Un cuento de Leonardo Killian
La historia me la contó Estanislao, el viejo paisano de la estancia “La Luciana”, cerca de El Dorado, Misiones.
Yo era muy chico cuando lo escuché. Estaba en la cocina de los peones tomando mate y este viejo criollo de sangre guaraní, nos contó a mi hermano y a mí, la leyenda de la yerba mate.
“Yací o Yasí es como llaman los guaraníes a la luna a quien consideran una diosa. Junto a Araí (la nube), decidieron bajar a conocer los bosques y a sus habitantes, pero con apariencia humana.
Eran dos bellísimas muchachas de largo cabello negro que se internaron en la espesura guaraní sin saber que los peligrosos animales acechaban. Al adoptar una forma humana, perdían los poderes, pero la curiosidad fue más fuerte.
Animadas y divertidas por las maravillas que veían a su paso ignoraban que junto al colorido paisaje y la belleza de sus pájaros, la selva también albergaba el peligro y la muerte.
Un enorme yaguareté las observaba agazapado. El animal las siguió con la mirada y cuando las tuvo a tiro, saltó sobre las mismas.
Los gritos de las muchachas y el feroz rugido del animal se confundieron en un alarido de horror cuando una flecha rasgó el aire y se clavó en la fiera.
Un viejo cazador que había observado la escena, disparó su arco con determinación y puntería.
El enorme yaguareté, herido en su costado, cambió la dirección de su arremetida y furioso volvió a saltar sobre el arquero.
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El cazador era ya un hombre viejo, pero no había perdido ni su puntería ni sus reflejos. Esquivó la furia de la bestia y con otra flecha en la cuerda, volvió a disparar el tiro mortal.
La segunda flecha atravesó el corazón del animal, pero al acercarse a su presa, el viejo cazador notó que las dos bellas muchachas habían desaparecido. No había ni rastros de las mismas.
En efecto, la luna y la nube ya no estaban en el mundo terrenal y desde los cielos, en su condición de diosas, observaban agradecidas al desconocido arquero que las salvara de una horrible muerte.
Al llegar la noche, en los sueños del viejo cazador, se presentó Yací quien le agradeció su acción y en pago a su valiente gesto, le obsequiaba a él y al resto de los hombres y mujeres, una planta. La llamó ca_á y junto con ella, también le enseñó a tostarla y a beber la infusión que haría más placentera su vida y la vida de su tribu.
Al despertar, el viejo vio en el exacto lugar que le señalara en el sueño, a la planta prometida.
Desde entonces ca –á o yerba mate, acompaña a los guaraníes alegrando su corazón, reanimando sus fuerzas y convidando a quien se quiere bien.”
Dicho esto, Don Estanislao terminó su relato y recuerdo claramente que ese mate tan bien cebado fue el más rico que tomé. Ahora que conocía su historia, tenía un mejor sabor.
La yerba mate hermana y alegra el corazón de los hombres, nos decía el viejo criollo mientras le agradecía a esas bellas muchachas, la luna y la nube.
Leonardo Killian – elgatocanoso@yahoo.com.ar
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Leonardo Killian
Es un gusto enorme, enterarme por un amigo que vive en Còrdoba que este artìculo o mejor dicho, el mito guaraní aqui narrado, fue usado por docentes de escuela primaria para su uso en el aula-
Eso solo, justifica la escritura del mismo-