Facundo y Carolina
Segunda de la zaga de tres bonitas historias de amor donde la pesca es protagonista de uniones que están llenas de aventuras, viajes y buenos piques. Por Wilmar Merino para Revista Aire Libre.
Facundo Pujol (25) y Carolina Riesgo (27) se conocieron por Facebook en un grupo de pesca de dorados. Ella subió unas fotos suyas pescando dorados sin cantar en qué lugar. “Enseguida aparecieron un montón de hombres con comentarios lanceros y yo dije “eso es Esquina” -cuenta Facundo-. Y ella respondió que sí. Me dijo que si no tenía con quien ir allá, ella tenía un guía para recomendarme. Ahí empezamos a hablar y preguntarnos cosas el uno del otro. A los pocos fines de semana puse en mi Facebook que iba a pescar al lago de Palermo. Ella… ¡se invitó sola!. Ese día, al final, no pescamos… era julio, hacía frío. Lo intentamos, me la pasé tirando señuelos. No le di bola.
Detalle: la primera vez me pidió un beso y no le di bola, seguí con los señuelitos…”. Allí irrumpe Carolina en tono de reclamo: “¡No me lo quiso dar!. Encima, después le abrí la cajita de los señuelos y empecé a probar unos cuantos y a él no le gustó nada”. Facundo retoma la palabra y agrega “Ese día cada uno se fue a dormir a su rancho; tenía que irme a dormir porque al otro día me iba a pescar”. Carolina sentencia de forma lapidaria lo que fue aquel primer encuentro: “Me fui con la idea de que este pibe era un reverendo pelot…”. Pero Pujol tiene su propio balance de aquella primera cita: “Me fui hecho un campeón, diciendo `la dejé re caliente.. este pibe no es fácil, es como querer pescar un pacú con señuelo`”.
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Cuando todo pronosticaba un naufragio de la relación, el amor fue más fuerte. “Seguimos hablando por Facebook. Y se dio otra salida. La llevé a la ´romántica salida` de la exposición ganadera de La Rural. Obviamente ahí no pasó nada. Después de eso la llevé, por idea de ella, al jardín japonés… y allí, rodeados de pescaditos, me peleé con un japonés porque no me dejaba tomar mate. No me quedó otra: sin mate, sin pesca… surgió el primer beso”. Ya con el aproach efectuado, la relación empezó a andar sobre rieles: “Nos seguimos viendo, pero con pescas de por medio, con mucho urban fishing en el puerto de Olivos. No éramos novios con papeles, nos caíamos bien, nos gustábamos, pero no teníamos el papel de novio. Me fue enamorando verla pescar: ella pescaba de antes, se arreglaba sola y se fue metiendo después de conocerme en la pesca con mosca, el spinning y baitcast”. Carolina asiente las palabras de su enamorado y agrega: “Hoy vamos para 5 años. La verdad es que él era muy atento, me ayudaba en todo, y era buenísimo tener el gusto en común, poder compartir el hobby”.
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Facundo la describe como pescadora: “Como pescadora es increíble por su rapidez para el aprendizaje: lo que vos le enseñes en un día de pesca no se lo olvida más. Es muy abierta a probar todas las modalidades, no se cierra a que la ayuden, se las arregla sola para pescar. Pasó de la caña de 2,40 y un rotativo 6500 a las técnicas más refinadas con gran velocidad. Ella nació para pescar, de todas las formas que pesca lo hace bien. Con ella pesqué bajo tormentas, bajo granizadas, en lluvias torrenciales y sin traje de agua, con barro en Oyarvide y lleno de rayas en el río Corrientes. Es mi gran compañera de pesca”
Carolina es más escueta pero usa palabras decidoras para describir a Facundo: “Me gusta verlo pescar, es una referencia a seguir, siempre lo quiero imitar. No lo he superado jamás”.
Facundo la contradice poniendo cartas sobre la mesa: “La primer salida en Esquina juntos me metió una raya de 50 kilos, tres cachorros, un dorado de 9 kilos… y yo apenas ¡una boguita!. Sin dudas lo que más nos une es esto”, dice Facundo.
Y ella, que es la de la última palabra, dispara: “Facundo es el pescado de mi vida”.
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