Viajero, contador de historias, periodista de raza y con 20 años recorriendo el país en busca de personajes y paisajes, el flamante ganador del Martín Fierro de Oro por su ciclo “En El Camino” nos cuenta maravillas del país escondido.
“Yo soy un periodista viajero contador de historias, más que un documentalista. Los documentales tienen muchas variantes, pero mis documentales son subjetivos, son una mirada. En los documentales se tratan temas muy asépticamente, de una forma muy poco subjetiva, y acá es necesaria mi presencia y mi pluma y voz. El programa que yo hago no podría salir si no lo hago yo”, resume a modo de presentación Mario Markic, flamante ganador del Martín Fierro en el rubro Interés General por su programa En el camino y del Martín Fierro de Oro 2015 a modo de reconocimiento a su trayectoria.
Es que su ciclo (que sale los viernes a las 23) lleva 20 años en la señal de cable TN mostrando historias del país escondido, retazos de identidad que lo llevaron por caminos insondables, a vivir aventuras que muchas veces estuvieron lejos de lo placentero. Como aquella vez que estuvo tres días sin comer cubriendo el terremoto de Chile, o se encontró navegando en una canoa en el Amazonas esperando un ataque de guerrilleros que finalmente no se dio.
“Desde hace 20 años venimos haciendo el programa de este modo, por una razón muy simple: es mucho más frío hacerlo de la manera tradicional; no puedo contar qué es un desierto si no lo lleno con algo. Tengo que incluirme en el encuadre haciendo mis reflexiones, y rescatar luego mis vivencias. Así fue, que como un recurso quedó esta idea, y ya no tiene sentido cambiarla. Cada viaje lo hice de un modo muy artesanal, no eran viajes que significaran erogación, le tenía que dar mucho rédito a mis viajes y entonces me incluía en la escena para hacerlo”.
“Llevo dos millones y medio de kilómetros recorridos si tenemos en cuenta los aviones, con 25 a 26 viajes por año. He andado en todo lo que se mueva: hasta en dirigible hace 10 años, cuando vino uno a Buenos Aires. Me monté en toda clase de aviones, en toda clase de barcos (pese a que no sé nadar) y cuanto más tormentoso era el viaje, más me gustaba. Recién vengo de Cabo de Hornos y ahora vengo de andar en La Modesta Victoria, la emblemática embarcación del Nahuel Huapi donde viajaron el Ché Guevara y el Shá de Irán. Hice kayak en la bajada del río Atuel, en Mendoza… para mí eso es un riesgo, porque como te dije, no sé nadar. Por suerte iba con una persona que sabía gobernar la embarcación atrás. En barco y tren viaje mucho, sobre todos los más emblemáticos trenes del país. Como el Tren del de Río Turbio, el Tren del Fin del Mundo en Ushuaia, el Tren de las Nubes. Anduve también en bicicletas que inventaron en Córdoba con una gente que les puso una hélice detrás. Me gustan los vehículos, sobre todo los antiguos. Tengo mi Studebacker 1957 V8 cupé en Río Gallegos, donde me lo cuidan mi sobrino y mi tío que lo tiene muy guardado en una estancia”.
Como dijimos, tanto kilómetro recorrido buscando historias no estuvo exento de peligros. “En la guerra de Perú y Ecuador anduve en una canoa con indios en un río del Amazonas que no sabía ni donde iba. Encima era de noche y estábamos perdidos. Era una guerra, y nos llevaban los ecuatorianos. Finalmente hubo una luz en la costa y volvimos. Viví situaciones dramáticas también en medios de transporte, con turbulencias, roturas de motores en el medio de la nada… en fin. En Corrientes, en una inundación me pasó tener que comer un tatú carreta. Se hizo de noche, estaba todo inundado, habíamos estado trabajando mucho y nos quedamos en un rancho, donde estaban cocinando este armadillo”, dijo Markic, acaso desconociendo que estaba degustando una especie seriamente amenazada pero que lamentablemente sigue formando parte de la dieta campera en las zonas donde habita. Su relato de situaciones de peligro encuentra un capítulo aparte en el terremoto de Chile de 2010 “donde estuve tres días sin comer… sencillamente en esa situación no había nada para comer. Una vez que terminamos el trabajo regresamos y ahí sí nos pusimos al día”.
Hombre de la Patagonia nacido en Río Gallegos, cuenta que no se ha dedicado a la pesca ni a la caza pero que vivió la experiencia alguna vez: “A pescar he ido, pero pesqué de niño con lata, en la estancia de mi cuñado, entre Río Gallegos y Calafate, donde pasa un río que es afluente del Río Gallegos donde hay truchas y salmones. Ya de adulto he ido a pescar con mis primos, ya con sus cañas de mosca, pero no he pescado nada. Pero me gusta el paisaje, que es muy escocés. Veía pasar a los peces, pero no he tenido suerte. He salido, sí, con los pescadores de Mar del Plata, donde hemos ido al mar con tormenta. La hemos pasado brava, el barquito se aleja de la costa y Mar del Plata desaparece… vi pescar cazones con boyas y redes, y al subirlos los cortan par que se desangren y los tiran a la bodega”, le cuenta a este cronista.
Sus anécdotas marineras lo vincularon con frecuencia a pescadores comerciales: “Estuve en Ushuaia en la pesca de centollas… yo de chico las veía en Río Gallegos, pero ahora parecen haber desaparecido de allí. La ría Gallegos tiene hasta 13 metros de diferencia de mareas… yo no sé nadar por un trauma que me agarré de chiquito porque me interné mucho allí y luego no pude salir… éramos tres chiquitos de 5 a 6 años en esa situación…Por suerte un bote de la Prefectura me rescató. Pero eso me dejó una marca fuerte y por más que hice cursos nunca aprendí a nadar. Me causa vértigo sentir que no tengo nada debajo de mis pies, pero si hay algo que tape el vacío, ya estoy. Uno debe confiar en la persona que sabe y dejarse llevar. En esa convicción, me he subido en un paramotor, con una camarita chiquitita, en La Cumbre. Sucede que mi camarógrafo no quiso subirse porque tenía miedo y ahí fui yo. Me puse a filmar, y al poner el ojo en la cámara uno se olvida, por eso es que los camarógrafos tienen más coraje que los periodistas. Están más concentrados en su trabajo. El encuadre es magnético. Y lo que comprobé es que volar bajo da más miedo que volar alto”
Los famosos de Aire Libre: Marcelo Barovero
-¿Cómo logra que sus entrevistados se abran de tal manera que le cuenten hasta los secretos pueblerinos mejor guardados?
– A esta altura hay varias maneras de lograr buenos resultados. Manejar la psicología de lo desconocido. He tenido que ir a lugares donde hay una profunda diferencia cultural o conmigo o con quienes me acompañaban. Y tenía que interactuar con personas con las que tenía que hacer un gran esfuerzo no solamente para entenderme sino para que esas personas pudieran abrirse, y en poco tiempo, que es la característica del periodismo. Hay paciencia, reflexión, psicología casera, para entender distintas culturas. Hay que quitarle la hostilidad, romper la barrera, creo que lo logro porque el aprendizaje me ha hecho tomar una postura genuina con lo corporal, lo gestual, lo artístico si se quiere, poniendo muchas cosas en juego, pero de manera profesional, porque uno está haciendo un programa. Me he dado muchas veces de cabeza con la pared. Si va un porteño muy citadino a un lugar del interior, con su propio tiempo, es imposible que el periodista se saque de encima esa necesidad de hacerlo todo rápido y hablar de un modo imperante. Eso irrita a la gente que no es citadina y establece una barrera o una hostilidad manifiesta. Curiosidad, humildad y profesionalismo.
-Atahualpa Yupanqui solía decir que la Argentina tenía tres grandes misterios: la selva, el llano y la montaña. ¿Adherís?
-Yo le agregaría el desierto y el mar. En el mar encontré una definición muy grande de una persona muy interesante de Necochea: El me dijo que el mar es la pampa líquida. Al mar le damos la espalda continuamente pese a que el gran aluvión inmigratorio vino de allí. Y el desierto es un gran desafío para contar como periodista. Porque tiene una gran belleza y está lleno de vida aunque creamos lo contrario. La naturaleza se muestra en un estado descarnado. Allí, los japoneses se asombran de no ver gente en kilómetros; eso los asombra más que el paisaje. Y los Europeos fueron los grandes responsables de redescubrir la Patagonia.
-Como patagónico me imagino que allí tendrás tu corazoncito y tus historias vividas…
– Muchas!. La que más me conmovió tuvo lugar en Río Grande, Tierra del Fuego. Allí vivía en un asilo el último ona, Don Segundo Arteaga. Hombre de una gran sabiduría, pero muy entristecido. Y la razón de su tristeza era que con él moría una raza. Su raza. El convivía con un hombre blanco a quien le empezó a enseñar el lenguaje del Ona, para dejar su legado a alguien. En ese proceso estaban cuando una mañana aparece muerto el hombre blanco… y todo ese saber se perdió para siempre.
En otra ocasión navegué por el glaciar Upsala y paramos a estirar las piernas en un muelle y veo que baja una banda de alemanes y empiezan a brindar con vasitos de agua descartables entre los témpanos con agua… y ellos se están dando el gusto de tomar agua pura porque hacía años que no lo hacían desde el tema de Chernobyl. Sin dudas es una tierra mítica, acaso desde que Darwin, en un libro de reflexiones sobre su vida, habló de una suerte de maldición de la esterilidad que pesa sobre esta tierra. Desde entonces le quedó como tierra maldita la Patagonia. Pero la Patagonia hizo de eso virtud. Siempre que me pongo a pensar recuerdo siempre los lugares fríos, solitarios e inhóspitos de la Patagonia.
– Seguramente esos alemanes habrán soñado con ese paisaje patagónico reflejado en tantas historias de aventureros como las de Darwin y las que vos solés contar.
-Las pequeñas historias mueven turismo. Desde gente que viene a pescar, a cazar a ver pájaros… hay gente que viene con un libro tacha lugares, o compite con otro, otros vienen a ver dónde se escribieron determinadas obras de la literatura. A averiguar si existió Don Segundo Sombra en Areco. Van a conocer el auto de los Emiliozzi en Olavarría. Hay turismo religioso, de aventura. Esa es la gracia, no siempre son historias reales, pero si verosímiles. Por eso tantos libros sobre Hitler en la Patagonia, etc. Es una cuestión de verosimilitud.
Los famosos de Aire Libre: Soledad
– ¿Y a usted qué historia de esas “verosímiles” lo han atrapado?
– Una que cuenta que había reyes de opereta en la Patagonia, con estampillas, correo, moneda, etc. En 1880, un francés se había proclamado rey de la Patagonia araucana. También estuve en Salta contando la historia del falso Rey Inca. Allá por el 1600 un andaluz se fue a hacer la América por Lima. Se llamaba Pedro Bohórquez. Mintió por estafar y lo echaron de Perú y lo mandaron a Chile. Desterrado, cruzó la cordillera a la ciudad de Londres, Catamarca. Ahí estaban los calchaquíes en guerra con los españoles, y en pleno conflicto el tipo se presenta como el heredero del inca Atahualpa, Hinca Hualpa. Los calchaquíes le hicieron caso, no porque fueran tontos sino porque les prometió liberarlos del yugo español. A su vez le dijo a los curas que les iba a ayudar a evangelizar a los indios, pero necesitaba conocer al mandamás del Tucumán, centro político del momento. Y le dijo que él quería títulos honoríficos y ser protegido para garantizarles luego oro y plata de los indios. Con el paso de los años luchó con los calchaquíes contra los españoles y perdió. Terminó con la cabeza en una pica y a los indios Quilmes los trajeron caminando hasta lo que hoy se conoce como Quilmes, en la provincia de Buenos Aires.
Y otra historia que me quedó grabada fue la de Goya. A esa ciudad correntina la llamaban “la petit París”. Descubrí que era la ciudad de las mujeres: todos sus personajes importantes fueron mujeres. Goya estaba atendida por Gregoria, una señora que tenía un parador y le dio el nombre a la ciudad. Cuando se escaparon Camila O´Gorman con Ladislao Gutiérrez huyeron a Goya. Y hubo una gran bienhechora, que hizo de esa ciudad “la petit París”, de apellido Rolón. Esa señora heredó una fortuna tras la batalla de Pago Largo, entre unitarios y federales, donde muere el coronel que era su marido. La maestra de Sarmiento que él trajo en 1860, estuvo también allí. Y hay un teatro más pequeño que el Colón, que iba camino a la demolición y tiene una historia fabulosa. Dos mujeres se dieron a la tarea de defender ese patrimonio y salvarlo de convertirlo en una discoteca. Con la emisión del programa que le dedicamos, se salvó.
-Rescatás del olvido historias y personajes. ¿Cómo le gustaría que lo recordaran a usted?.
– Yo no sería periodista si no fuera curioso. Uno busca situaciones y encuentra, por oficio, distintos modos de despertar interés. Buscamos El Perro Verde, algo que genere el interés para entretener a la gente o contar una buena historia. Que primero me interesa a mí, y yo soy una persona que quiere contar aquello que le interesa. Por eso a mí mismo me veo como ese tipo alrededor del fogón que contaba historias para su tribu. Yo hago eso: trato de ganar la atención de los demás contando buenas historias. Y mi escenario es el país.
Después de escucharlo un largo rato, maravillados por tanta experiencia vivida, nadie puede decir otra cosa que: Objetivo cumplido, Mario.
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