Ya conquistaron Norteamérica, ahora se dirigen a América del Sur.
Los coyotes son excelentes colonizadores. Nota de Joanna Klein para The New York Times
Se reproducen con gran rapidez, se alimentan casi de cualquier cosa y viven casi en cualquier lugar. Podemos encontrarlos en campos, bosques, patios, parques e incluso en estacionamientos. Viven en ciudades como Los Ángeles, Nueva York y Chicago. Han llegado incluso a los Cayos de la Florida. En 2010, cruzaron el canal de Panamá. En la actualidad, lo único que les impide llegar hasta Colombia es una densa mancha selvática llamada la Región del Darién. Aunque cámaras puestas en trampas ya los captaron dirigiéndose hacia allí.
“No creo que nadie apueste en contra de que los coyotes llegarán finalmente a Suramérica”, afirmó Roland Kays, ecologista de la Universidad de Carolina del Norte y del Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte. “Deben ser algunos de los animales más adaptables del planeta”.
A fin de comprender la forma en que estos astutos vagabundos deambularon tan lejos, Kays y James Hody, un estudiante de posgrado, analizaron miles de muestras del museo, así como registros de fósiles, informes evaluados por colegas y reportes de agencias para la vida silvestre, además de que rastrearon hasta diez mil años atrás las rutas de estos animales. Los mapas que resultaron de esa investigación, publicados el 22 de mayo en ZooKeys, muestran lo equivocados que estábamos sobre la expansión a lo largo de la historia de los cánidos más resistentes de nuestro continente. Los mapas ofrecen también una base para que los científicos comiencen a preguntarse lo que ocurre cuando nuevos depredadores entran a un hábitat y la forma en que la hibridación influyó en la evolución del coyote.
Desde hace ya diez mil años, los coyotes vivían en pastizales, praderas y desiertos al este estadounidense, desde los ríos Misisipi y Ohio, y al oeste, hasta California. Sin embargo, a partir de 1900, los coyotes empezaron a salir, en todas direcciones, a los hábitats boscosos. Para los años veinte ya se habían dirigido a Alaska, y para los noventa, a la costa este de Estados Unidos. Incluso a pesar del trabajo de los encargados de la vida silvestre que han tratado de deshacerse de los coyotes, estos animales han logrado expandir su hábitat desde la década de los cincuenta para abarcar por lo menos al doble de lo que cualquier otro carnívoro de Norteamérica durante ese mismo periodo.
Prosperaron, en parte, gracias al aumento de la fragmentación boscosa y de las tierras agrícolas, junto con la aniquilación de depredadores como los lobos, los pumas y los jaguares. Y debido a que algunos coyotes alguna vez se aparearon con lobos o perros, los híbridos resultantes desarrollaron características que les ayudaron a adaptarse a nuevos entornos. Kays cree que los genes del lobo, que hicieron que algunos coyotes sean más grandes (pero no por ello calificados como una especie diferente, que algunos llaman coywolf, o coyolobo), probablemente les permitió expandirse con mayor rapidez hacia el noreste estadounidense. No está claro qué efecto han tenido los genes del perro en los coyotes, más allá de que algunos se parezcan más al pastor alemán.
Existen otros misterios. Por ejemplo, ¿cómo se expandieron tan rápido en Alaska y el noroeste, donde los bosques aún se encuentran relativamente intactos y llenos de lobos y pumas?
Los coyotes no son los únicos que se trasladan en los continentes. El zorro cangrejero de Suramérica ahora también está en Panamá y se dirige al norte. Si los coyotes van hacia América del Sur, será la primera vez que la parte norte y la parte sur del continente americano habrán intercambiado depredadores en tres millones de años. No se sabe qué ocurrirá.
Aún queda otra pregunta.
“¿Es algo que debemos ver como una expansión natural, algo bueno, o que debemos ver como especies invasivas, como algo malo?”, planteó Kays. “En cierta forma, es una pregunta filosófica porque, al final, no podemos hacer nada al respecto”.
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