El país asiático descubre las bicis de alquiler a través del móvil, y es un completo caos.
La proliferación de competidores se suma a la falta de regulación y al juego sucio en el negocio para llenar las ciudades de bicicletas que sobran.
Hay que reconocer que la idea es brillante. La empresa que ofrece el servicio diseña y manda fabricar bicicletas especialmente resistentes que requieren muy poco mantenimiento -ruedas de caucho sólido, transmisión sin cadena, sillín y manillar fijos- y las distribuye por miles en toda la ciudad. No requieren aparcamientos específicos, sino que se pueden dejar en casi cualquier esquina.
Están equipadas con un gps y con conexión a internet, de forma que los usuarios de la aplicación pueden alquilarlas rápidamente de dos formas diferentes: si encuentran una solo tienen que escanear con su ‘smartphone’ el código QR que está impreso en varios lugares y el cerrojo se abre automáticamente; si no hay una cerca, la aplicación les guía hasta la más cercana, que pueden reservar durante 15 minutos. Cuando acaban su viaje, solo tienen que dejarla en destino y cerrar el candado. La ‘app’ incluso les calcula las calorías que han gastado en el viaje.
Mobike fue la primera compañía que puso en marcha el servicio. Comenzó su andadura en Shanghái a principios del año pasado, y poco después Ofo -nombre extraño que se ha elegido porque las letras parecen formar el dibujo de alguien en bicicleta- hizo lo propio en entornos universitarios. Así, a finales de 2016 las calles de las principales megalópolis chinas comenzaron a llenarse de bicicletas naranjas y amarillas, a las que se fueron sumando otros colores. Y los chinos, que parecían encandilados por los vehículos de motor, no dudaron en subirse a ellas. De hecho, muchos consideran que en solo unos meses han logrado cambiar los hábitos de mucha gente.
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De la parada del metro a la puerta de casa
Wang Feifei es uno de ellos. “Creo que estas bicicletas son muy útiles en dos situaciones diferentes. En primer lugar, para ir al trabajo cada día. Pero no para hacer grandes distancias, sino para recorrer el último trecho que va desde la parada del metro o del autobús hasta la empresa”. Él, economista en un banco chino, ha cambiado el coche por esta fórmula. “En el metro vamos apretados, sí, pero ahora tardo menos y hago un poco de ejercicio. También gasto mucho menos, y no pierdo el tiempo buscando una plaza de aparcamiento, ya que la empresa no me ofrece una”.
La otra situación en la que Wang considera muy útiles estas bicicletas de alquiler es durante los viajes turísticos. “Permiten ir de un lado para otro sin necesidad de coger un taxi. Y, a diferencia de lo que sucede con las bicis de alquiler oficiales, no hace falta buscarles un aparcamiento específico. Puedes ir de un templo a un centro comercial sin apenas gastar dinero y con mucha mayor libertad”. Basta caminar por cualquier ciudad de cierta entidad un fin de semana para certificar que Wang tiene razón. Los chinos utilizan las bicicletas ‘inteligentes’ para ir de paseo durante su tiempo de ocio. Y se hacen fotos con ellas porque es lo ‘cool’.
Más oferta que demanda
A pesar de que el viaje cuesta solo entre 5 maos y 1 yuan (entre 6 y 12 céntimos de euro), los inversores vieron una oportunidad de negocio y vaciaron sus carteras en el sector. Actualmente, las cifras que mueve este recién descubierto negocio de las bicicletas de alquiler vía teléfonos inteligentes asustan: ha nacido ya una treintena de empresas que ofrecen el servicio, se estima que han puesto en las calles unos dos millones de bicicletas -solo en Shanghái pronto serán más de 500.000-, y las principales empresas han logrado reunir capital por importe de casi mil millones de dólares. Mobike cuenta ya con unos 300 millones de usuarios y Ofo ha llegado a gestionar diez millones de viajes en un solo día y está ya valorada en mil millones de dólares.
Pero, como suele ser habitual en China cuando algo se pone de moda, este ‘boom’ tiene también consecuencias muy negativas. Lo descubrirá cualquiera que camine por alguna ‘zona caliente’ de Shanghái, Pekín, Chengdu, Guangzhou o Shenzhen. La oferta supera ampliamente a la demanda, de forma que las bicicletas se amontonan por doquier. Hasta el punto de suponer un incordio para la circulación, tanto de peatones como de automóviles.
Juego sucio a la competencia
Por si esto no fuese suficiente, la falta de civismo de los usuarios y de las propias empresas ha provocado el caos. Han aparecido bicicletas hasta en el río, y se ha probado que los diferentes competidores juegan sucio. Algunos dañan los códigos QR de la competencia para que los usuarios no puedan desbloquearlas, otros utilizan cadenas para inutilizarlas, y los ladrones se están poniendo las botas con las ruedas. Muchas de estas bicicletas dañadas se amontonan en zonas poco transitadas de las ciudades, y ya hay quien critica que todo el sistema está provocando un aumento de la inseguridad en las calles. La muerte de un niño que hace unos días utilizaba una Ofo -a pesar de que los usuarios deben tener al menos 12 años- ha sido la gota que ha colmado el vaso.
Como era de esperar, las autoridades han tomado cartas en el asunto. Las de Shanghái han sido las primeras en decidir regular el sector. En primer lugar, han retirado miles de bicicletas mal estacionadas, y han exigido a los operadores que señalen claramente algunos de los lugares en los que está prohibido aparcarlas. Por otro lado, para evitar que las empresas llenen las calles de vehículos de dos ruedas, exigen que haya un técnico por cada cien bicicletas en circulación y que los vehículos sean retirados al cabo de tres años.
Finalmente, por seguridad, se barajan condiciones que afectarán directamente a los usuarios: que su estatura no esté por debajo de 1,45 metros ni supere 1,95 metros, y que el peso esté por debajo de los cien kilos. Cómo van a poder certificar que los usuarios tienen las medidas adecuadas es todavía una incógnita, pero ya se sabe que cuando China anuncia normas van acompañadas de fuertes multas. “La competencia es feroz, y entendemos que algunas empresas hacen todo lo posible por copar el mercado. Pero el coste del mantenimiento de las zonas de aparcamiento no puede recaer sobre la sociedad”, afirmó el Ayuntamiento de esta ciudad de 24 millones de habitantes en un comunicado.
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La burbuja de la bicicleta
En cualquier caso, el peligro no está solo en las carreteras. No faltan los expertos que advierten de una burbuja colosal en el sector. Y es evidente que el negocio no tiene mucho sentido. No solo porque los precios han caído hasta 1 mao (apenas 1,3 céntimos de euro) por cada 30 minutos de uso, sino porque las empresas están incluso incentivando con dinero su uso. Así, se da el caso de que Mobike ofrece 2,7 yuanes después de haber utilizado una bicicleta cuyo trayecto ha costado 0,5, y en muchas ocasiones el viaje sale gratis.
El negocio, aparentemente, está en las fianzas que los usuarios tienen que depositar al registrarse, y que van desde 99 yuanes hasta 299 (13,3 a 40 euros). Ese capital, multiplicado por decenas de millones, puede aportar interesantes réditos si se utiliza para adquirir o comercializar productos financieros. Pero el Gobierno en su borrador de regulación ya ha dejado claro también que quiere poner coto a esta forma de lograr dinero, y que exigirá que la devolución de esos depósitos sea mucho más rápida y transparente. De momento, no obstante, ese tesoro ya les ha servido a Mobike y a Ofo para abrir sucursales fuera de las fronteras de China, desde Singapur hasta Estados Unidos. Y la primera avanza a Teknautas que Europa, y concretamente España, se le antoja muy interesante.
Fuente: El Confidencial
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