Los cursos y las salidas grupales para sumergirse en zonas de naufragios y explorar restos de navíos ganan cada vez más adeptos.
Por Alejandro Rapetti, para La Nación
En el fondo del mar todavía resuenan ecos de incontables naufragios. Los barcos hundidos atesoran historias reales, tesoros imaginados, memorias de batallas, tempestades endemoniadas o arrecifes traicioneros.
La buena noticia es que el buceo en barcos hundidos dejó de ser una aventura inalcanzable para convertirse en una variante del buceo deportivo, que permite asomarse a mundos asombrosos en compañía de expertos.
“Bucear en naufragios despierta muchas emociones, es apasionante y desafiante a la vez. Cada barco hundido es como un museo que permite echar un vistazo al pasado otorgando mayor espectacularidad al buceo”, señala Jimena Ramirez, instructora de la Escuela Fénix, que desde hace 20 años se dedica a esta actividad con distintas certificaciones a nivel nacional e internacional.
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Según Ramírez, en los últimos años el buceo en pecios o naufragios se ha transformado en una actividad cada vez más buscada, al punto que se incluye en la mayoría de sus excursiones. Antes de las salidas, para grupos desde 6 y hasta 15 personas, es imprescindible realizar cursos de capacitación, como el básico Open Water Diver (buceador de aguas abiertas) y el curso avanzado que habilita para incursionar en buceos profundos y naufragios, así como en la identificación de peces y preservación del medio subacuático.
Accidentes y no tanto
“No existe un registro de naufragios en el Mar Argentino, ya que el comercio marítimo siempre fue muy intenso. Muchos de esos barcos se hundieron en forma accidental, mientras que otros fueron hundidos a propósito. En cualquier caso, es posible encontrar restos de naufragios en todos los mares del mundo”, explica Ramírez.
En el caso de la Escuela Fenix, las inmersiones se llevan adelante mayormente en las costas del Sur Argentino. En Las Grutas visitan el barco Don Félix, ubicado a 5,5 kilómetros de la costa y a unos 23 metros de profundidad, con un arrecife artificial creado a partir de su hundimiento. Otro de los clásicos es el buque Albatros, pesquero de 30 metros de eslora hundido intencionalmente en septiembre de 1998 frente a las costas de Puerto Madryn, con una profundidad máxima de 25 metros y la mínima de 15 metros
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A 500 metros de esta mismas costas se accede también al naufragio Folias, encallado en la playa unos 20 años atrás, luego de sufrir un incendio a bordo. El barco tiene 60 metros de eslora y según Ramírez es uno de los más interesantes de Argentina, aunque al estar expuesto a las marejadas y temporales, presenta sectores deteriorados. Tiene una profundidad máxima de once metros y una mínima de siete.
Fuera del país también visitan al navío El Pingüino, hundido en 1968 frente a las costas de Angra do Reis, en Brasil. “Se puede explorar todo el naufragio ya que su estructura está en muy buenas condiciones, a 18 metros de profundidad. Es el que más recomiendo y el que más disfruto por su majestuosidad y estado de conservación, igual que el Albatros, en Madryn”, concluye.
Divinos tesoros
Para Hugo Sorbille, instructor de la Escuela Actividades Subacuáticas Argentinas (ASA), desde hace 36 años, el buceo en barcos hundidos también despierta infinidad de fantasías relacionadas con los tesoros que trasladaban las antiguas embarcaciones en la época de la conquista y de la colonia, cuando se transportaban cargamentos de oro, plata, perlas y esmeraldas desde América hacia Europa, que se hundieron junto a los galeones.
Sin embargo, de aquellos viejos naufragios cargados de tesoros ya no queda nada a la vista. Sus cascos eran de madera y mayormente fueron tapados por arena. Los que sí pueden visitarse son aquellos más modernos, con cascos de hierro, que se preservan hasta estos días
“Nosotros realizamos inmersiones en el mar Rojo, considerado una de las mecas de esta actividad por la cantidad de barcos que hay en el fondo del mar, desde el siglo XIX hasta hoy”, explica Sorbille.
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También, cada cuatro o cinco años, Sorbille viaja a Truk Lagoon, un complejo de islas en la Micronesia, otra de las mecas del buceo en barcos hundidos. “En la Segunda Guerra mundial, los norteamericanos le devuelven la atención de Pearl Harbor a la armada imperial japonesa y le hunden 60 barcos y le destruyen 250 aviones en ese lugar, que hoy se transformó en un paraíso de los buceadores. Uno de los clásicos es el Thistlegormun, un barco inglés hundido en ese período. Todavía pueden verse los camiones, las tanquetas, los rifles y las municiones que transportaba”.
Otro de los clásicos es el Orión, que naufragó frente a las playas del estado de Santa Catarina, en Brasil, hace un siglo. Los restos del barco más antiguos que se conocen se remontan 2500 años atrás, contemporáneos a la Guerra de Troya. “Son una verdadera cápsula del tiempo”, concluye Sorbille.
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