Los homicidios con arma de fuego superan el récord histórico
Por Fabricio Rebelo para cadaminuto.com
El Ministerio de Salud puso a disposición en el portal de DATASUS los datos relativos a la mortalidad general en el país para el año 2016. Y, una vez más, los indicadores son alarmantes.
La constatación más directa es la confirmación, ahora oficial, de que el país superó, de hecho, la marca de los 60 mil homicidios anuales. En 2016, la etiqueta de “agresión” SIM / DATASUS en el que se insertan las muertes intencionales, indica el total de 61,143 registros, con un incremento del 5,17% en comparación 58.138 registrados en 2015. El máximo registro anterior pertenecía al año 2014, con 59.681 casos.
Los récords, sin embargo, prosiguen. Además del mayor número total de homicidios de toda la serie histórica, los registros específicos para los crímenes letales cometidos con el uso del arma de fuego también nunca habían sido tan elevados. Hubo 44,475 incidentes, un 6,36% más que el año anterior (2015, con 41,817 casos). Esto hizo que la participación de las armas de fuego en el total de homicidios alcanzó el 72,74% del total, el tercer récord contenido en los números de 2016.
El análisis de los registros oficiales deja patente, además de los récords directos, otra característica de extrema relevancia: los homicidios con empleo de arma de fuego siguen creciendo significativamente por encima de los cometidos con otros medios. De ahí la diferencia entre el crecimiento en el total de homicidios (5,17%) y los específicamente practicados con empleo de tales armas (6,36%), lo que se refuerza aún más por la observancia de que los casos en que se utilizaron otros medios crecieron apenas 2,13%, saliendo de 16.321 (2015) a 16.668 (2016).
Se trata de un comparativo directo entre las dos realidades, de 2015 a 2016, los homicidios con empleo de arma de fuego crecieron tres veces más que los practicados de otras formas. Es ese específico medio de agresión que sigue tirando de nuestros indicadores de criminalidad letal hacia arriba, revelando cómo las políticas públicas que se basan en el control de la circulación de armas simplemente no producen ningún efecto positivo.
A cada nueva divulgación de los indicadores oficiales de DATASUS, se hace más evidente el estruendoso fracaso nacional en la contención de la criminalidad. Desde 2004, la única apuesta en esa área es la que abomina las armas de fuego, tomándolas como verduras exclusivas de nuestra carnicería, al mismo tiempo que se releva el factor humano a plano secundario, como si fuera el arma a dominar al hombre, y no al revés.
Se prohíben legalmente las armas, pero se alienta que quien las usa ilegalmente (el criminal) quede sueltas en la calle. Se castiga con la fragilidad y el miedo a quien cumple la ley, mientras se da ayuda financiera a quien la viola. Se encarceló al ciudadano dentro de la casa y se hacen esfuerzos para soltar bandidos de la cárcel. Después, cuando los números de criminalidad explotan, se vuelve al ciclo, con la afirmación de que el problema está en el arma de fuego, aquella que el ciudadano indefenso y encerrado no puede tener, pero el criminal tiene a voluntad.
¿No pasó mucho de la hora de apenas conectar los puntos y percibir que eso no funciona ni más como retórica?
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