Después de cada torneo, necesito ir a pescar
Cordobés de nacimiento, el arquero titular de River Plate conoció la pesca gracias al fútbol: aprendió a amar el río y sus paisajes desde que llegó a Rafaela, en Santa Fe. Allí armó una barra de amigos fieles con las que dos veces al año practican un ritual: salir en lancha y pasar dos o tres días en una cabaña en la isla, su lugar en el mundo. Una terapia que dice necesitar para desenchufarse del mundo de la alta competencia deportiva.
Marcelo Barovero, el arquero titular de River Plate es un tipo tranquilo. De hablar pausado, piensa cada palabra y usa un tono suave para comunicarse. La forma de ser de “Trapito” o “Chelo”, sus apodos, también se refleja en su manera de pescar. Elige el paisaje ribereño santafesino, pescando a la espera con amigos de toda la vida, en lugares calmos, con mucho verde y pájaros por doquier. Estos y otros detalles de su vida pudimos conocer en la hora de descanso de la concentración de River en un hotel de Cardales, cuando el genial guardametas de la banda roja accedió a contarnos acerca de su otra pasión además del fútbol: la pesca deportiva.
Nacido en Porteña, Córdoba, hijo de padre verdulero, de joven pensaba que terminaría ayudando a su padre a acomodar papas y morrones en el comercio familiar. Pero el destino le tenía preparada una sorpresa a través de sus manos, que demostraron desde joven una inusual habilidad para evitar goles. A los 13 años se fue a probar a Rafaela y lo aceptaron. A los 14 se mudó a la pensión del club. Y allí en esa localidad de Santa Fe, conoció gente vinculada al río y su naturaleza. “Yo tendría 14 o 15 años. Y a la pensión de Rafaela se acercaba mucha gente que quería al club. Al estar solo te invitan a cenar, a compartir tardes libres. Era cuestión de pasar un rato al aire libre, en otro ámbito, salir de la pensión y de la ciudad. Y en una de esas invitaciones salió la posibilidad de ir a cazar ranas. Nos divertimos mucho. Luego pasamos a sacar anguilas. Y al poco tiempo terminamos en arroyo Aguiar, muy cerca de Santa Fe. Desde entonces, generamos una costumbre: juntarnos con ese grupo de amigos, dos veces al año, pasando al menos un fin de semana en el río”.
-A diferencia de otros entrevistados que empezaron a pescar por sus padres o un familiar, en tu caso el futbol tuvo mucho que ver en tu iniciación a la pesca…
-Si, yo soy de Porteña, Córdoba, y ahí no tenemos lugares de pesca, salvo la laguna de Mar Chiquita que está como a 100 km y sufrió una inundación muy fuerte en los 80. Por suerte ahora está creciendo y está muy lindo todo ese lugar. Igual nunca he ido en plan de pesca. Pero lo cierto es que donde nací no tenía nada cerca para pescar. El fútbol me acercó a una familia que me vinculó a la pesca. Y desde que estaba en Rafaela nos seguimos viendo todos los años para pescar.
-Tengo entendido que ese lugar de encuentro con los amigos de siempre es San Javier, en Santa Fe.
Nos juntamos con mi grupo de amigos en Colonia Francesa, muy cerca de San Javier , camino a Reconquista, sobre la Ruta 1 en Santa fe. Hace diez años que visitamos ese lugar donde mi amigo tiene una lancha, un rancho. Ese es nuestro lugar, muchas veces nos han invitado a ir a otros lugares, visitar otros pesqueros. Pero para nosotros no pasa todo por conseguir un gran pez o un trofeo, sino por reencontrarnos con mis amigos, que veo cada 4 o 6 meses. Acá en River jugamos todos los domingos y no tenemos fines de semana o feriados largos para aprovechar y pasarlo en la costa o en el rio. Pero siempre aprovecho cada parate para viajar a Rafaela, donde está parte de mi familia y están mis amigos, con quienes nos vamos a este lugar. Es un poco un hecho marcado en el calendario deportivo: una semana después de que termina el torneo nos vemos. Pasamos al menos un fin de semana en una cabaña.
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-Por lo que contás no tenés el perfil del pescador solitario, te gusta la barra de amigos. Contanos acerca de tu barra de amigos pescadores
-Gustavo y Claudio Tapia son los hermanos que me han acompañado siempre ahí. En los inicios iba Claudio “pipi” Araujo, que ahora juega en Lanús. Gustavo nos introdujo en este mundo, nos fue llevando por distintos lugares. En el rancho nos espera Héctor que cuida el predio. Ellos conforman la barra con la que sostenemos una amistad desde hace mucho tiempo. Los extraño, m gustaría ir mucho más, pero los tiempos no dan. Pero esos tres días que nos encontramos el río nos limpia de todo, nos da muchas energías y nos hace pasar momentos muy lindos y lo disfrutamos. Cada viaje siempre tiene algo nuevo que nos deja el río.
-Un beneficio terapéutico
-Totalmente, eso es. Y yo lo necesito. Espero ese momento. Me encanta salir 8 o 9 de la mañana con la lancha, cargar el asadito, plantar campamento en la isla, llevar una picada, compartir una fritanga. Disfrutamos mucho navegar por ríos, arroyos, lagunas… la pesca no es solo sacar pescados del río es todo un combo, una liberación muy grande del estrés donde la cabeza se despeja. Es el lugar donde uno va a recuperar la cabeza y cargar energías para cada semestre que tentemos acá.
-¿Recordás cuáles fueron tus primeras capturas importantes?
-Mis primeras capturas importantes deben haber sido alguna boga o algún doradillo. Esta zona no tiene peces de gran porte, pero siempre hay bien pique y mas allá de eso lo importante es estar ahí tirando la caña y compartiendo buenos momentos entre amigos.
-¿Y cuál fue tu captura más grande?
-Hace dos veranos, un surubí. Somos de pasar la noche pescando en época de verano. Tenemos el inconveniente de que en los momentos que voy las temperaturas son extremas y hay que acomodarse a los mosquitos y muchas cosas incómodas, pero también tenés estos premios. He sacado un lindo surubí. Ah!, y también una raya muy grande.
-Uno cuando no pesca está como en estado latente, pasivo pero expectante. En tu caso, ¿Seguís conectado con la actividad informándote por los medios?
-Si, me gusta ver programas, o escuchar radio. En Rafaela escuchaba mucho y tengo una amistad con Ariel Robledo de la revista El Pato que siempre me está invitando a ir con él a pescar. Sin dudas cuando se termine esta carrera tendré más posibilidades. Pero en la semana trato siempre de sacarme un poco la espina de no poder ir de pesca mirando programas de televisión, que son muy atractivos, para volar un poco y soñar con estar en ese lugar que están pasando.
¿Contagiás esta pasión a tus compañeros de equipo o tus hijos?
-Si, tengo tres hijos y al más grande que tiene 8 años lo he llevado de pesca. Y también me ve mirando los programas de tele o en la compu mirando cosas de pesca. Así que uno le va mostrando lo que estar pegado a un río. Hay que intentar sacarlos de la computadora o los jueguitos y mostrarle que la naturaleza es muy linda y nos da energía y nos renueva.
-¿A tu hijo le gustó?.
-Si, el mayor, Agustín, el de 8 años, tuvo suerte porque el río nos regaló un amarillito y se entusiasmó. Lo más lindo de esto es ver moverse la caña, especialmente cuando vas con tus hijos, así que apuntamos a lo más fácil y pescamos unos bagres. Luego tengo a Narela de 5 años y Lisandro de 3. Te diría por intuición que el más chiquito va a ser el más pescador. Es el que más veo con ganas de disfrutar la naturaleza.
-Hablando de naturaleza. ¿Sos una persona que tiene conciencia de que este recurso es finito y se va acabando, principalmente por la pesca comercial?
-Me da mucha pena ver que hay lugares tan lindos, verdaderamente hermosos, que no les damos valor. Se descuida el río, la isla. Y mucho más los peces. Lo más importante primero que todo es cuidar cada uno lo que pesca y dar el ejemplo. Han sido muchos años de destrucción de las especies, esperemos que de una vez por todas se cumplan las leyes como debe ser y se recuperen los ríos.
-Estamos muy acostumbrados a ir a la naturaleza y tomar lo que queremos, no producir alimentos, por ejemplo mediante la acuicultura. Por eso se van aumentando los cupos, se empiezan a no respetar las tallas. Esto pasa con el surubí, especie a la que los biólogos aconsejan no pescar antes de 1,10 mts y sin embargo se lo sacrifica en tallas muy menores…
-Lo mejor es darle valor al río, y los que vamos al río tenemos bien claro qué se puede y que no. Solo falta que los controles sean rigurosos como deben ser. Ojalá se haga algo pronto para salvar a las especies.
-En el marco del fútbol… ¿Tenés con quien hablar de pesca?
-Acá en River tenía a Bruno Urribarri, pescador de Concordia que ha llevado a algunos compañeros por allá. Ahora se me fue el pie y no tengo con quien hablar. En Vélez hablé con Fernando Ortiz, que iba a Paso de la Patria siempre a pescar algún dorado o surubí.
-¿Siempre pescaste con cebos naturales y nunca con artificiales?
-Siempre pesqué con carnada: morena, tripa o algún preparado. Me encantaría ampliar la cosa, pero no tengo disponibilidad de tiempo. Quiero conocer nuevas técnicas. Ya se va a dar, seguramente.
-¿Dónde te abastecés de productos?
-Con la falta de tiempo mis amigos se encargan de comprar las cosas, pero tengo que hacerme una visita al pueblo y visitar a Jorge Visconti, que tiene la casa de pesca en La Porteña. Veremos que tiene ahí para llevar y llenaremos los faltantes.
-¿El mar no te entusiasma?
-No, por lo que veo no me atrae. No me llama la atención. No he ido. Quizás algún día pruebe y me guste.
– Nos contaba el Bichi Borghi en otro reportaje para Aire Libre que él tenía miedo a todo lo que no podía controlar… el avión o el bote, cosas que están en estado móvil. Le gusta pescar con los pies en la tierra. O incluso metido en el agua, pero al vadeo. ¿A vos el mar te genera temores por miedo a meterte en aguas profundas?
-No. No tengo esa cuestión de miedo al mar por la profundidad. Nosotros navegamos con todas las medidas de seguridad. Me gusta más el río porque me gusta el verde, la isla. Necesito estar rodeado de ese paisaje, eso es lo que me agrada, avistar aves… en San Javier veo muchas aves, mucha nutria, algún yacaré, tortugas… disfrutar el espectáculo de la naturaleza. Ver el atardecer o el amanecer… ver volar una bandada de patos… eso es lo que me llena.
-Las formas de pescar muchas veces reflejan la personalidad de las personas. Los más nerviosos o ansiosos eligen pescas muy activas como el baitcast o el spinning, y los más tranquilos técnicas más reposadas de pesca a la espera. Vos encuadrás en este último caso.
-Yo soy tranquilo. De hecho en esta pesca pasada salimos y nos pusimos a navegar a una velocidad, lenta, tomando mate, y fuimos paseando, disfrutando el entorno, ni siquiera tiramos las cañas. Nos fuimos limpiando la cabeza solamente mirando el entorno.
-¿Llevás música cuando vas pescar?
-Hacemos un mix. Llevamos algo de folklore, principalmente chacarera. Pero la mayor parte nos dedicamos a escuchar a la naturaleza, el ruido del agua, que genera emociones difíciles de explicar. Mirar el horizonte y escuchar el agua, limpia la cabeza.
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El Amazonas, sueño pendiente
Le mostramos una foto del colega Ariel Robledo, de El Pato, en una edición de Aire Libre, en el marco de la nota a Los Periodistas del Sector. Amigo de “Trapito”, Robledo está posando en Aire Libre con un tucunaré fogo en el Amazonas. -“Siempre con cosas grandes Ariel”, comenta Barovero sonriendo. Y esto nos da pie para seguir el reportaje.
-¿Soñás con algún lugar especial como el Amazonas?.
-Me gusta mucho el río, el Paraná me encanta. El Amazonas también tiene ese atractivo de río con mucha vegetación. Me encanta ese paisaje. Son cosas pendientes que uno va anotando y en algún momento se va a dar.
-¿Cuál sería la sede de tu campeonato mundial en la pesca?
-Me gustaría mucho ir al Amazonas con mi grupo de amigos sería lo máximo, un sueño, algo diferente. Me quedaría para siempre estar en un lugar de película como ese.
Marcelo Barovero recibe nuestros obsequios: un equipo completo de baitcast, chaleco pescador, gorra, nailon y ediciones de Aire Libre. Agradece con su tranquilidad habitual y vuelve a pensar en su lugar en el mundo y sus compañeros de siempre: “¡Que lindo cuando les muestre a mis amigos todo esto! No veo la hora de ir a pescar. ¡Gracias Aire Libre!”.
Esta vez somos nosotros y no el futbolista los que respondemos al final de un reportaje: “gracias a vos”.
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