Su historia en la Argentina
Por Leonardo Killian y Héctor Cirigliano para Revista Aire Libre
A diferencia del Viejo Mundo, donde arcos y flechas tuvieron una larga y antigua historia militar, los ejércitos de nuestras jóvenes repúblicas jamás los incluyeron en su bagaje bélico. Nacidas a principios del siglo XIX, nuestras milicias utilizaron armas de fuego, y ya a principios del siglo XX los sables y las lanzas pasaron a ser elementos simbólicos o simplemente decorativos.
El arco y la flecha, tan importantes en la construcción de los antiguos imperios, dejaron una profunda huella en la cultura, la literatura, el arte, los mitos y las leyendas del Viejo Mundo.
En América, el arco apareció tardíamente: apenas tiene unos mil quinientos años de antigüedad. Nada comparable a los probablemente veinte mil de la vieja Europa. Como herramienta de caza fue fundamental para la supervivencia de la débil criatura humana en un medio tan hostil como fue la última etapa del Paleolítico. Luego, como arma de guerra, lo vemos atravesar la historia clásica y durante siglos fue el arma decisiva en la suerte de las batallas. Incluso cuando fue sustituido por las armas de fuego, la fuerte tradición de la práctica de tiro con arco continuó en forma de fratrías, agrupaciones tradicionalistas y finalmente en asociaciones deportivas.
En los pueblos de Oriente el arco también tuvo un gran desarrollo desde la antigüedad, tanto en China y Japón como en los del cercano Oriente especialmente en Turquía. En el imperio otomano fue el arma preferida en las conquistas y llegado su ocaso dio lugar a sociedades secretas conformadas por arqueros que continuaron con la práctica. En el moderno Japón, el kiudo (camino del arco) se practica como un arte marcial y las características de los arcos (asimétricos y de gran tamaño) y la técnica del tiro difieren del deporte como es practicado entre nosotros. En Argentina, sin embargo, hay grupos y clubes dedicados a la práctica del Kiudo.
En los actuales Estados Unidos de América, la derrota del bando confederado y la prohibición de usar armas de fuego dio origen a una práctica sistemática del tiro con arco en clubes y asociaciones. Nada parecido sucedió en nuestro territorio.
En el noreste de la Argentina, pueblos que mantienen sus tradiciones ancestrales todavía cazan y pescan con arcos y flechas, pero se trata de culturas que poco y nada han influido en la aparición de nuestro joven deporte. Para estos pueblos el arco es, como lo fue para sus antepasados, una herramienta de subsistencia.
Efectivamente, a diferencia de otras prácticas deportivas, la arquería, en nuestro país, es joven. Apenas medio siglo de existencia.
El tiro con arco comenzó a practicarse de manera deportiva en Inglaterra, durante el reinado de Enrique VIII (1509-1547). Se convocaba a todos los hombres, desde los más jóvenes hasta los sesenta años, a practicar tiro y estar preparados para utilizar el arco en caso de guerra.
Como ya habían aparecido las armas de fuego, que rápidamente comenzaron a perfeccionarse, la arquería pasó a ser una actividad deportiva y esto dio lugar a las primeras competencias de tiro con arco conocidas en la historia.
Del Reino Unido el deporte comenzó a difundirse y pasó en primera instancia a América del Norte, por la afinidad étnica y cultural. Más tarde, y muy lentamente, se fue expandiendo por los demás países de nuestro vasto continente.
El tiro con arco moderno participó en los Juegos Olímpicos de París de 1900 hasta los que se realizaron en Bélgica en 1920, con reglas completamente diferentes, cuando fue excluido por considerarlos carentes de un reglamento claro.
En 1931 se fundó en la ciudad de Lwow, Polonia, la Federación Internacional de Tiro con Arco (FITA), hoy World Archery, con sede en la ciudad de Lausana a orillas del lago Leman, en Suiza. Se creó la Ronda FITA, adaptada a los Juegos Olímpicos, y se estandarizaron los torneos con reglas claras.
En 1972 el Comité Olímpico Internacional (COI) incluyó nuevamente el tiro con arco en los Juegos Olímpicos de Munich, gracias a la persistente lucha de la alemana Inger Fritz, que fue presidenta de FITA desde 1961 hasta 1977. Fue además la primera mujer en conducir una federación internacional deportiva.
Argentina
Podemos afirmar sin duda que el 20 de enero de 1516 arqueros aborígenes mataron a los primeros europeos que se internaban en el Río de la Plata. Nunca sabremos sus nombres y está en duda su pertenencia étnica, pero lo cierto es que, estos arqueros, tenían buena puntería y sus flechazos fueron letales.
Juan Díaz de Solís era el capitán de la expedición. Él y sus compañeros fueron sorpresivamente atacados por un grupo de indígenas que los mataron y descuartizaron ante la mirada del resto de los marinos, que observaban impotentes desde el buque fondeado a escasa distancia de la costa. Si bien nunca conoceremos exactamente a qué grupo pertenecían, parece que ya nuestros primitivos habitantes eran diestros en el uso del arco.
Mucha agua pasó desde entonces y los rioplatenses ya no recibimos a los flechazos a nadie. Sin embargo, el arco y la flecha siguen tan vivos como entonces.
A fines de la década de 1960 surgieron pequeños grupos de entusiastas del tiro con arco que conformaron las bases del deporte actual y se formaron los primeros clubes.
Entre ellos podemos mencionar a la Asociación Argentina de Arquería (AAA), Asociación Bonaerense de Arquería (ABA), Tiro Federal San Martín (TFSM), Club Universitario de Arquería (CUDA), Club Chilicote, Club Paraná, etc.
Con la actividad más organizada, en 1974 se fundó la Federación Argentina de Arquería (FATARCO), que agrupa a los clubes de Tiro con Arco y está afiliada a la Federación Internacional de Tiro con Arco, (FITA), hoy World Archery.
En la actualidad son más de setenta los clubes federados.
En este medio siglo han proliferado clubes, pero también escuelas de tiro con arco, este singular deporte que practican hombres y mujeres, grandes y chicos, para que las flechas sigan volando.
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