La macabra ascensión hasta la cumbre del Everest.
Reynhold Messer, considerado el mejor himalayista de todos los tiempos calificaba la subida al Everest como un “trekking a la Zona de la Muerte”. Una ascensión macabra salpicada de cadáveres de montañeros…
Artículo de Juan Carlos Solanas para Lugaresdenieve.com.
Desde entonces, el misterio que rodea a aquellos que han perdido la vida en esta magnífica montaña me ha llamado mucho la atención. La cifra de muertos cuyos cuerpos continúan en la llamada “Zona de la Muerte” (la que va desde los 7300 m hasta la cumbre) supera los 250 cadáveres.
A partir de los años 90, gracias a los avances en técnica y material de escalada, se puso de moda entre los alpinistas de todo el mundo subir las montañas más altas del planeta convirtiendo al Everest en uno de los destinos turísticos más codiciados -y fácil de acometer, relativamente- entre los aventureros de amantes de las cimas más altas, hasta el punto de llegar a masificarse.
Durante estos años, los accidentes han sido causados, en muchos casos, por la inexperiencia y poca preparación de los escaladores o por el ansia de hacer cumbre, previo pago de un buen dinero al que costaba renunciar sin llegar a la cima, lo que ha incrementado el número de vidas que se han quedado en el camino.
De los más de 250 cuerpos que se cree han desaparecido bajo la nieve y el hielo del Everest, algunos han ido aflorando y en la actualidad es posible encontrarlos en el mismo estado en el que murieron en el transcurso de la ascensión. Varios de ellos se han hecho tristemente famosos llegando incluso a servir de puntos de referencia a los escaladores. Otros han sido retirados por sherpas dejándolos simplemente fuera de la vista de los alpinistas. Muy pocos han sido rescatados y enterrados.
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A raíz de este macabro boom de las últimas décadas, el Gobierno nepalí sorprende a quienes llegan a este país con ánimo de escalar sus montañas con el llamado “Body disposal form”, un documento en el que los alpinistas eligen entre tres opciones en caso de fallecimiento en las siguientes semanas tras la llegada: dejar el cadáver en la montaña, trasladarlo a Katmandú o repatriarlo.
La polémica llega a la Cima del Mundo
Los alpinistas son una importante fuente de ingresos para el Gobierno de Nepal, que cobra aproximadamente 10.000 dólares por por alpinista para obtener el permiso de escalada. Con todo y con eso, turistas-aventureros acaudalados, sin calcular riesgos ni importarles los cánones alpinos, empezaron a pagar grandes sumas de dinero para alcanzar el techo más alto de la tierra.Tras la tragedia de 1996 se levantó la polémica en la comunidad alpinista internacional y la opinión pública, sobre todo tras la publicación del libro del periodista afectado por este desastre Jon Krakauer, titulado “Into Thin Air” (Mal de altura en español. Ediciones Desnivel)) que ha inspirado recientemente la película de Hollywood, “Everest” en la que se ponía de manifiesto la masificación de esta mítica montaña tras el desastre.
La penúltima de de las grandes desgracias ocurría en 2014 donde 16 sherpas fallecían sepultados por una avalancha de hielo y nieve. La última tuvo lugar este mismo año tras un terrible terremoto que asoló todo el Nepal y que provocó una avalancha mortal sobre el Campo Base del Everest.
Se calcula que desde la primera ascensión realizada en 1953 por Hillary y su sherpa Tenzing hasta hoy, el número de intentos de hacer cumbre es de más de 10.000, de las cuales 5.000 han sido finalizadas con éxito, llevando a la cima a unos 3.500 escaladores entre hombres y mujeres.
El nepalí Apa Sherpa tiene el récord alcanzando la cumbre en 22 ocasiones. Otros de los “curiosos” (algunos realmente innecesarios) récords que se han venido estableciendo a costa del techo del mundo son los del japonés Yuichiro Miura que ostenta los de el hombre con más edad que ha subido la cima (80 años) o el tristemente célebre de ser el primero en bajar desde la cumbre con esquís.
La lista de récords es de lo más larga y variopinta. En ella se pueden encontrar desde ejemplos de mérito y superación a simples anécdotas, como la de ser el más rápido, el mayor o el más joven en coronar o los más macabros, como el que ostenta la propia montaña, el de ser la que más cadáveres abandonados acumula en sus laderas.
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Los 200 del Everest
De todas los alpinistas que lo han intentado, entre 200 y 300 se han dejado la vida en el intento, la mayoría están abandonados en la llamada “Zona de la Muerte”, situada en los últimos 1.000 metros del punto más alto del mundo.
Algunos de estos cadáveres, que se conservan gracias a las bajas temperaturas, son muy conocidos y han sido bautizados con curiosos nombres como “Botas Verdes”, por el color del calzado de este desafortunado alpinista. Sus restos se encuentran por encima de los 8.000 m en un hueco entre las rocas.
Años más tarde, en 2006, David Sharp, un alpinista que ante la imposibilidad de continuar se refugiaba en el mismo lugar cuando fue abandonado por varios grupos de escaladores que pasaron por la vía; se dice que unos 40 “alpino-turistas” que no quisieron renunciar a hacer cumbre pasaron a su lado alegando, tras la muerte de Sharp, que el rescate habría sido inútil y entrañaba demasiados riesgos. (Discovery Chanel en el documental “Everest: más allá del límite”)
Una de las historias más emotivas es la de la norteamericana Francys Arseniev, que tras una caída se separó de su grupo. Cuando su marido se percató de su ausencia, cogió varias botellas de oxígeno y fue a buscarla. Murió mientras intentaba llegar a ella. Los componentes de una expedición la encontraron, pero cargarla no era una opción, así que la acompañaron durante un tiempo antes de dejarla morir. Al día siguiente, dos escaladores sudafricanos la encontraron congelada. El cuerpo de su marido fue encontrado un año después.
Otra historia que avivó la polémica, y que recreamos para el programa Cuarto Milenio en paralelo a la de “los 200 del Everest”, fue la de Lincoln Hall, un excéntrico millonario australiano que milagrosamente sobrevivió a una noche a poco más de cien metros de la cumbre sin oxígeno. Quiso la suerte que al día siguiente de ser abandonado al darlo por muerto por los sherpas que lo acompañaban, amenazados también con no sobrevivir, que lo encontrara un grupo que realizaba la ascensión y que, esta vez si, aflorara la solidaridad entre montañeros y fuera rescatado con vida para poder contarlo.
En 2006, una expedición terminaba con la operación de limpieza de la vía del Collado Sur, la usada por Hillary y Tensing en la que se recogieron unos 1.300 kilos de basura y más de 30 botellas de oxígeno vacías.
¿Se retirarán también algún día los cadáveres del Everest?
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