“Hacer cumbre es la mitad del camino, la otra es volver”
Nota de Wilmar Merino para Revista Aire Libre
En 1978 Alfredo Barragán intentó subir los 6.959 metros del Cerro Aconcagua. “Me llevó cuatro años equiparme y prepararme para esa expedición. Siendo de Dolores y habiendo estudiado en Mar del Plata no era como el tipo que es de Mendoza y durante los fines de semana puede escalar y entrenarse. Comandé una expedición hermosa, pero dura: hicimos una transfusión de glóbulos rojos, una experiencia de fisiopatología de altura novedosa en su momento, revolucionaria, idea de un médico de Dolores, el doctor Julio Uliana”, memora. Arriba hubo otra prueba: la primera transmisión radial en directo por handy, que trasmitía hasta el cerro El Catedral, donde otro grupo con un equipo de mayor potencia retransmitía hasta Mendoza, la señal seguía por una línea de la extinta Entel hacia Radio Rivadavia donde se producía un diálogo con José María Muñoz. “Yo no hice cumbre en esa oportunidad pero sí dos hombres de mi expedición. Por accidentes, socorro a otras expediciones no podíamos hacer cumbre. Y no hice cumbre durante muchas más. Pasé 17 años intentándolo; parecía que esa montaña estaba envenenada para nosotros”, dice Barragán que escaló el Aconcagua en los años 78, 85, 88, 90, 91, 95, 2015 y 2010. “¿En qué pensaba al llegar a la cima? En volver a Dolores. Dolores es esencial para mí. Yo no quiero llegar a una cumbre y no tener con quien abrazarme arriba. El vasco Iriberry dijo `pobre aquel que llega a una cumbre y no tiene donde volver`”.
Mirá aquí la nota completa a Alfredo Barragán
No fue todo. En sus hazañas se registra el cruce de la cordillera en Globo 1993 en dos globos de aire caliente que salieron de Chile, subieron a 8500 de altura en un canasto de mimbre donde fueron azotados por vientos de más de 100 km para cruzar y aterrizar antes de que se acabara el gas”. En uno de los globos se desgarró el velcro de la corona, tal como se ve en el film “Pasajeros del viento” de Sebastián Alvaro de RTVE. Barragán también hizo cumbre en el Kilimanjaro en el 95 y efectuó a su juicio el viaje más peligroso al cruzar el Mar de las Antillas en kayak. “Fue la más dura, absolutamente al límite, cruzar el mar en una embarcación de 69 cm de maga y 5 metros de eslora siguiendo el arco de las Antillas fue bravo”.
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