Devolver un pez puede ser tan lindo como pescarlo.
Nota de Carlos Nesci en exclusivo para AIRE LIBRE 26
Todos aquellos que disfrutamos de la pesca – y somos muchos millones en el planeta – hemos pasado por distintos estadios evolutivos, que van desde el predador hasta el pescador responsable. Los más veteranos podemos confirmarlo. La intención de esta nota no es acusar a nadie, porque nadie está libre de haber transitado por este camino, sino ayudar a acelerar el proceso para el beneficio de todos.
Porque si pescamos las especies permitidas dentro de los límites de lo que establecen las normativas vigentes y los requerimientos mínimos de nuestras propias necesidades y si devolvemos lo que no deseamos o no debemos capturar, estaremos contribuyendo al mantenimiento del medio ambiente y a la sustentabilidad de esta disciplina deportiva que tanto amamos.
Resulta lamentable ver como un bagre se muere boqueando porque quien lo pescó no está interesado en llevarlo y tampoco se preocupa por devolverlo; como también aqueja observar la forma en que se trata a los dientudos, a quienes se los considera una plaga “descarnadora”, sólo porque el pez sigue su instinto cazador. Lo cierto es que el medio ambiente los necesita y también la gente que los consume y sabe cómo prepararlos. Por estas razones y en especial cuando no vamos a utilizarlos, debemos respetar sus vidas y devolverlos – cuidadosamente – a su ámbito.
La devolución de un pez puede ser tan gratificante como su captura. Es un acto de grandeza en reconocimiento al adversario que luchando por librarse nos brindó un momento de abstracción de nuestros problemas cotidianos y nos permitió saborear el triunfo. A quien hizo eso no podemos -por indolencia o desidia – negarle la vida.
Pero, devolver no es “tirarlos al agua”, los peces viven la captura como una situación traumática. Los peces tienen terminales nerviosas conectadas al cerebro por lo que experimentan dolor – tema que durante muchos años se negó con el argumento de que el dolor no existe en los animales de “sangre fría” –. Los peces sufren estrés y descompensaciones. Por todo ello la liberación debe hacerse cuidadosamente.
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Confiando en que quienes todavía no lo hacen reflexionen y se inicien en esta práctica, les brindamos a continuación una serie de consejos que pueden ayudar a ejecutar la liberación de manera exitosa.
Comencemos por enumerar las consecuencias de la captura en el pez, en su condición de pescado, y veamos como minimizarlas para liberarlo en las mejores condiciones posibles
La gravedad de la herida o heridas que un pez sufrirá, dependerá de varios factores:
- La profundidad, sobre el tracto digestivo en que el anzuelo se atora, Si la pieza es “robada”, el lugar y la profundidad en donde se ha clavado el anzuelo.
- El tamaño, forma y tipo de anzuelo.
- El tiempo que ha durado la lucha.
- La temperatura reinante en el lugar. A mayor temperatura se incrementan los riesgos de una descompensación.
- La forma en que se saca y mantiene fuera del agua.
- El tiempo que ha permanecido fuera del agua.
- La manera de extraer el anzuelo.
- La forma de regresarlo al agua.
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Cómo proceder entonces:
1) Es extremadamente importante mojarse las manos antes de tocar al pez. De esta forma no dañaremos el mucus que recubre su dermis y cuya función está relacionada con la protección ante sustancias tóxicas, fijación de parásitos o amortiguación de los roces, además de mejorar el deslizamiento en el agua.
2) Lo segundo, mantener al pez horizontal. Sus órganos están diseñados para funcionar en esa orientación. Jamás y por ningún motivo tocarle o agarrarlo de las branquias o agallas.
3) Luego, manipularlo lo menos posible y con cuidado para localizar el lugar y la forma de inserción de nuestro anzuelo. A partir de ese momento operar con firmeza y suavidad para proceder a la extracción. Si el anzuelo ha sido tragado y se encuentra alojado en órganos profundos, se debe cortar la línea lo más cerca posible del anzuelo y liberarlo de esa manera. Intentar extraerlo sólo producirá mayor sufrimiento y una muerte segura.
4) Acelerar los tiempos fuera del agua. Pensemos que el pez está pasando por lo mismo que nos ocurre a nosotros cuando tragamos agua y nos estamos ahogando. Si vamos a sacarnos una foto, tengamos todo preparado y hagámoslo con celeridad…estamos salvando una vida.
Aún, si esa pieza puede ser destinada al consumo y la vamos a sacrificar, debemos proceder rápidamente para evitarle un sufrimiento innecesario. Al balde debe llegar muerta, no agonizante.
5) Introducir al pez suavemente en el agua, enfrentado la corriente. Sostenerlo – sin apretar!!! – suavemente, hasta que se recupere y pueda desplazarse por sus medios dentro del agua. No abandonarlo hasta su recuperación. Si no hubiese corriente, entonces procederemos a generar un movimiento en forma de 8 para que el agua pase por sus branquias y lo reanime.
Recomendaciones
- Evitar largas peleas, una lucha prolongada puede ser divertida para el pescador y asegurar la captura pero, resulta perjudicial para la salud del pez si la intención final es su liberación.
- Pescar responsablemente implica también tratar de hacerlo con anzuelos sin rebaba. Se recomiendan los circulares, ya que está demostrado que por su forma son los que menos lastiman a los órganos internos.
- Hay que utilizar el sentido común y si lastimamos seriamente a un pez debemos incluirlo dentro de los que nos vamos a llevar y si otro muy atractivo tiene alojado el anzuelo de forma superficial, debemos premiarlo con la liberación.
- La liberación es para aquellos peces que tienen todas las chances de sobrevivir.
- Así como hace un tiempo se pregonaba que deportista era aquel que utilizaba los equipos más livianos y le daba chances al pez de liberarse, hoy la corriente cambió de dirección y se sugiere que al hacer “captura y liberación” se utilicen equipos potentes para abreviar el tiempo de lucha.
- Cuando uno clava a un pez, se produce en él un evento de estrés. Los niveles de ácido láctico se incrementan, tal como ocurre con los seres humanos sometidos al ejercicio físico extremo. Esto se ha relacionado con la muerte de peces, incluso varias horas después de haber sido liberados exitosamente. Por lo que el tiempo total de pesca y liberación debe ser abreviado al máximo posible. Salvo cuando se pesca en aguas muy profundas – generalmente en el mar – para evitar el barotrauma por diferencias de presión. En este caso se debe recuperar al pez lentamente para permitir su adaptación al medio.
Conclusión
La liberación de nuestras capturas resulta una experiencia muy reconfortante tanto individualmente, al vivenciar la recuperación del pez y devolverle al medioambiente lo que le pertenece como colectivamente, permitiendo a las actuales y futuras generaciones seguir disfrutando, sustentablemente, de esta pasión ancestral.
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Aurelio Sánchez Sciaini
Muchas gracias. Club de Pescadores de Salto. Marzano 41. Rotonda del Balneario. 2741. Pcia. de Buenos Aires. Argentina
Lucas de la Vega
Excelente iniciativa la de promover el cuidado y la devolución de los peces 💪🏼🤠