Lo que debes y lo que no debes hacer
Aire Libre te invita a que nos cuenten tus experiencias con niños.
Las cosas han cambiado, sí, pero no por eso debes renunciar totalmente a todo aquello que te gusta, tan solo debes cambiar la manera de hacer las cosas. Después de todo, tener un niño no significa que la aventura se haya acabado, sino todo lo contrario, la aventura no ha hecho más que comenzar.
Descubrir la montaña de la mano de tus hijos, a través de los ojos de un niño, es una experiencia tanto o más gratificante que coronar cualquier montaña del mundo, y además la podemos practicar desde el principio.
Desde bien pequeños podemos practicar el senderismo para que tanto el bebé como los padres comiencen a habituarse a los distintos estímulos que nos ofrece el medio natural. Primero con las mochilas ergonómicas, siempre en paseos suaves sin grandes pretensiones, y más adelante con mochilas portabebés que nos permiten avanzar cómodamente por los senderos de montaña.
A medida que el niño se va haciendo más grande, casi sin darnos cuenta, comenzará a caminar, correr e incluso escalar por todas partes. Después de un primer año en el que el niño depende totalmente de ti, comienza a ser más libre. Son lo suficientemente pequeños como para ser porteados, y lo suficientemente grandes como para andar algo. Se emocionan con casi cualquier cosa: palos, piedras o pequeños animales, y se pueden pasar horas observando un insecto o cavando un agujero. Es el momento perfecto para fomentar su curiosidad natural y descubrir una naturaleza que siempre ha estado allí, pero que se nos revela a través de los ojos de los niños.
A partir de los 3 años comienza una nueva fase tan intensa como gratificante. El niño comienza a ser totalmente autónomo. Ya no os posible portearlo y su curiosidad de acentúa aún más. La logística se reducirá al máximo y tu mochila pesará 10 kilos menos, pero en cambio los retos no disminuyen. El senderismo con niños a partir de los 3 años requiera más que nunca que los padres o educadores se involucren para conseguir que la aventura en la naturaleza siga siendo un éxito, y tanto padres como hijos puedan seguir evolucionando y disfrutando del senderismo en familia.
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Estos son algunos trucos y consejos para conseguir que el senderismo con niños sea todo un éxito:
LO QUE DEBES HACER
Dales a los niños responsabilidad. A partir de los 3 años es buena idea que comiencen a llevar su propia mochila. Al principio con poco peso, un sándwich o un jugo, para poco a poco, y a medida que se van haciendo más mayores ir llenándosela. Hacerles partícipes de las decisiones, permitirles ver el mapa, decidir qué camino tomar o buscar los distintos hitos o señales de la ruta fomentarán su autoestima e independencia, y les hará sentir parte del grupo.
No tengas prisas, ve a su ritmo. Todo les fascina y disfrutarás viendo el mundo a través de sus ojos. En seguida te darás cuenta de que esa es una de las partes más mágicas de tener niños.
Haz grandes paradas para que jueguen. Estudia el mapa e intenta buscar lugares que puedan ser divertidos y seguros para que los niños jueguen. La ruta es la excusa para que estén en contacto con el medio natural. En las paradas, jugando y curioseando, los niños estarán al mismo tiempo divirtiéndose y aprendiendo lecciones que tan solo la naturaleza puede enseñar.
Da ejemplo. Los niños imitan, para lo bueno y para lo malo. Tu comportamiento en la montaña ha de ser ejemplar para transmitir la importancia y el valor de la naturaleza. Respeta los senderos, no dejes basura o no arranques flores.
No dejes nada a la improvisación. Analiza la ruta que vas a realizar, proponiendo rutas acordes con la edad y la habilidad del niño, estudia posibles formas de acortar la ruta llegado el caso, carga por completo el teléfono móvil, consulta el tiempo los días anteriores, lleva siempre contigo un botiquín o investiga por Internet información de personas que hayan hecho la ruta antes que tú. Una vez tengas toda la información… comienza a improvisar.
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LO QUE NO DEBES HACER
Querer ir demasiado rápido. Es sorprendente de lo que son capaces los niños. En ocasiones parece que tengan mucha más resistencia que los mayores, pero no debemos caer en el error de forzarlos demasiado, o conseguiremos justo lo contrario que buscamos. Es importante recordar que la montaña debe ser un juego, un medio, nunca el fin. No importan los kilómetros, ni tan siquiera completar una ruta. La evolución la debe marcar el niño y no forzarla nosotros.
Mirar la montaña con ojos de adulto. La imaginación es la pieza clave en el aprendizaje de los más pequeños. Si queremos que la experiencia sea positiva y el niño quiera volver a repetir no podemos ser meros espectadores de sus juegos y fantasías. El papel de los padres es fundamental para que la experiencia sea un éxito. Fíjate en los detalles, imagina, crea cuentos, ensúciate las manos, juega y en definitiva diviértete como un niño.
Perder la paciencia. Nuestro estado anímico, tanto en lo positivo como en lo negativo tendrá un claro reflejo en los niños. Si nos mostramos inquietos, cansados o malhumorados se lo transmitiremos acentuando el problema. En cambio, si nos mostramos alegres y seguros el niño avanzará con mayor soltura. Si el niño no quiere avanzar, no pierdas la calma, tan solo estarás empeorando las cosas. Con seguridad, buen humor y algo de imaginación todo irá mejor.
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