Relato de Martín Andrés Mocciaro, de Paraná – Entre Ríos.
Primer ganador del concurso finalizado en 2015 que consistía en enviarnos alguna anécdota sobre un accidente de pesca; lo que se podría haber hecho para evitarlo y el aprendizaje que les dejó a quienes lo protagonizaron. Hacete fan de AIRE LIBRE y podrás conocer la fecha de relanzamiento del concurso.
Escenario: Salida de pesca y Campamento de dos días y una noche junto a sus amigos Alejandro, Sergio y “Tincho” en el Careaga, un brazo del Río Paraná, frente a San Lorenzo – Santa Fe.
En plena jornada de pesca Alejandro al tirar con su caña, sin querer toca la manivela del reel, este se traba y la inercia de la plomada le arrebata la caña de sus manos y esta cae al agua. Inmediatamente comenzamos todos a recoger las cañas para intentar enganchar el equipo de nuestro amigo. Los 7 a 11 metros de profundidad y la corriente existente en ese lugar nos impidieron recuperar el material.
Alejandro dice “Yo me tiro al agua de cabeza y la saco”. ¡Ni se te ocurra!, ¡Es peligroso!, ¡Por una caña no vale la pena el riesgo!. Pero el terco insiste: ¿que me puede pasar?, déjense de joder, yo me tiro igual!. Y a pesar de que todos le dijimos que no lo hiciera, se sacó la ropa y se tiró de cabeza al río.
Demoró unos segundos, pero parecieron eternos, cuando al final saca la cabeza del agua y dice “es re-profundo, apenas toque el fondo, tuve que subir ” a lo que le respondimos déjate de joder, ya fue, terminala, pero no hubo caso: Se vuelve a tirar, y la interminable demora otra vez.
De pronto sentimos un fuerte golpe debajo de la lancha, todos nos preocupamos y vimos con desesperación que nuestro amigo nunca tuvo en cuenta la corriente, que lo impulsó de tal forma que al salir a la superficie se dio un golpe con la pata del motor que le produjo un corte en la nariz justo entre los ojos. Lo pudimos subir a la lancha, le cortamos la hemorragia y constatamos que más allá del terrible golpe, el corte no tenia gravedad…….., pero la cosa no termina allí.
Mientras en el campamento le marcábamos su inconciencia, observamos con espanto que unos pescadores estaban juntando una red de unos 40 metros, en el mismo sitio donde nuestro amigo se había zambullido para buscar la caña.
No fue la red, ni tampoco un tronco, solo un golpe en un motor apagado, pero el peligro al que se expuso él y por supuesto nosotros, que no hubiéramos dudado en ir a socorrerlo si se demoraba más nos llevó a la conclusión que cuando se realiza algo con un grupo, se tiene que hacerlo como tal y si la mayoría decide algo, hay que respetarlo. Por suerte Alejandro reconoció que cometió un error muy grave y que no pensó en las consecuencias de sus acciones.
Espero que la historia les guste y les agradezco me permitan participar.
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