Ernesto Arriaga, nuestro personaje de tapa de la Revista Aire Libre de Diciembre, nos cuenta cuatro anécdotas imperdibles.
Electricista norteño
“Una vuelta el motorhome se quedó sin luz, no me andaba la heladera ni nada. A María se le ocurrió abrir el tablero de atrás. Era un relay. Llegamos a Susques, Jujuy, antes del paso Jama, a 3500 metros de altura. Ahí, preguntando, encontré un paisano que era electricista y dormía la siesta… tuve que esperar hasta las 5 de la tarde porque ya me habían advertido que el hombre era pesado y si lo despertaba me acuchillaba. A las 17.05 aplaudí y salió con el rebenque en la mano… `-¿Que le anda pasando?`, me dice. Y me mostraba el rebenque… tenía también el facón en la cintura. `-Buenas tardes, buen hombre. Mi señora, María, dice que quemé el relay del motorhome de la parte de atrás`, le digo. Y el tipo me mira feo y me contesta `-¡¿Qué va a saber su señora?, el que sabe soy yo acá, carajo!` … y yo di un paso atrás. Mi señora había sacado el tablero electrónico… y el tipo lo examinó y me dijo: `- María es una santa, tiene razón… quemó el relay porque no estaba soldado, estaba apoyado y tenía vibración por el ripio”. Después buscó durante media hora un relay de 20 amperes en una caja de cosas viejas, lo colocó, lo soldó y María cerró el tablero electrónico con el destornillador. Le di un abrazo al tipo y le pregunté cuanto era- Y me dijo: `No me ofenda, patrón`. Le regalé entonces un mapa de vialidad de la República Argentina, un mate entrerriano, un paquete de yerba y una botella de vino”.
Escupidor escupido
“Ocurrió en el paso Roballos, Santa Cruz. Una vuelta estábamos a 3000 metros de altura y veo a un costado que había como 100 guanacos. Me bajé del motorhome, me metí en el medio del campo y le dije a mi mujer María que yo iba a escupir a un guanaco… No me preguntes porqué, se me ocurrió esa pavada. Pero me equivoqué y escupí a una guanaca. ¡Se me vinieron 10 guanacos encima y me ensalivaron hasta bañarme en escupida!. Me fue mal con los guanacos y quise probar suerte con las ovejas. Mi boyero berna anterior a mi boyera actual se llamaba Logo y tenía también una golden retriever llamada Shadow. Del lado derecho había 1600 ovejas solas en el medio de un prado. Y el perro Logo nunca había visto una pese a ser ovejero. Se me ocurrió probarlo y le dije ¡Ahora!. El perro corrió como 3 km y arrío las 1600 ovejas contra un río. Se ve que el instinto lo tenía. En eso veo que debajo de una lenga había un gaucho durmiendo que era el que tenía las ovejas pastando. Flor de macana hice… El tipo se viene y gritaba ` ¡Te voy a pegar un guachazo!`. Yo pensé que me saludaba, me acerqué para darle un abrazo así todo escupido como estaba, con una campera de vialidad. ¡Y el tipo me pegó un rebencazo en las patas!: `-¿Usted es loco o se hace?. Tengo que arriar las ovejas por 5 horas para que vuelvan a las praderas ahora` me dijo. Le pedí mil disculpas, nos quedamos con él, arriamos juntos las ovejas 2 o 3 horas… comimos un asado y le regalé el mate, el mapa de Vialidad Nacional y el vino. Quedamos amigos y me preguntó por los guanacos… `-¿Cómo se le ocurrió?`, me dijo matándose de risa. Y bueno, a los animales hay que cuidarlos, quererlos y parecerse a ellos, jeje.
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Cuadrera sin premio.
“Esta es una de María. Fuimos a una cuadrera en el pueblo de Barreal, ruta 149 de San Juan, más al oeste de la 40. En el lugar se jugaba una carrera de caballos estilo cuadrera. Solo 4 gateras. Uno dice `10 pesos al 6` y María le jugó 10 pesos al 4. Largaron y a los 200 metros el jinete al que apostó María se cayó a la arena y el caballo llegó primero. Era una yegua llamada Estrella. María decía `¡gané, gané!`. El gaucho se acercó con otros con los rebenques en mano y me dijeron a mí: `Deme los 10 pesos suyos y los míos… Caballo sin jinete pierde`. María seguía diciendo `gané`. En esa situación les di los 20 pesos, le regalé un mate y un mapa y terminamos comiendo todos juntos y guitarreando… ¡ni hablar de discutirle!”
Un médico de ocasión
“Estábamos en el norte. Un colegio no tenía techo porque se había volado y daban clases en el patio. Le regalamos a las maestras una bandera porque no tenían y la izamos juntos. En eso veo que había una nena que se desmayó tras cantar el himno. Le pregunté a la maestra qué le pasaba. Tenía 39 grados de fiebre y estaba abichada con gusanitos de la mosca. Se había raspado al jugar al fútbol y en la herida las moscas le pusieron huevos y se hicieron gusanos. Le di un antipirético, la metí en una tina con agua fresca. Cuando la temperatura llegó a 37,8, le abrí el punto negro con un bisturí de mi hija y le saque unos 50 gusanos. Tenía antibióticos, le dimos uno cada 12 horas de 500, le puse un gancho médico, un clipper. Y la llevamos a un dispensario a 40 km por camino de polvo de donde estábamos. La fiebre bajó a 37, antes la hidratamos bien. La enfermera que la recibió nos felicitó por lo que habíamos hecho. Esa nena de 8 años podía haber entrado en convulsión”.
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