Es inadmisible creer que no pueden convivir y es injusto creer que son actividades incompatibles. Por Fabio Solaiman para Aire Libre.
El punto de intersección de ambos es la técnica del tiro y la pasión por las armas, obviamente. Los que tenemos la suerte de ser juez y parte, somos privilegiados. Siempre dije, aunque no lo puedo confirmar, que un gran cazador puede ser un gran tirador deportivo, pero un gran tirador deportivo no siempre es un buen cazador. Para ser cazador hay que “mamar de chiquito” el campo y todo lo que rodea a esa hermosa naturaleza, para ser breve.
Para hablar del Tirador Deportivo desde el lugar de cazador, me gustaría contar mi propia experiencia en la que tal vez te identifiques o no. Hace muchos años, entré por primera vez a un polígono (Tiro Federal 7 de Marzo Patagones) a calibrar lo que para mí era el mejor fusil del mundo, MI FUSIL y mis bellas balas factory. Entré con mi estima muy alta, porque me avalaban años de cacería y miles de anécdotas. Creía (prejuiciosamente), que los que estaban tirando en las pedanas de fusil eran tipos “muy fantasmas” vestidos de francotirador (no todos) que le tiraban a un mísero papel. Recuerdo que hablaban en términos muy raros, “nodos de precisión”, “moas”, “recarga”, “peso de puntas”, “velocidades”, etc. Yo, por dentro los sobraba como “puchero de estancia”.
Con algunos crucé un saludo de manos, me toca el turno, tomo posición y le tiro a lo que el “colito” (encargado en aquel entonces del Tiro) me indicó. Gasté 20 balas Factory y creo que algún tiro entró en el bastidor. Un Tirador experto (Carlitos Peralta) que fumaba pacientemente un cigarrillo, me dijo que no tirara más con mis balas. Me dio 3 balas de las suyas y mi tirada por lo menos entraba en una hoja A4.
Claro, yo veía a través de un aparato que después me explicaron que se llamaba “catalejo” que los tipos metían un cargador de balas en un circulito rojo a 150 m, 250m y 300 m. Lo veía muy grande a ese círculo, para lo cual era una “papita”. Después de tamaña frustración y con la estima muy baja, le comento a mi querido amigo Walter Sandoval (cazador) lo que me había pasado y que estuve a años luz de hacer, lo que hacían esos tipos. Me dijo – “mirá, compremos un equipo de recarga y empecemos hacer lo que ellos hacen, yo creo amigo que salimos a cazar y nos hacemos un festín si aprendemos algo de esa historia”. Y así lo hicimos, eran tiempos donde se conseguía todo y de la marca que querías.
Mi táctica fue simple, empecé a ir al polígono y a tomar mates con esos Tiradores. Mi estrategia fue escuchar mucho, preguntar mucho, me enseñaron el camino y por dónde empezar y me convertí en un alumno de todos y de cada uno de esos tipos. Muy agradecido, siempre lo digo.
Aprendí lo que era la precisión, el arte de la recarga, cosas simples como regular una mira, la técnica de tiro y empecé a implementarlo en mis cacerías. De tanto tirar a agrupar y agrupar me puse lento cuando cazaba, cuestión que mi hermano y amigos me ponían el grito en el cielo, pero cuando comencé a competir recuperé la velocidad que tenía y aún más. Tuve un comienzo muy agradable y me sentí muy cómodo con los Tiradores Deportivos
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Ocurrió en mis pagos, en el Sur, cuando junté dos amigos cazadores natos y un amigo Tirador nato, que de caza nada sabía y era la primera vez en su vida que tiraba con su fusil a cielo abierto. A la hora de tirar, el Tirador se demoraba mucho y el trofeo se escabullía entre los montes, éste extendía su bípode y se tomaba todo el tiempo, igual que en el polígono. Los cazadores le recriminaban que demoraba mucho, se cansaron de esas demoras y empezaron a “voltear” apoyados en el marco de la puerta con posiciones incómodas, eso perturbó mucho al tirador al que no le daban tiempo ni a tirar una mísera bala.
Cuando los cazadores ya tenían el pecho inflado con su ego y el Tirador con una importante desazón, les propuse que el próximo disparo sería a más de 200 metros y a la cabeza, que con mi telémetro les iba a decir a todos la distancia. No recuerdo bien, pero se tiró a 200 largos casi 300. Mis amigos cazadores se ordenaban entre ellos, “tirale una cabeza arriba”, “no, es mucho”, “bueno media cabeza” y su yerros fueron una realidad, que si nadie le enseña el path de su munición a esa distancia no tienen por qué saberlo. Vieron con asombro cómo el tirador, extendió su bípode, se tomó su tiempo, respiró mucho, preguntó de nuevo la distancia y se sintió el “qrrrrrrrr” de su torreta de elevación, se escuchó decir “éste está loco, descalibró toda la mira” y por supuesto le explotó la cabeza. Fue mucha la sorpresa, lo felicitaron y el tirador no sabía por qué tanta euforia pues esa cabeza era 20 veces más grande que los “circulitos” que él solía tirar a menudo en el polígono.
Todos regresamos contentos, la convivencia fue muy buena. Los aprendizajes fueron recíprocos.
Nadie en su sano juicio debe creer que uno es mejor que el otro, es una competencia inútil. Solo quiero finalizar diciendo que si a un tirador no le gusta cazar, es legítimo. Pero si un cazador quiere ser mejor cazador, que empiece a indagar y aprender del tiro deportivo todo lo que a él le puede interesar.
Quien quiera dividir estas dos pasiones y hacer de estas disciplinas el agua y el aceite, se equivoca. La puerta de enfrente es la anécdota que leíste. Los pedantes de asados (tiradores y cazadores) es la puerta trasera. Otro día hablaremos de caza LR. Criticada y amada por muchos.
Si leíste hasta el final, te lo agradezco.
Abrazo colegas!
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