Vocero del mar
Nota de Karl Ness exclusiva para Revista Aire Libre
El hecho de tratarse de la obra de un médico cirujano vascular, buzo y fotógrafo despertó nuestro interés y, al visitar su blog y ver el material que producía, no resistimos la tentación de citarlo y hacerle una nota. Debo reconocer que mientras iba a Rond Point, lugar del encuentro, me preguntaba cómo sería la personalidad de este hombre; amo del corazón ajeno y señor de las aguas profundas. Lo imaginaba soberbio y de avasallante ego, fama que comparten los cirujanos y comandantes de avión. Pues resultó todo lo contrario, una persona amable, empática y muy entradora. Un fenotipo porteño de gran sensibilidad y compromiso con la vida misma. Alguien que no tiene ningún pudor en describir sus inicios con limitaciones económicas ni tampoco ostenta contando que pudo conocer 62 países y bucear en 40 de ellos. Esta es la opinión que a mí me produjo pero, a partir de ahora, júzguenlo Uds.
Antes de iniciar comparto las consignas acordadas con el entrevistado, Dr. Aldo Gustavo Galante. Convinimos en que su testimonio sería un relato, casi sin preguntas, en el que nos contaría, por qué y en qué orden fueron apareciendo estos 3 roles y cuál es hoy el interés del fotógrafo, haciendo énfasis en los detalles – ya que esta es una sección de fotografía -.
Vamos a la nota…
Descubrí la fotografía en el agua. Yo podría decir que nací en el agua. De chico nadaba muy bien y mi padre era un fanático del mar, ámbito que conocí a los 6 años, durante mis primeras vacaciones. El agua me encantaba y si bien quise tener mis patas de rana Plaff (únicas en aquella época para niños) por cuestiones obvias las mismas nunca llegaron, enojándome con Papá Noel y los Reyes Magos, lo que quizás reforzó mi deseo por descubrir todo lo que habita bajo la superficie.
Por otro lado, mi afición por la Medicina crecía a partir de mis exploraciones en el cuerpo de cuanta rana o sapo se cruzaba por mi camino en la quinta de mi tío, un lugar ideal para encontrar “animales de experimentación”. Pero en realidad, el momento culminante para la toma de esta decisión, se produce un poco después; fue durante la operación de mi caballo tobiano, que me daba mi tío para andar. Tuve la suerte de que el Veterinario me permitiera observar la intervención, a esa altura ya tendría 14 años. Si bien recibí un fuerte impacto emocional por ver en ese estado a mi caballo, me estimuló y emocionó mucho, tener la posibilidad de presenciar un procedimiento quirúrgico hecho por manos expertas. Ese día me dije… yo tengo que aprender a hacer esto! Así que allí, el arco de la decisión se estrechó y pasó entonces a centrarse en una simple elección entre ser Veterinario o Médico. Por supuesto que en ese momento opté por ayudar a salvar vidas humanas y me incliné hacia mi profesión, pero reconozco que hoy también quisiera hacer algo por los animales ya que la están pasando muy mal.
Me tocó iniciar la carrera en una época en que la cirugía cardiovascular estaba “muy de moda” y en nuestro país había grandes médicos, referentes de dicha especialidad, así que decidí seguir “la corazonada” inicial. Fue un momento épico para la cirugía cardiovascular; hoy las circunstancias han cambiado un poco.
Actualmente, la tecnología permite utilizar nuevos recursos y la cirugía, en determinadas patologías, es menos invasiva respecto de lo que era hace 25 años atrás. Aunque también debemos reconocer que estas nuevas soluciones quirúrgicas algunas veces no están al alcance de todos. No obstante, gracias al hospital público, tenemos la posibilidad de ayudar mucho, allí logramos realizar grandes cirugías con mucho esfuerzo colectivo. Si bien seguimos haciendo algunas cirugías de aquellas épocas, lo mini invasivo va adquiriendo cada día más espacio. Tanto la cirugía como el diagnóstico cardiovascular fueron mi obsesión casi absoluta por mucho tiempo, pero al ganar algunos pesos volvieron a mi mente las postergadas patas de rana, mejor llamadas aletas.
Precisamente, mientras estudiaba medicina, me puse detrás de un volante y gané plata como taxista para solventar mis estudios en parte y dar también, mis primeros pasos en el buceo. Tengo muchas anécdotas, como la del día en que me quedé dormido y desperté frente a una estrella, no de mar sino de Mercedes Benz y para peor de un colectivo! Eso ocurrió cuando me preparé para rendir un examen de Histología, una de las primeras materias de la carrera. Por suerte, fue un accidente sin consecuencias. La vida continuó, me gradué y el mar llegó a mí plenamente cuando ya pude ganar más dinero y, por lo tanto, tener la posibilidad de viajar a lugares más remotos. Es decir … el médico llegó primero y casi paralelamente lo hizo el buzo.
La primera vez que metí la cabeza bajo el agua del mar y pude observar lo que me rodeaba fue en Brasil y el primer animal marino que pude ver fue una estrella de mar. A partir de ese día me dije … “yo tengo que hacer esto con la mayor frecuencia posible, es maravilloso!” Muchos años después de realizar el primer curso de buceo para mejorar técnicamente, para no olvidarme lo que había visto, comencé a fotografiar.
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Sí, al principio utilicé la fotografía como una suerte de ayuda memoria. Todos, mi mujer, amigos, colegas me preguntaban ansiosamente “¿qué viste, qué viste?”. Y uno ve tantas cosas en una inmersión que es imposible recordarlas, así que recurrí a la fotografía para que lo hiciera por mí. Por supuesto, las primeras fotos eran muy malas pero a fuerza de seguir fotografiando, el ojo se fue entrenando, hasta que llegó el momento en que me dijeron … “están buenas tus fotos!” Y, alentado por esos comentarios, fui invirtiendo en iluminación y otros equipos. Comencé a informarme y a estudiar en forma autodidacta y así llegamos a la última etapa en que la fotografía mejoró sensiblemente y pasó a tener otra jerarquía dentro de mis intereses; hasta gané mi primer concurso fotográfico “fuera del agua”.
Digamos que primero fui taxista, luego médico, después buzo, posteriormente cirujano y por último fotógrafo submarino. El primer equipo con el que me inicie, fue prestado por un íntimo amigo de la infancia y también buzo, quien me ofreció una antigua cámara amarilla, muy mala, tan mala que con suerte se salvaba una foto de las 36 del rollo.
Luego conseguí una NIKONOS V – versiones mejoradas por Nikon de la Calypso, diseñada por Jacques Cousteau (el padre del submarinismo moderno) y un ingeniero belga –. Era la época de la fotografía analógica y allí el principal problema radicaba en que uno hacía la foto y recién podía ver el resultado después de reveladas, por lo que si el rollo era de diapositivas, con algo de suerte las veías …40 días después, cuando ya ni te acordabas lo que habías fotografiado. Aun así, reconozco que el mayor inconveniente de aquel momento en la fotografía submarina era la luz, por lo menos para mí. Además, por ese entonces, conseguir cosas importadas no resultaba fácil ni barato.
“Sin luz, debajo de los 5 metros todo se transforma en azul”
Hoy ese tema ha sido superado, los elementos con que contamos para iluminar son muy eficaces. No obstante, ahora que también hago fotografía fuera del agua, entiendo que la submarina es mucho más compleja, tanto por las partículas en suspensión y el medio acuático más adverso, como por la imposibilidad de manejar libremente la luz tal como uno lo hace en superficie. Imagínate que si no le ponés luz a la cámara – debajo de los 5 m – todo se transforma en azul. No puedo olvidar que mis primeras fotos eran totalmente azules, como viradas al cian.
Además de la luz, otra dificultad importante a sortear, es la fugacidad de los momentos en que uno puede tener correctamente encuadrado al animal marino a fotografiar. En fin, son muchos los inconvenientes que en esta rama de la fotografía se deben enfrentar. No es nada fácil! De todos modos, la cosa se fue simplificando lentamente a partir de la era digital. Recuerdo que tuve mi primer cámara digital siendo un joven médico, una Sony DSC – P100. Una camarita muy práctica y económica que compré junto con una pequeña caja estanca de la misma marca, con un viejo flash submarino marca Intova.
Así fui evolucionando, si bien en el comienzo de la carrera de médico residente (o “resistente” como les decimos nosotros) ganaba menos que con el taxi. Tanto es así, que una vez le comenté a mi viejo… “estará bien esto?”. La verdad que, aunque parezca difícil de creer, como residente de cirugía ganaba bastante menos que con el taxi pero, como el amor a la medicina ya estaba consolidado, seguí transitando por este arduo pero maravilloso camino. Como consecuencia, por algún tiempo continué juntando peso sobre peso para poder viajar e ir comprando equipo, haciendo lo que se podía y como se podía. En muchos casos juntaba durante todo el año para viajar a algún lugar donde el agua fuera un poco más clara, comenzando por Puerto Madryn, Península de Valdés, Lagos patagónicos y costa de Brasil.
Pero si uno persevera las cosas mejoran, y así fue como llegué al Caribe, del cual me enamoré a primera vista desde la ventanilla del avión. Por supuesto, lo que más me cautivó fueron sus aguas claras y cálidas. Allí me di cuenta que las condiciones lumínicas eran mejores y que había menos partículas en suspensión, lo cual redundó positivamente en el resultado final de mi trabajo fotográfico. Sin duda, ese fue un momento bisagra en la calidad de mis fotos y también en el plano emocional, porque mi actitud romántica respecto del mar, su belleza y la fotografía empezó a convivir con un sentimiento de gran preocupación y angustia al comprobar, inmersión tras inmersión, el daño que le estábamos haciendo y continuamos haciendo al mar. Un fenómeno alarmante actualmente.
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Así empecé mi última etapa de la fotografía subacuática, que es la de capturar la imagen de hermosos y, en algunos casos exóticos, animales conviviendo con basura, sí con nuestros residuos! Y es por eso que me inicio en el análisis del tema con sus escasos pros y sus terribles consecuencias. Desde ya que en el balance, la basura tiene un gran desequilibrio hacia lo malo pero también tiene alguna cosa buena y destaco en particular los envases de vidrio que suelen transformarse en hogar de algunas especies.
Un capítulo aparte dentro de lo negativo lo merece el plástico, que tiene bien ganada su prensa desfavorable porque es muy nocivo para la salud del mar y sus habitantes. Hoy ya existen varias islas de basura en el mar, una verdadera catástrofe ambiental. En mis visitas a muchos pueblos costeros e isleños donde es costumbre arrojar los residuos al mar, como ocurre en Asia, he charlado con los lugareños explicándoles que eso iba a generar hambre el día de mañana – pensemos lo que significa esta conducta a escala mundial, dado que el 70% de la población de nuestro planeta vive sobre las costas – por supuesto sin lograr ningún cambio en sus hábitos.
Al retornar años después, me he encontrado con que, desgraciadamente, la predicción se había cumplido. A veces la gente no es consciente de los riesgos que implica su conducta y por desconocimiento, desidia o comodidad, continúan haciéndolo hasta que el mal se evidencia y es casi irreversible. Me inclino a creer que tienen como un pensamiento mágico acerca de las cosas. En el caso concreto de la basura deben pensar que el mar se la traga y la disuelve o la expulsa hacia el espacio exterior o creen que le trasladan el problema a otro pueblo ignorando que la contaminación del aire, el agua o el suelo, nos afecta a todos, poniendo en peligro la estabilidad de los ecosistemas y por lo tanto, de la totalidad de la vida en la biosfera.
“Es triste, pero es la realidad. Hay que ir en busca de pequeños animales porque de los grandes cada vez quedan menos”
Debido a esto, además de la sobrepesca y otras múltiples razones, resulta cada vez más difícil encontrar grandes animales cerca de las costas y por ello la actividad de muchos de los que practicamos fotografía subacuática en el mundo, se orienta a lo que estoy haciendo ahora que es la macro y super macrofotografía. Es así que muchas de las grandes fotografías submarinas en el mundo se relacionan con especies minúsculas como pequeños camarones, cangrejos, caracoles y distintas especies de peces que miden desde mm a otras que miden un par de cm o llegan, como mucho, a los 6 cm. Es triste, pero es la realidad. Hay que ir en busca de pequeños animales porque de los grandes cada vez quedan menos.
Hoy ocurre en el mar lo mismo que en África con los grandes animales, que han quedado reducidos a determinadas áreas territoriales o guetos, donde la endogamia está haciendo estragos. Los tiburones, por ejemplo, han disminuido sensiblemente sus poblaciones, salvo en aquellas pocas regiones donde están muy protegidos. Y esto es todo un problema que excede a la especie y afecta a la salud del mar, ya que este animal ataca a los peces más débiles y enfermos del cardumen, impidiendo que la enfermedad se propague al resto.
Es decir que el tiburón es el “Doctor” del mar. Y la desaparición de estas grandes especies marinas está directamente relacionada con la sobrepesca de ellos por sus aletas, dado que en muchos países asiáticos utilizan únicamente sus aletas para hacer sopa de tiburón, algo que da estatus a los “nuevos ricos”, principalmente de estos países, pero no agrega ningún atributo culinario ya que la sopa carece prácticamente de sabor. Hay que tratar de ponerle límites a estos disparates. Por eso mi interés y más aún mi preocupación por divulgar esta realidad y ayudar a crear consciencia en la población. Mi profesión es la medicina y ella es la que subvenciona todo, tanto mis aficiones marinas como esta vocación por el ambientalismo. Actividades que me obligan a alternar escenarios, desde los parajes más remotos y aislados de la civilización para practicar submarinismo, hasta el corazón de la metrópolis para ejercer la cirugía vascular. Trato de combinar esta polaridad de la mejor manera posible. Dentro de ese “poder hacer” está la difusión de lo que veo, capturo fotográficamente y pienso que debería gestionarse.
Respecto de mi afición fotográfica, he participado en varios concursos con mucho éxito y de hecho gané el 1er Premio del Concurso Clarín 2010. Si bien está bueno participar y que te acaricien el ego con un premio, lo que más me interesa y urge en este momento es divulgar las maravillosas criaturas que habitan el mar, protegerlas y dar a conocer la situación crítica en la que se encuentra el océano. El reloj es cruel y no admite demoras. Necesitamos del compromiso de todos porque muerto el mar … ¿qué destino le queda a la vida tal y como la conocemos hoy?
Mi prioridad, motivación y compromiso es difundir el estado de situación de los hábitat marinos y la belleza de quienes habitan sus profundidades, intentando así conmover a la opinión pública y preservar su existencia por siempre!
“La razón de que haya hecho películas sobre el mundo submarino reside simplemente en mi creencia de que la gente protege aquello que ama. Pero solo amamos aquello que conocemos”. Jacques Ives Cousteau
Con estas palabras cerramos la entrevista. Nos acompañamos un par de cuadras charlando animadamente como si nos conociéramos desde hace mucho y nos despedimos, sabiendo que este no sería el único encuentro, porque su convocante propuesta merece nuestra adhesión y un espacio dentro de Aire Libre, para que la voz del mar siga sumando fuerza y adeptos a la causa, en la esperanza de que el hombre escuche y reaccione.
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