Con libertad no ofendo ni temo
Por Priscila Guinovart para Revista Aire Libre
Una mayoría aplastante de los uruguayos podría fácilmente identificarse con las ideas de José Gervasio Artigas, prócer de los orientales. No obstante, definir el artiguismo es una tarea ardua, engorrosa y caprichosa. ¿Quién era, a fin de cuentas, Artigas? ¿Qué sabemos de él y de sus ideales?
Por un lado, tenemos al héroe libertador que nos presentaron en la escuela: ese hombre esbelto, de nariz aguileña y porte confiado que nos vigilaba desde bustos en los recreos, que nos alentaba retratado sobre nuestros cuadernos o sobre nuestro carné de notas.
Del otro, su historia negra: el contrabandista, el tirano, el mujeriego.
Estos párrafos no pretenden esclarecer ningún aspecto del prócer – para tal objetivo están los historiadores, y ni ellos parecieran ponerse de acuerdo.
Aún así, vale desempolvar algún artículo de las Instrucciones del Año XIII a efectos de develar las muchas contradicciones entre el Uruguay que es y el que no fue – y que, en la visión de Artigas, nunca debería haber sido.
Para reflejar este punto, me valdré de una gran amiga que, al igual que muchísimos uruguayos, se declara “100% artiguista” pero que, una vez iniciado el debate referente a la tenencia de armas, se define “100% en contra”.
Su postura, que roza lo absurdo, demuestra lo poco que el uruguayo promedio sabe sobre Artigas; que inspirado en Thomas Paine y en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, estableció la inviolabilidad del derecho de los pueblos a guardar y tener armas en el artículo 17 de las mencionadas Instrucciones del Año XIII.
Claro está que han pasado más de 200 años desde que los diputados de la Provincia Oriental se reuniesen en Buenos Aires. La sociedad hoy es otra, los peligros son otros, es cierto, pero también lo son las seguridades. La libertad, en contraposición, es un valor inquebrantable y atemporal.
Hoy para tener (¡y comprar!) un arma en Uruguay es necesario tramitar el THATA (Título de Habilitación para Adquisición y Tenencia de Armas). Es un trámite relativamente simple. Para portar un arma, según la regulación vigente desde diciembre de 2016, es imperioso gestionar la Habilitación de Porte de Armas, cuyas condiciones son un tanto más selectivas.
- Fotocopia y original del THATA
- Fotocopia y original de la Cédula de Identidad
- Fotocopia y original de la Guía del Arma
- Certificado de ingresos o constancia laboral.
- Constancia de tramitación de antecedentes judiciales.
- Certificado de aptitud emitido por un psicólogo
- Cuando se tramita por primera vez, “Certificado de idoneidad para el porte y empleo de armas de fuego” el cual se puede expedir en Centros de Formación de la Policía Nacional (Escuela Nacional de Policía y Escuelas de Policía Departamentales, Unidades Militares del interior del país e Instituciones privadas de capacitación habilitadas por el Ministerio del Interior).
- Presentar 2 fotos carnet actuales.
- Si se renueva el porte, hay que presentar el porte anterior.
Tanta condición haría pensar, al menos a algún iluso, que Uruguay debe ser el país más seguro del mundo. Como bien ha de inferir el lector, nada se aleja más de la realidad.
Uruguay es el octavo país más armado del mundo (603.430 armas registradas) y lamenta proporcionalmente más muertes por arma de fuego que Estados Unidos (número de víctimas cada 100.000 habitantes).
De hecho, según un informe publicado por el diario El País, Uruguay se encuentra en el sexto puesto del ránking “probabilidad de morir por arma de fuego”. A modo de referencia, Estados Unidos está en el puesto número 12.
Es interesante observar que el interés por tramitar el THATA ha declinado en los últimos años, por lo que ha de concluirse que estas armas son obtenidas de manera ilegal.
Queda claro entonces que la lucha no debe ser “contra las armas” que, como tantas veces he escrito, no se disparan solas, sino contra el crimen y los malhechores.
Despojar al pueblo de la posibilidad de defenderse de manera legítima es grave. Más lo es la monopolización de armas por parte del Estado. Todo esto, con un agravante: a quienes salen a matar, estas reglamentaciones no les hacen ni cosquillas.
Habrá que hacerse más artiguista.
(*) Escritora, Docente y Editora uruguaya.
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