La Patagonia Argentina
Por Daniel Rivademar para Revista Aire Libre
Hacia mediados de la década de 1960, la Patagonia Argentina ya contaba con una red vial de cierta importancia y comenzaba a trabajarse, a todo lo largo y ancho del territorio, en la construcción y ampliación de aeropuertos. Esta capacidad de conexión hizo que empezara a transformarse, a la vez que en un destino turístico, en una región en la que muchas personas, procedentes tanto de la Capital Federal como de las provincias, iniciaran una nueva vida y buscaran nuevas oportunidades de realización.
Allá por 1975, interesado en esta movida, viajé a la Patagonia por primera vez. Una región fascinante, donde descubrí dos pasiones que desde entonces me han acompañado en mi vida: la naturaleza Patagónica y la fotografía.
Poco a poco y viaje a viaje fui conociendo la región en mayor profundidad. Al principio la cordillera y, años después, la costa y la estepa. Mis viajes eran a la vez que una actividad deportiva; el andinismo primero y más tarde el buceo, dos disciplinas que no sólo me encantaban sino que resultaban una excusa perfecta para retratar los deslumbrantes lugares a donde estas actividades me llevaban.
De este modo adquirí las herramientas para moverme con plena libertad en todo tipo de terreno, llevando siempre conmigo la cámara de fotos.
Mientras tanto, año tras año, mi colección de fotografías iba convirtiéndose en un gran archivo de imágenes que al regreso de mis viajes, mis amigos miraban con entusiasmo asombrándose de que en la Patagonia existieran tanto lugares como una flora y fauna tan singulares
¿Qué es la Patagonia?
La Patagonia es un territorio inmenso, y de gran diversidad de ambientes, climas y ecosistemas. Se podría decir que, desde la cordillera hasta el océano Atlántico, la región tiene una muestra representativa de gran parte de los ambientes naturales de nuestro planeta. Una selva “fría” (la Selva Valdiviana), altas montañas con nieves eternas y glaciares, bosques exuberantes, lagos y ríos por doquier, y bajando desde la cordillera al mar un semi-desierto (la estepa patagónica), que abarca casi un 70% de todos los ambientes naturales de la región. Por último, ya en el litoral atlántico, se extiende una de las líneas costeras más deslumbrantes de nuestro planeta, con una diversidad de vida marina que sorprende a quienes la visitan.
Es así que, ante semejante escenario y variedad, mis viajes se fueron multiplicando, ya que las posibilidades para un fotógrafo paisajista son realmente inagotables.
Luego de 37 años de recorrer y fotografiar la Patagonia, tengo la sensación que apenas he arañado la superficie de lo que me gustaría registrar fotográficamente, y me encuentro actualmente haciendo planes para el futuro.
Recuerdo que lo primero que me fascinó, cuando llegué por primera vez a la Patagonia, fue la frescura del clima en contraste con los calores de verano de Buenos Aires.
Luego, fueron los ríos y lagos de la región, con sus espejos de aguas cristalinas.
Un hecho que me atrapó tanto, que – hace unos 10 años atrás – inicié el proyecto de retratar el “Ciclo del Agua” en todos sus pasos (evaporación, precipitación, acumulación de nieve y hielo, fusión, escurrimiento y de nuevo evaporación). La Patagonia en ese sentido ofrece el mejor escenario posible para plasmar este proyecto.
Fotografiar la naturaleza, es una experiencia singular, diría… mística.
Cuando se está solo en la inmensidad, desaparecen las preocupaciones de la vida cotidiana y uno se sumerge en un mundo mágico. Todo lo que se observa adquiere mas colores y detalles. El silencio profundo, la ausencia de pensamientos, una paz que todo lo abarca, son más que suficientes razones para lograr inspiración y, a la vez, quedar fascinado.
Además, en la búsqueda de imágenes, y en el recorrer a pie el paisaje durante casi todo el día (desde que hay luz hasta que esta desaparece), y a lo largo de muchas jornadas, a veces por semanas, resulta un ejercicio tan tonificante que, cuando regreso de cada viaje, siento una salud y un vigor excepcionales. La suma de estas cosas, el silencio, la soledad, el ejercicio físico y fotografiar – lo que más me gusta – es lo que me atrapó de por vida en lo que hago.
En años recientes, y con la aparición del video HD, descubrí un universo expresivo que me permitió retratar el tema del Ciclo del Agua en movimiento y sonido.
También me acompañó la fotografía en esta exploración y en una próxima nota escribiré sobre esa experiencia.
Amamos lo que conocemos, dice el dicho, y así gracias a la fotografía se puede dar a conocer la naturaleza, fomentando su preservación. Gracias a la fotografía y al video, todo el mundo conoce, valora y está interesado en la preservación de la naturaleza, que es a la vez nuestra madre y nuestra casa, la Tierra.
Mi flujo de trabajo
Planifico las tomas con anticipación, estudio el lugar, los mejores ángulos de captura y la forma en que la luz incide, a lo largo del día, sobre el sujeto a fotografiar.
A pesar de esta planificación anticipada, dejo espacio para la improvisación ya que siempre pueden aparecer oportunidades dignas de ser fotografiadas e inconvenientes que obligan a modificar lo planeado.
Mi trabajo se desarrolla en base a líneas temáticas, como las siguientes: amaneceres y atardeceres, cielos, caminos, lagos, montañas, glaciares, ríos arroyos y cascadas, fauna y flora, paisajes, arquitectura antigua, oficios artesanales, entre otros.
Cuando regreso, organizo las fotografías en mis archivos de ese modo, lo que me facilita mucho el acceso cuando las necesito.
Hago varios backup de las fotos ya que los archivos digitales pueden corromperse lo que generalmente termina con la pérdida del material.
Algunas sugerencias:
- Para fotografiar fauna y, particularmente aves, no hay nada como una carpa camuflada. Para que funcione, es preciso armarla la noche anterior para que las aves no vean su instalación y, a la madrugada siguiente, se acerquen como si esta no existiese. Esto permite el acercamiento necesario, ya que debido a su pequeño tamaño, no hay teleobjetivo que alcance para lograr un primer plano. Las aves tampoco parecen verse afectadas por el ruido que yo suelo producir (bastante notable) cuando me muevo dentro de la carpa.
- La mejor luz para fotografiar paisajes es durante las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde – especialmente – estas son las preferidas por los fotógrafos profesionales. Los colores se vuelven intensos y cálidos, y las sombras largas y sugestivas. Sin lugar a dudas el atardecer es el mejor momento para hacer fotos.
- La magia del agua en movimiento. Para darle vida al agua, lo ideal son las velocidades bajas de obturación. Para poder hacerlo bien debemos reducir el diafragma a valores de f:16 ó f:22 y, mejor aún, utilizar filtros de densidad neutra y/o polarizador, para no alcanzar valores muy pequeños de diafragma lo que nos lleva a pérdida de definición por efecto de la difracción de la luz. A su vez, el filtro polarizador elimina reflejos y satura los colores, realzando notablemente a la imagen en su conjunto.
(*) Daniel Rivademar es fotógrafo, explorador, andinista, buceador, editor, director de Tierra Viva, Casa Editorial.
danielrivademar@gmail.com
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