí mis primeros 8K (de Carrefour), y de allí en más, lo adopté como deporte.
A diferencia de las corridas de 5 y 10 Kilómetros, o incluso hasta de 21K, los maratones son etiquetados como “carreras de corredores” por su extensión y porque, en la mayoría de los casos, los que se ponen los “cortos” eligen participar en uno (y no más de dos) por año. Eso presiona a ciudades y organizadores a agudizar su ingenio parta atraer a corredores en su mayoría muy infieles, que buscan conocer distintos trazados cada año. Por eso, el gran desafío es atraer como imán a los que comprarán un cupo y se pondrán una pechera.
Mi primer maratón fue en julio de 2000 en Lobos, Provincia de Buenos Aires. Fueron 4 horas 55 minutos y 21 segundos de temores y no precisamente mucho márketing. Eso sí: el último kilómetro lloré como un nene de emoción. Sentí que había una cosa menos tenía que hacer en la vida, y con el tiempo, serían unas cuantas cosas menos, ya que no paré nunca más.
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Si pensamos en definirlos por tipo o estilo (la distancia siempre es la misma: 42 kilómetros 195 metros), están los aspiracionales (New York, Boston, Londres y París), los “veloces” en las que se busca tiempo por ser bien planas (Berlín o Rotterdam), los “turísticos” (en la de Florencia uno corre a la par del David, la de Viena termina en el Palacio de Schönbrunn o la de Praga cruza enterito el Puente Charles), los históricos (Roma, Atenas, Estambul o la de la Muralla China, por dar apenas algunos ejemplos) y hasta los temáticos como el Maratón de Disney, la Memorial Enzo Ferrari en Maranello, o el denominado Rock ‘n Roll Series, integrado por maratones en Phoenix, Nueva Orleans, Washington, Dallas, San Francisco, Raleigh, Nashville, Madrid, Portland, Liverpool, Oslo, San Diego, Seattle, Montreal, Denver, St. Louis, Savannagh, las Vegas y San Antonio, además de una decena de medio maratones rockeras en distintas ciudades del mundo.
Cuando ya me sentí más seguro, pensé en “dar el salto” hacia afuera; no en busca de mejores clasificaciones sino con el placer como motivación. Siempre con mi mujer nos gustó hacer la “social y deportiva” y conocer lugares que soñábamos, haciéndolos coincidir con un maratón. Así fue que empecé con Chicago, y seguimos con Madrid, Florencia, Viena, Praga, Atlanta, New York, Nápoles y Medoc, si hablamos de 42K. Y también me animé a la que tal vez fue la carrera más dura que corrí en mi vida, con el Sahara marroquí como escenario: el Marathon des Sables, en 2002. Nada menos que 236K en siete días. Mortal…
Hay más, mucho más; casi para escribir un libro, pero posiblemente el más divertido de los que participé haya sido el Marathon du Medoc, “les plus long du monde”, aunque se trate de “religiosos” 42 kilómetros 195 metros, como dice el reglamento.
También conocida por Le Marathon des Chateaux du Médoc, es una carrera que recorre 59 chateaux y viñedos de la Región de Bordeaux, con puestos de tintos o blancos y productos típicos de la zona, como quesos locales, ostras, y foie gras fresco servido en baguettes calentitas recién salidas del horno. El vino, como no podría ser de otra manera, se sirve en una copa de cristal, y los más de veinte puestos de “hidratación”, tienen nombres curiosos como Chateau Lafite Rothschild, Chateau Mouton Rothschild, Chateau Pichon Lonqueville o Chateau Beychevelles entre otros. ¿Motivo? Entre los grandes vinos tintos de esta región se encuentran el Château Lafite Rothschild, el Château Latour, el Château Margaux, el Mouton-Rothschild, el Château Pichon Longueville, Cos d’Estournel, los de Gruaud-Larose y Leoville así como el de Lascombes.
El Maratón du Medoc comienza y termina en el muelle de Pauillac, una pequeña ciudad sobre el río Gironde que está situada a mitad de camino entre la ciudad de Bordeaux y el Océano Atlántico. El tope es de seis horas y media para completar los 42,195 kilómetros y aunque parezca imposible, más del 90% consiguió llegar a la meta. A no reírse, porque yo marqué 6 horas, 32 m y 58 segundos…
Lo mejor: el corredor con el mejor tiempo recibe su peso en vino!
Lo más divertido: de los 8000 maratonistas que corrieron, 6000 iban disfrazados. Yo me había preparado un traje todo hecho con corchos de bodegas argentinas, pero a la hora del viaje, el traslado fue un incordio, así que como buen argentino, no me quedó otra que “atarlo con alambre” e improvisar un disfraz en el momento.
De mis 23 maratones, dos los hice solo. Sí, yo solo.
Quise correr mi propio maratón el día de mi cumpleaños (19 de noviembre). Armé mi propio recorrido, con sus respectivos puestos de hidratación, un día antes cada vez. Ambas carreras las hice en San Antonio de Areco, un lugar que amo.
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Los más aburridos de estos 15 años, por llamarlos de alguna manera, creo que fueron ese primer maratón en Lobos, ya que pasamos tres vueltas por el mismo lugar; y Nápoles (dos veces por el mismo lugar). No me gusta cuando los organizadores son “egoistas” y piensan en su comodidad antes que en el disfrute de los corredores. Contrario a eso, en el top 3 está sin dudas Buenos Aires, por su lindo recorrido.
El de mi record fue Mar del Plata (3:51:22), el que sufrí “la pared” (The Wall, como dicen… el momento más duro), fue en Florencia. Y lo más “heroico” que hice, por lo menos para mí y si a 42K se refiere, es haber corrido dos maratones en una semana: 16 de mayo en Viena y 23 en Praga. Una locura, sin dudas, pero muy emocionante la llegada en la capital checa.
Yo soy fanático, pero este año, a mi fanatismo pude sumar a mis tres hermanos, que nada tienen que ver con esto. Por primera vez corrí con ellos en el Maratón de Córdoba 2015. Cristian, el segundo, y Gabriel, el tercero, salieron en la corta. Yo cumplí mi maratón 23 y lo más emocionante fue que acompañé a mi hermano menor, Leonardo, a que corriera sus primeros 42K, cuando tenía planeado correr 30K. Un enorme placer y una fiesta el debut de la cruzada “Corré con La Destéfano”, que esperamos poder repetir.
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Mis pequeños tips para los que arrancan
• Correr sin reloj, para achicar presiones.
• La primer mitad de la carrera menos de lo que se puede, y la segunda mitad, lo que se puede.
• Salir bien de atrás e ir pasando gente al final.
• Correr su propia carrera, nunca la carrera de otros.
• Cada carrera es única, y si la subestimás, perdiste.
• Dejar el alma en cada maratón, ya que nunca sabemos si es la última.
• Cero excusas, si hace calor o llueve, es para todos.
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