Vive más de cuatro siglos.
Nació antes de que existieran telefonos, autos, trenes o paises independientes en América y posiblemente seguiría vivo si no lo hubieran pescado por accidente. Unos científicos le sacaron los ojos y los enviaron a un laboratorio en Aarhus, Dinamarca. Hicieron lo mismo con otros tiburones cazados por accidente y de la misma especie, Somniosus microcephalus o tiburón de Groenlandia, dentro de un proyecto científico desarrollado entre 2010 y 2013.
Este escualo es el mayor pez del océano Ártico y uno de los menos conocidos. No tiene depredadores naturales y llega a superar los cinco metros de largo, más o menos lo mismo que un tiburón blanco. Las hembras son siempre mayores que los machos y crecen a un ritmo lentísimo, apenas un centímetro por año. Algunos científicos habían sugerido que estos animales podrían vivir 200 años o más, pero hasta ahora nadie lo había podido demostrar.
El misterio se ha podido resolver en parte por las bombas atómicas detonadas durante la Guerra Fría. Las partículas radiactivas de las explosiones se extendieron por todos los océanos y se acumularon en los organismos que estaban vivos por entonces. Los investigadores han analizado las células del cristalino de 28 tiburones hembra, todas pescadas de forma accidental. Usaron las marcas de la bomba como referencia para saber cuántas nacieron antes de mediados de los años 50 y luego aplicaron la datación de carbono para estimar la edad total.
Los resultados, publicados en la revista Science, apuntan a que estos tiburones viven al menos 272 años. A las más grande del grupo analizado, de 5 metros de longitud, se le calcula una edad de 392 años, todo un récord que convierte a esta especie en el vertebrado más longevo de la Tierra.
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“Estas estimaciones obligan a tomar más medidas por la conservación del tiburón de Groenlandia, que a menudo es presa accidental en la pesca ártica y subártica y han sido sometidos a explotación comercial reciente”, señalan los autores del estudio, capitaneados por John Steffensen, de la Universidad de Copenhague.
Estos tiburones siguen “una estrategia evolutiva típica la de la “vida lenta”, con edad reproductiva muy retrasada, pocas crías, y longevidad elevada. En el trato evolutivo entre mantenimiento o reproducción estos bichos eligieron mantenimiento y dedican más recursos a eso. Además, a temperaturas tan bajas el metabolismo y la actividad celular y de los tejidos es mucho menor, podríamos decir que todo está ralentizado y por tanto, el paso del tiempo es más lento.
Además, estos animales pueden esconder secretos claves para retrasar nuestro propio envejecimiento. El año pasado, Joao Pedro de Magalhaes, investigador de la Universidad de Liverpool, lideró un estudio comparativo del genoma de la ballena boreal que reveló varios genes responsables de su extraordinaria longevidad y su capacidad para no enfermar a pesar de los años. Cada especie tiene un truco diferente para lograr una vida larga y descubrirlos quizás nos permita aplicar ese conocimiento a las personas para combatir las enfermedades relacionadas con el envejecimiento.
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