El rescate de tortugas en Bali, huevo por huevo
Por Richard C. Paddock para The New York Times
LEGIAN, Indonesia – Desde hace mucho, los habitantes de Bali tiene dos posturas acerca de las tortugas marinas en peligro de extinción. Algunos quieren salvarlas; otros quieren comérselas.
Sin embargo, el deseo de salvar a las tortugas es cada vez mayor, en especial entre los balineses más jóvenes.
Durante el día, la playa Legian está llena de turistas de todo el mundo que vienen aquí por la arena y el surf. En las noches, cuando la playa está oscura y casi desierta, se convierte en un hábitat crucial para las tortugas.
Alex Unwakoly, un voluntario de la Sociedad para las Tortugas Marinas de Bali, estaba patrullando una playa al otro lado de un hotel de cinco estrellas una noche reciente cuando vio una tortuga golfina (u olivácea) que se había arrastrado hacia la arena para desovar.
Así comenzó una rápida operación para salvar a la descendencia de la tortuga.
Él y un colega mantuvieron a un puñado de turistas a una distancia prudente mientras la tortuga —clasificada como miembro de una especie vulnerable— ponía sus huevos. Llegaron otros rescatistas. Luego, cuando la tortuga regresó arrastrándose a las aguas del océano Índico, desenterraron los 136 huevos, cada uno de más o menos el tamaño de una pelota de tenis de mesa, los pusieron en una cubeta y se los llevaron para incubarlos en un lugar más seguro.
“Cada vez que pone huevos regresa a este lugar, que es donde nació”, dijo Unwakoly. Eso puede ocurrir varias veces en un año.
La campaña, en gran medida voluntaria, para salvar a las tortugas marinas de Bali es una extraña historia de éxito en esta popular isla turística, que lucha contra amenazas ambientales, incluyendo basura en la línea costera, playas que se erosionan y descorazonadores congestionamientos de tránsito.
Si se deja que los huevos se incuben solos, como es la intención de la naturaleza, estos enfrentan muchas amenazas. Los pueden aplastar los visitantes de la playa, se los puede llevar la corriente, los pueden desenterrar los perros salvajes o se los pueden robar los cazadores furtivos. Las tortugas que ponen sus huevos en la playa enfrentan el riesgo de que se las lleven y las conviertan en la cena.
“Lo más importante respecto de la conservación es cómo educar a los humanos”, dijo I Wayan Wiradnyana, el fundador de la Sociedad para las Tortugas Marinas de Bali. “Las tortugas marinas nos pertenecen a todos, así que todos debemos hacernos responsables”.
De las siete especies de tortugas marinas existentes, seis habitan las aguas de Indonesia y todas están clasificadas como vulnerables, en peligro de extinción o en peligro crítico de extinción.
El principal éxito del grupo se ha dado con la tortuga golfina, a la que parecen no afectarle tanto la basura, el ruido y las brillantes luces de la moderna Bali.
También se dice que sabe a pescado, a diferencia de la tortuga marina verde, a la que los balineses consideran la más deliciosa.
Las dificultades de las tortugas marinas se han reducido de manera considerable desde 2001, cuando llegué aquí para investigar el tráfico de tortugas. Cazar, poseer o comer a estos animales se prohibió en 1999, pero, a pesar de ello, se asesinaba a decenas de miles de tortugas.
Las tortugas que serían sacrificadas se mantenían a la vista en jaulas de bambú en la playa. La carne de tortuga se servía sin que fuera secreto en restaurantes pequeños y ceremonias hindúes. Los traficantes operaban impunemente y en cierto momento quemaron una estación de policía en protesta por la prohibición.
Las tortugas se destazaban vivas para evitar que la carne se pegara al caparazón. Un carnicero me describió el repugnante proceso de diez minutos: primero cortaba las aletas, luego separaba la carne del caparazón y al final arrancaba el corazón, que aún latía.
Las autoridades de la isla, predominantemente hindú, comenzaron a tomar medidas enérgicas para no arriesgarse a una reacción negativa por parte de los turistas extranjeros.
Por su parte, los sacerdotes hindúes ayudaron a proteger a las tortugas al declarar que sacrificarlas no es una práctica religiosa.
Ahora, el tráfico de tortugas se ha vuelto clandestino. A pesar de ello, algunos traficantes y proveedores siguen con su negocio y el año pasado la policía marina indonesia en Bali decomisó más de 670 kilos de carne de tortuga, incluyendo más de 180 kilos empaquetados con hielo y enviados en camión desde la isla cercana de Lombok.
Wiradnyana y I Gusti Ngurah Tresna, conocido como Agung, comenzaron a tratar de salvar a las tortugas marinas en 2001. Recuperaron los huevos de un único nido, los incubaron y soltaron a las bebés.
Al año siguiente, recuperaron los huevos de dos nidos.
Poco a poco fueron creando conciencia en la comunidad, atrajeron a voluntarios y crearon una red de vigías, como conductores de taxis y guardias de seguridad de hoteles, quienes les avisan si ven tortugas en la playa.
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