Un cuento de Leonardo Killian (*)
Así me lo contó Vicente Battista hace ya tiempo y puede que tenga razón.
¿Cómo empezó la literatura? O mejor dicho, ¿Cómo habrá comenzado la ficción? Antes de inventar la escritura los hombres ya contaban historias. Los relatos míticos y fantásticos, las leyendas y la ficción son tan antiguos como la misma humanidad y todo puede haber comenzado así.
Hace miles de años, los hombres vivían de la caza, la pesca y la recolección de frutos. Todavía no habían inventado la agricultura y el único animal doméstico era el perro. El perro había sido un lobo que con el tiempo, los hombres transformaron en el amigo inseparable del cazador. También habían aprendido a hacer el fuego que los alumbraba, les daba calor y cocía sus presas de caza.
En la lejana noche de los tiempos un grupo de cazadores se reunía frente al fuego y contaba sus experiencias de caza.
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Solían estar días fuera de la aldea para volver con el sustento. Y allí se reunían para celebrar la vida que les brindaba el flechazo certero o la trampa bien dispuesta.
Todos contaban sus experiencias y la admiración de sus compañeros los hacía sentir orgullosos. Se animaban entre sí a contar los detalles y a exaltar la valentía, sobre todo de los mas jóvenes que así se convertían en hombres.
Uno había que callaba.
Uno de ellos no había cazado nada.
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Había estado días siguiendo las huellas de venados y otros animales pero no había tenido suerte. Entonces sucedió lo inesperado.
Este ignoto antepasado del cual jamás sabremos su nombre, comenzó a reunir en uno solo, los relatos del resto y así narró una aventura extraordinaria. Contó con lujo de detalles como se enfrentó a lobos y otros animales salvajes, como logró vadear arroyos y trepar laderas escarpadas. Como logró atraer a las presas hacia el lugar donde se encontraba agazapado y finalmente como había logrado clavar sus afilados pedernales en los animales.
El resto de los hombres lo escuchó con asombro. El más viejo le pidió que lo volviera a narrar y así lo hizo dando detalles aún más asombrosos.
El viejo consultó con el resto y todos estuvieron de acuerdo: el narrador no volvería a cazar. Simplemente sería el que cuente las hazañas de los hombres. Noche a noche, su imaginación desgranaba escenas de caza e incluso enfrentamientos con otros cazadores rivales. Creaba bestias fabulosas y describía lugares que estaban mas allá del conocimiento.
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Así nació el arte de narrar.
Los cuentos y los héroes comenzaron a rodar de fuego en fuego y de aldea en aldea. Así nacieron el marino Simbad y el bravo Odiseo, el Ulises de los latinos y mas tarde todos los hombres valientes y astutos, inteligentes y sabios que nos acompañan con sus aventuras en las noches junto a un fuego y mas tarde en las páginas de los libros.
Así me contaba Vicente la íntima relación entre la ficción y los cazadores y yo le creo. Seguramente ese abuelo mentiroso, para salir del paso, nos regaló la fantasía ese otro alimento tan necesario para el alma.
(*) Leonardo Killian en Profesor de Historia y personal del CONICET en el Instituto de Arqueología de la UBA. Practica arquería. Tiene tres campeonatos nacionales de FATARCO y tres de la AATA.
Escribió las novelas “La sombra del general” y “La Hermandad del Arco” y dos libros de cuentos “El gato canoso” y “Cuentos y anticuentos” y editó junto al Dr.Hector Cirigliano “El Camino del Arco”
email: elgatocanoso@yahoo.com.ar
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