Brasil fue un país que vendía armas en las grandes tiendas comerciales.
Artículo de Bene Barbosa, Presidente del Movimiento Viva Brasil.
En 1970, el señor Osvaldo Presoti entró en una tienda Mesilla en São Paulo portando su RG, un comprobante de trabajo y su certificado de antecedentes penales, atravesó la tienda pasando por el sector de las ollas, sábanas y ropa de cama. Salió de allí con un revólver Taurus calibre .32. Esta arma, pasados 48 años sin producir ningún mal, se encuentra hoy con su nieto y mi amigo André Nobre, que me envió la foto que ilustra este artículo.
Si, Brasil ya fue un país, en un pasado muy reciente, que vendió armas en tiendas de departamentos como Mesbla, Mappin o en tiendas de artículos deportivos como Bayard. Era algo absolutamente ordinario, normal. No, no había tiroteo en las calles y el ciudadano que compraba esas armas legalmente y de forma bastante liberal, por regla general, no cometía crímenes con tales. No había secuestros relámpagos; los robos a la residencia -es decir, la invasión de casas cuando sus propietarios allí estaban- eran rarísimos y las tasas de homicidios quedaban cerca de las de países desarrollados y seguros.
Y si las armas ya estaban allí, me parece bastante obvio que el cambio que transformó a Brasil en uno de los países recordistas de homicidios no pasa ni cerca del fácil acceso a ellas, y el fracaso del Estatuto del Desarme es la mayor prueba empírica de ello.
En el debate electoral que estamos acompañando este año, una de las principales críticas al candidato Jair Bolsonaro se traduce en la idea de que quiere armar a la población para combatir el crimen. La afirmación es doblemente falsa. Hasta donde puedo recordar, él nunca propuso distribuir armas para la población y, mucho menos, que eso sería la solución para reducir la criminalidad. ¡No hay en su discurso ninguna revolución!
Así, cuando alguien me pregunta en tono de acusación si quiero ver a Havan, las Casas Bahia, las Pernambucanas, el Walmart o cualquier otra tienda de departamentos vendiendo armas mi respuesta es afirmativa. Sí, quiero ver a Havan vendiendo armas! Con más de veinte años de estudios sobre el tema y con casi cinco décadas de vida puedo afirmar que eso no me causa ninguna preocupación, pues sé que la mayoría aplastante será exactamente como el señor Osvaldo o su nieto André.
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