Se llegaron a matar más personas que animales por año.
El Parque Nacional Kaziranga, en el noreste de India, es un ejemplo de éxito en cuanto a la conservación de especies en peligro. Cuando se inauguró hace un siglo, solo quedaba allí un puñado de rinocerontes de un solo cuerno. Hoy, con más de 2400, el parque alberga dos tercios de la población mundial de rinocerontes.
Sin embargo, los métodos que utiliza para proteger a sus animales son objeto de controversia: los guardaparques tienen permiso para disparar y matar a los cazadores. Una clase de permiso que normalmente se le confiere únicamente a las fuerzas armadas o a la policía en casos de insubordinación civil.
De hecho, en un momento dado se mataban más personas al año -más de 20- que rinocerontes.
Y, en medio de este conflicto, quedaron atrapados los habitantes de las comunidades locales, en su mayoría indígenas.
Los rinocerontes, sin duda, necesitan protección. El valor de sus cuernos es más alto que el oro en Vietnam y China, donde le adjudican propiedades milagrosas. Dicen que sirven para curar todo tipo de males, desde el cáncer hasta la disfunción eréctil.
“Ejecuciones extrajudiciales”
El gobierno les ha dado a los guardaparques de Kaziranga poderes extraordinarios que les brindan una protección considerable si los acusan de matar gente dentro de los perímetros del parque. “La instrucción es que cuando veamos a un cazador, saquemos las armas y lo persigamos”, le dice el guardaparques Avdesh al corresponsal de la BBC en el sureste de Asia, Justin Rowlatt.
Según críticos, la orden que Avdesh y otros guardias como él han recibido significa de hecho llevar a cabo “ejecuciones extrajudiciales”. Satyendra Singh, director de la reserva, dice que la orden de disparar en el acto no describe de forma correcta cómo operan los guardaparques.
“Primero les damos una advertencia: ¿quién eres? Pero si ellos disparan nosotros tenemos que matarlos”, afirma. “Pero primero tratamos de arrestarlos, para obtener información de con quién están vinculados, quiénes son los otros miembros de la banda”, dice.
En los últimos tres años, dice Singh, han matado a 50 cazadores. Esto, añade, refleja cuánta gente de la comunidad local se ha ido involucrando en el comercio ilegal de rinocerontes.
Singh cree que al menos 300 locales están involucrados. Sin embargo, para la gente que vive en las inmediaciones del parque, el aumento en el número de muertos es un tema preocupante.
Sin fronteras
Al igual que resto del país, Kaziranga está densamente poblada. Muchos grupos tribales viven en los bosques aledaños -de donde recogen leña y plantas- desde hace siglos. Dicen que cada vez más están matando a pobladores inocentes.
Kachu Kealing y su esposa viven en un pueblito contiguo a la reserva. Los guardaparques mataron a su hijo Goanburah en diciembre de 2013. Goanburah estaba cuidando a las dos vacas de la familia. Su padre cree que éstas se escaparon y se metieron dentro del parque y su hijo -que tenía serias dificultades de aprendizaje- fue a buscarlas.
Es un error muy fácil de cometer, no hay vallas ni carteles que separen el parque del terreno circundante. Las autoridades dicen que dispararon cuando Goanburah no respondió a las advertencias.
“Él apenas podía atarse los zapatos”, dice su padre. “Todos en la zona lo conocían porque tenía tantas discapacidades”.
Sacrificio de derechos humanos
Desde 2013, cuando cambiaron las reglas de la reserva a instancia de la presión de políticos locales, que buscaban frenar el crecimiento de la caza ilegal en el parque, que constituye una de las principales atracciones turísticas de la región, las cifras de muertos aumentaron dramáticamente.
En 2015, murió más gente a manos de los guardaparques que rinocerontes por la acción de los cazadores (23 personas, en comparación con 17 rinocerontes).
El parque justifica la cifra diciendo que se debe a que los cazadores vienen fuertemente armados y les disparan a los guardias. Sin embargo, las estadísticas muestran que estos “encuentros” no son como sugieren las autoridades de la reserva.
En opinión de Pranab Doley, miembro de una comunidad local y defensor de los derechos humanos, el alto número de muertes se debe en parte a la protección legal que gozan el parque y sus empleados.
“Esta suerte de impunidad es peligrosa”, dice. “Crea una animosidad entre el parque y la gente que vive la periferia”.
La causa fue tomada por la ONG Survival International, que sostiene que los derechos de las comunidades tribales han sido sacrificados en beneficio de la protección de la vida silvestre. “El parque está manejado con una enorme brutalidad”, dice Sophie Grig, líder de la campaña. “No hay jurado, no hay juez, no se hacen preguntas. Y lo más aterrador es que hay planes para implementar esta política de disparar en el momento en toda India”.
Costo humano
Pero no son sólo los esfuerzos para frenar la caza ilegal lo que amenaza a la población local. Los grandes animales salvajes como los tigres y los rinocerontes necesitan mucho espacio. Para acomodarlos, India está planeando un expansión masiva de su red de parques nacionales. Es una gran noticia para las especies, pero estos planes implican el traslado de 900 poblados. Las autoridades del parque están desalojando a las comunidades aledañas para extender su superficie.
Se estima que más de 200.000 personas deberán abandonar sus hogares. Kaziranga duplicará su tamaño. Las órdenes de desalojo ya han sido enviadas. Recientemente, la policía estatal desalojó a dos comunidades en medio de protestas que acabaron con piedras lanzadas por los locales, que fueron golpeados con palos y dispersados por la policía. Dos personas -un padre de familia y una joven estudiante- murieron como consecuencia.
Más tarde llegaron excavadoras y el parque prestó sus elefantes para derribar a todas las casas del poblado. Críticos ven en esta destrucción más evidencia de la metodología brutal en aras de la conservación. El problema es que la táctica funciona: desde que empezaron a emplearla en en 2013, disminuyó el número de rinocerontes cazados. En 2016 sólo mataron a 18. Pero lo que importa es cuál será el costo a largo plazo, dice Pranab Doley, quien cree que la actitud del parque esconde una visión distorsionada de la conservación.
“Ésta es su política y filosofía: sacar a la gente de aquí y crear un bosque puro y prístino”, explica. Pero si el parque continúa avanzando, dice, destruirá las antiguas culturas tribales como la suya. Y también puede frustrar los esfuerzos que la gente de estas tribus hace para proteger a sus animales. “Sin la gente que cuida el bosque, ningún departamento forestal podrá proteger a Kaziranga. Es el escudo humano el que está protegiendo a Kaziranga”.
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