Una vida en expedición constante
El alma mater de Expedición Atlantis, aquella proeza de la humanidad que demostró que 5 argentinos pudieron emular la migración de africanos a América en balsa hace 3000 años, pudo al fin -33 años después- plasmar en un libro aquella epopeya. Una vida entera dedicada a surcar los mares, escalar montañas y demostrar un pensamiento: “que el hombre sepa, que el hombre puede”.
Texto y fotos: Wilmar Merino para REVISTA AIRE LIBRE
“Que el hombre sepa que el hombre puede”. Esa frase, grabada en un premio que el Rotary Club le dio a don Alfredo Barragán por su hazaña de haber cruzado el Atlántico en balsa junto a sus compañeros del CADEI, le llamó poderosamente la atención al homenajeado. “Me gusta ésto… ¿Quién lo dijo?”. El asombro de la gente del Rotary fue grande al ver la cara de Barragán cuando le respondieron: “Usted, don Alfredo”. El agasajado no pudo dormir esa noche. Llamó a un fan de la hazaña que atesoraba cada artículo periodístico gráfico y cada registro de notas hechas en medios audiovisuales y le pidió que lo ayudase a encontrar en qué momento soltó esas palabras. “Al fin, a las 4 de la mañana lo encontramos: fue lo que yo dije cuando llegamos a La Guaira, Venezuela, en un contacto radial que hicimos con José María Muñoz, el relator que siempre apoyó nuestras aventuras desde Radio Rivadavia”. “Que el hombre sepa que el hombre puede”. Esa frase omnipotente resumió el espíritu que impulsó en 1984 a cinco hombres a subir a una balsa hecha de troncos y cruzar el océano Atlántico, en una aventura que duró poco más de 50 días y que el mundo conoció como Expedición Atlantis. Esa frase maravillosa fue la que emitió como un legado a la humanidad Barragán, el “loco” Barragán, el “Petiso de Dolores”, ese hacedor de hazañas que tenemos delante nuestro celebrando aquella épica que le permitió demostrar junto a otros cuatro valientes – Jorge Iriberri, Oscar Giacaglia, Félix Arrieta y Daniel Sánchez Magariños- una hipótesis científica: “Que el hombre negro, el africano, pudo llegar a América cruzando el atlántico en balsa”.
El enigma de la estatuas
Todo nació de una inquietud de Alfredo, al ver en México estatuas de la cultura Olmeca que eran enormes cabezas de negros y que los historiadores databan de 3000 años de antigüedad. “No era una idéntica a la otra, eran varias, representando a distintos hombres. Esto indicaba que los Olmecas tal vez consideraron dioses a éstos africanos que llegaron en balsa, y les hicieron estatuas. El segundo dato que impulsó la expedición fue comprobar que los primeros registros de balsas en pinturas antiguas, datan también de 3000 años atrás. Entonces, tenemos las pinturas de balsas hechas con troncos atados en la costa occidental de Africa y tenemos las estatuas de los negros en América. ¿Y qué tenemos en el medio? Unas corrientes marinas que pasan por el noroeste africano y terminan en centroamérica. Con esos datos me puse a estudiar seriamente la posibilidad de hacer una expedición que demostrara en el atlántico lo que Thor Heyerdhal demostró en el Pacífico al unir América con la Polinesia en un viaje en balsa: la Kon-tiki, en 1947”.
En septiembre de 1983, Barragán, Arrieta e Iriberri viajaron a Guayaquil, Ecuador, en busca de los árboles de balsa “tipo hembra” y libres de corazón de agua que servirían para la construcción en un astillero de Mar del Plata. La tarea no fue fácil y tuvieron que internarse en la selva acompañados por aborígenes para dar con estos árboles, iguales a los que en épocas pasadas crecían en la selva africana. Trajeron 20 troncos de 18 metros de largo y 6 kilómetros de cuerda vegetal. El 22 de mayo de 1984, a bordo de una primitiva balsa de troncos impulsada por una simple vela cuadra, la tripulación partió desde Tenerife. La embarcación, construida por nueve troncos de madera balsa y provista de una caseta de bambú, era el único refugio para sus tripulantes ante el inmenso mar.
Durante el periplo tuvieron que enfrentarse con dos grandes tormentas, que con mucha convicción y valentía pudieron sobrellevar: 52 días y 5.500 km fueron los que les demandó completar aquella loca idea en la que nadie creía. Dos días antes de su llegada a La Guaira, una embarcación de la Armada venezolana hizo el primer contacto con la balsa. La corriente los acercaba al puerto elegido. Y al arribar, una fragata misilística, un helicóptero y miles de personas les dieron la bienvenida a Venezuela.
En su estudio de abogado de Dolores, rodeado de libros, recuerdos de viajes, mapas y fotos de sus aventuras, Alfredo Barragán nos recibe para dar cuenta con emoción del flamante libro que refleja la hazaña de la Expedición Atlantis a 33 años de la epopeya. “Acá nació todo – dice-. Acá nació la expedición del río Colorado en balsa desde cordillera al mar. Acá decidimos cruzar la cordillera en globo. Acá nació como idea el C.A.D.E.I. (Centro de Actividades Deportivas de Exploración e Investigación), el grupo de exploradores que formamos en Mar Del Plata. Acá decidimos escalar el Aconcagua, el Kilimanjaro, cruzar el arco de las Antillas en kayaks. Pero ¿Sabés qué?. No somos locos. Todo estuvo muy planificado hasta el último detalle. ¿Sino cómo se explica que en 24 expediciones, desde Africa hasta la Antártida, nadie haya perdido ni siquiera una uña?”.
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La misma convicción que muestra al hablar es la que descolocó a la tripulación de ese buque transatlántico que se topó con una balsa en medio del océano y les ofreció ayuda “a los náufragos”. Tras varios intentos de contacto radial sin lograr entenderse dado que el barco era alemán, un cocinero español pudo comprender a Barragán y los suyos que le decían: “no estamos pidiendo ayuda, solo estamos chequeando el rumbo, nuestra posición actual. Estamos cruzando el Atlántico en la balsa”, decía Alfredo. Y el gallego una y otra vez preguntaba incrédulo “¿Puede usted repetir eso? ¿En serio no necesitan ayuda?”. El caso es que, tal como anunció Barragán en la conferencia de prensa previa a la aventura, “no nos desviamos más de 14 millas náuticas de la línea que trazamos como probable derrotero entre las Canarias y La Guaira. En el libro superponemos la línea de nuestro plan original de viaje con la que finalmente hicimos, y quedó demostrado que nuestras suposiciones y estudios de corrientes fueron correctos”
“Nuestras expediciones, como Atlantis, siempre tuvieron un condimento estético y ético. Por eso no aceptamos publicidad, ni sponsors. Y eso que después de Atlantis nos ofrecían financiarnos una expedición por año. Hablamos de cifras millonarias en dólares, Pero no… fijate que la bandera de Atlantis, esta misma que intentamos reproducir en la tapa del libro imitando la misma tela, es tan perfecta con su sol y su cruz de puntos cardinales, que no podíamos ensuciarla con una publicidad. Eso iba a desvirtuar todo. No, no… yo siempre trabajé de otra cosa, en este caso de abogado, para financiar mis expediciones”. Expediciones que no eran otra cosa que la expresión de sus sueños.
“Que el hombre sepa que el hombre puede” es el compendio de nuestro pensamiento, nuestra filosofía y nuestros riesgos, de nuestro esfuerzo. Atlantis fue nuestra mejor obra, la más lograda. Así como aquel que pinta retoca y retoca el cuadro, nunca está conforme hasta que al fin lo expone, y quiere decir algo con el cuadro y pretende que agrade y que sea útil, bello y que emocione, yo hago expediciones, es mi forma de pintar, es mi manera de decir, mi poesía”, dice Alfredo Barragán.
De espíritu inquieto, cuando las aventuras exponiendo el cuerpo cesaron, los sueños se canalizaron por otra vía. Como aquella vez en que fue funcionario de Dolores y pergeñó crear un lago en medio de la llanura pampeana para hacer una náutica en Dolores. “Tenía todo pensado: estaban ensanchando la autovía 2, y yo propuse que cavaran para elevar el terreno en un solo lugar, a mitad de camino, en Dolores. Así, podíamos hacer un gran pozo y crear un lago con aguas surgentes. Luego dejé de ser funcionario y la cosa quedó dormida. Hasta que me llama un hombre que dirigía vialidad en los 80 y me dice `¿Usted tiene esa idea de hacer un lago en Dolores? Mañana voy a verlo´. Ya no era funcionario, pero trabajé toda la noche reflotando ese proyecto y al otro día se lo presenté. Así nació lo que hoy es el aeródromo y parque náutico de Dolores”, dice con orgullo el mayor expedicionario contemporáneo de éste país.
La historia del hombre que hizo historia
“De chico trepaba árboles. Y me apasionaba el mar. Una tía decía que yo a los tres años ya decía que de grande iba a ser un señor que fume pipa y cruce el mar. Soy expedicionario desde la cuna”, dice Barragán. Y a fuerza de ver los hechos, puede sentirse orgulloso de no haber defraudado al niño que fue. Ese que tuvo a quien salir porque “Mi viejo siempre nos ayudó. Era un abogado de pueblo, piloto civil, le gustaba la pesca mayor. Se fue hasta San Pablo en un monomotor por arriba del mato grosso… falleció cuando yo tenía 25 años”.
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Dice que sus primeras expediciones fueron a los tres años, cuando trepó su primer árbol y está seguro que a los siete empezó a comprar cuerdas para despuntar su pasión por las sogas y los nudos. “Como la mayoría de los chicos de pueblo, cazaba, y no me avergüenza decirlo. Hoy no cazo porque la cultura ecologista y proteccionista de flora y fauna me entró absolutamente, pero me crié en Dolores y nací en 1949; un varón cazaba y estaba bien que lo hiciera, ´que hombrecito”, se decía de quien lo hacía. Cuando fui más grande empecé a cazar ciervos, jabalíes, pumas. He cazado sin culpa. Y me he internado en los montes, solo. Siempre fui medio salvajito”.
A los 15 años se fue con otros amigos en bicicleta hasta San Clemente del Tuyú. Remontaron las rutas 63 y la 11 cuando todavía eran de tierra, salvo por una noche, que por la lluvia, se volvió una cinta de barro, destaca para darle mayor entidad a la hazaña adolescente. “A los 17 me fui a estudiar abogacía y diseño de barcos a vela. No pude hacerlo en La Plata y me fui a Mar del Plata. Allí empecé a navegar y más tarde hice buceo. Siempre decía que a remo se podía llegar a cualquier parte, que se podían cruzar los mares. Y un día me enteré de que el Río Colorado nunca había sido navegado. Un amigo de Mar del Plata lo había intentado pero lo rescataron, con el bote roto, a los pocos días de partir. Estudiando los por qué descubrí que había que hacerlo en embarcaciones más chicas, él estaba desanimado y yo lo entusiasme. Hicimos mil y pico de kilómetros a remo por un río con muchos rápidos en la primera etapa, destruyendo los botes en las piedras, con muchas dificultades. Cruzamos el país navegando el Colorado con tres marplatenses: José Luis Godoy, el Vasco Iriberri, Rubén Tablar y yo, 4 universitarios. Cuando lo realicé sentí que había hecho una expedición de las grandes, de esas con las que soñaba cuando leía a Salgari a Berne o a Defoe, porque yo no leía Radiolandia.”.
De hazaña en hazaña
“Mis travesías comenzaron en 1973 cuando hicimos El Río Colorado en kayak. En ese tiempo no se hacía en kayak, hoy sí. Nosotros lo hicimos en dos canoas canadienses, entrando y saliendo por la rompiente, entrando al amanecer y saliendo con el sol, con pérdida de cosas, con todo en la canoa. Fueron 12 días.” Era el comienzo de la leyenda.
Más tarde empezó a tejer su obra máxima. “Después comencé con Atlantis, y todavía no nos bajamos de la balsa”, dice. Estuve cuatro años dedicado a ella hasta que me fui respondiendo todas las preguntas y recién ahí convocamos a una conferencia de prensa en donde respondimos las preguntas de los 110 periodistas. Al otro día titularon así: ´Cinco argentinos cruzarán el mar en balsa. No decían ´intentarán cruzarlo´. Se habían convencido de que lo íbamos a hacer”. La expedición tenía tres tipos de objetivos a cumplimentar. El primero científico, intentando demostrar la posibilidad de que los hombres africanos de raza negra llegaron a América bastante antes que los españoles. Pero también había un fin deportivo y una misión cultural, que era dar a conocer al mundo la película documental de Atlantis que fue dirigida por el propio Alfredo, editada en Alemania y traducida a seis idiomas. Fue la película argentina más vista en la televisión mundial.
En ella se reflejan momentos de gran tensión y emoción, contrastando con otros de calma desesperante. Entre los primeros, se cuenta aquella anécdota en la que al explorador que todo lo planifica, “se les escapó la tortuga”: “Planificamos todo muy bien pero nos comimos una cosa. El camarógrafo que nos filmó toda la travesía, el Chango Arrieta, nos cuenta al cuarto día de estar en alta mar, cuando se nos rompió la vela, que no sabía nadar… y habíamos hecho un pacto por el cual nadie se iba a tirar a rescatar a uno que se cayera y no se pudiera asir a los 70 metros de cabo de soga que habíamos colocado al final de la balsa. Porque estábamos en una balsa sin timón, y quien cayera al agua no podría volver. Arrieta nos cuenta eso y nos dejó helados… por eso muchas tomas de la filmación las hice yo”
Otra anécdota de bitácora fue el olvido de las cremas protectoras solares. “Las dejamos en Canarias, así que para protegernos nos engrasamos con la grasa de unos chorizos que nos habíamos llevado para comer a bordo”.
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El libro soñado
Hace tres años y después de recobrar para sí los derechos que había negociado con una editorial europea que quebró, Alfredo Barragán avanzó firme con su objetivo de publicar el libro sobre la Atlantis. Asumió el rol de autor y editor y ha logrado una obra sensacional que se presentó este año durante la Feria del Libro porteña y ahora se maneja exclusivamente en su plataforma online www.expedicionatlantis.com.
Los ejemplares tienen una tapa dura con sobrecubierta imitando la tela de la vela de la balsa que cruzó el océano y sus medidas son de 33 x 26 cm. Un gran libro en todo sentido, que pesa 2,6 kg, cuenta con 170 fotos originales, mapas e infografías dentro de sus 304 páginas. Además, el libro viene en español e inglés.
Como característica distintiva, junto con el volumen se incluye el DVD del largometraje original de la expedición y la carta de felicitación enviada en 1985 por el célebre antropólogo y explorador noruego Thor Heyerdahl, capitán de la Kon-tiki. “Es el diploma más importante que tengo –dice Barragán-. Heyerdhal me dice `Quedé muy impresionado por su balsa, la cual fue construida con precisión de acuerdo a la información científica que se posee sobre la época. Usted ha hecho una valiosa contribución a la investigación acerca del posible cruce del océanos por navíos en las épocas pre europeas, particularmente por haber llegado a un puerto predeterminado solamente por la navegación a guará ”.
“El libro sobre Atlantis es un resumen de mi vida de explorador deportivo junto al CADEI, creado por deportistas amateurs para compartir nuestras experiencias en beneficio del deporte, la ciencia y la cultura. Atlantis fue la experiencia de mi vida. Mi vieja temblaba cuando me metí en la balsa… “¡¡Vos sos de Dolores!!”, me decía. Y acá, a Dolores, es donde siempre tengo que volver”.
“Siempre digo que si Barragán puede, cualquiera puede, porque las cosas no son imposibles, sino sólo difíciles”, asegura el expedicionario mayor de nuestros tiempos, que después de culminar 28 expediciones en 5 continentes, algo sabe de cumplir sueños y demostrar imposibles. Es que acaso su mayor descubrimiento en tanto viaje haya sido que la vida misma es, también, una larga travesía.
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