La Fábula Fabulosa
Por Alberto Borges para Revista Aire Libre de Febrero 2018
Había una vez, hace muchos pero muchos años, un país inexistente al sur del sur, llamado Argentum.
Aquel lejano país a pesar de su amplitud, riquezas naturales y buena gente, tenía la particularidad que, indefectiblemente, en el instante en que un funcionario asumía en su puesto, sea del gobierno que fuere, comenzaba a tomar decisiones contra toda lógica.
Así, con el correr de los años, el país comenzó a achicarse y dejar de ser tan amplio, las riquezas naturales se volvieron pobrezas naturales y su gente… bueno, alguna gente decente aún quedaba.
Cuenta la historia que poco antes de desintegrarse como país, un funcionario (que antes de asumir era una persona común con razonamientos lógicos), se juramentó atacar el flagelo que más muertes causaba al año.
Dicho y hecho. Tras asumir, llamó a secretarios y asesores para consultarlos. Los sentó alrededor de su larga mesa e inquirió: Saben ustedes cuál es la principal causa de muerte en nuestro país?
Todos se miraron absortos pensando en alguna tremenda enfermedad. Pero no, el funcionario no los dejó ni responder (ya había comenzado su proceso de transformación), son los accidentes de tránsito, les dijo. Así que de ahora en más, combatiremos a los autos, cerró tajante.
Sus subalternos no comprendían del todo el razonamiento, pero entendían que no estaban para cuestionar sino para obedecer órdenes. Así llegó la siguiente reunión en la que el funcionario les pidió propuestas.
Antes de que comenzaran a enumerarlas, él mismo dijo: no hace falta que me den nada, ya tengo la solución. Vamos a poner mayores e interminables requisitos para quienes quieran renovar su licencia de conducir, así como también para quienes compren autos nuevos o quieran renovar sus patentes. Además, pondremos un arancel extremadamente alto y haremos que una sola empresa se ocupe del tema. Eso sí, además tendrá muy pocos lugares donde poder hacer los trámites y, por las dudas, será de un viejo amigo. El resultado, dijo, será que al haber menos autos, habrá menos accidentes. Es lógico o no?, preguntó a los presentes. Y obviamente se respondió (ya que no le importaban las opiniones ajenas), Por supuesto que es lógico y así sucederá!
Fue entonces que secretarios y asesores se ocuparon de implementar las medidas, sin siquiera cuestionar una coma. Al fin y al cabo, aunque de menor jerarquía, ellos también eran funcionarios.
Tras algunos meses, el funcionario pidió que le trajeran las nuevas estadísticas de autos patentados, transferencias y nuevas licencias. Exultante, llamó a su séquito a los gritos: soy un genio, soy un genio!!!!
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Vieron, se los dije, ahora tenemos la mitad de los autos registrados que hace apenas 6 meses; dijo y aventuró un pronóstico; si seguimos a este ritmo, en seis meses más, habremos batido todos los records a nivel mundial.
Al fondo de la sala de reuniones, alguien levantó tímidamente la mano. Era un joven pasante que, al no haber sido nombrado aún siquiera en un cargo menor, mantenía su razonamiento dentro de los cánones normales.
-Sí, dijo imperativo el funcionario.
-Perdón, se atajó el pasante, alguien vió las estadísticas de los accidentes de tránsito?
Absolutamente todos, incluso los de oficinas contiguas, le clavaron una mirada más penetrante que un láser.
-Esos números tienen que haber bajado a la mitad, igual que el número de autos registrados, le espetó el funcionario, a lo que todos asintieron entre risas burlonas.
-No sólo no bajaron en ese porcentaje, sino que se incrementaron en un 5% respecto del año anterior, dijo el pasante mirando al suelo y dejando sobre la mesa las estadísticas.
Sucede que aunque no se registren o los conductores no renueven sus licencias producto de los impedimentos que les impusimos, los autos siguen existiendo, y sus conductores, manejando sin registro, dijo el pasante, ya mirando hacia el frente.
-Eso es imposible! Exclamó el funcionario, acompañado cual eco de toda su troupe.
-Vengan, se animó el pasante, dirigiéndose a la ventana e invitando a todos a observar la calle. Van a ver que la mitad de los autos circulan sin patente. Esto hace que no sepamos qué autos son, a quiénes pertenecen, quiénes los manejan y tampoco podríamos ubicarlos si con ellos se cometiera algún delito.
-Usted es un mequetrefe que no sabe lo que dice, lo ninguneó el mismo secretario que lo había aceptado como pasante.
-Déjeme terminar la idea antes de echarme, rogó el pasante. Si pretendemos reducir la cantidad de accidentes, deberíamos primero, preguntarnos qué le pasa a la sociedad que está tan alterada, hacer cursos de manejo regulares, capacitar tanto a conductores como a peatones sobre qué hacer y cómo reaccionar ante una situación inesperada, tratar de que la mayor cantidad de autos posible esté dentro del sistema, para que nosotros como Estado, podamos saber a quién pertenece. Y después sí, quien no cumpla con los requisitos, que quede fuera del sistema y no pueda manejar. Pero no son los autos quienes tienen la culpa, sino sus conductores y nosotros, que somos los que establecemos las reglas.
-A partir de este momento te nombro Megasecretariocoordinadordegabinete!!!, gritó feliz el funcionario, pensando que tal vez con eso lograría colgarse una medalla tras su floja gestión.
-No gracias, dijo el pasante mientras abandonaba la sala de reuniones ante la mirada atónita de todos los presentes. Ser funcionario, es hacer que las cosas funcionen y no, ser funcional a que eso no suceda. Además, acaba de llamarme un funcionario de un lejano país al sur del sur, llamado Argentina, para ofrecerme una pasantía en un área que se ocupa de las armas de fuego; y algo me dice que esa pasantía me demandará un gran esfuerzo.
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