¿Una forma ética de comer?.
Cinco razones para hacerlo. Columna de opinión de Lily Raff McCaulou. (*)
(CNN) — Mientras crecía, nunca conocí a alguien que cazara. Supuse que los cazadores eran, probablemente, solo unos bárbaros que estaban locos por las armas. Sin embargo, hace ocho años me mudé de Manhattan a una comunidad rural en el estado de Oregon, para escribir para un pequeño periódico.
Mi perspectiva cambió cuando empecé a entrevistar a cazadores para mis artículos y me di cuenta que aunque me había considerado desde hace mucho tiempo una ambientalista, estos cazadores —muchos de los cuales se burlan de la palabra ecologista— tenían más conocimientos y se preocupaban más por los animales y la naturaleza que yo.
En algún momento, decidí comprar un arma y unírmeles. Pero no se preocupen, todavía soy una orgullosa ambientalista.
La caza en el centro de las miradas. Una nota del Libro del 80° Aniversario de AICACYP que no deberías dejar de leer.
Tengo cinco razones por las que considero que cazar un animal salvaje es una opción de comida ética.
- Cazar tiene una menor huella ambiental. En la crianza de estos animales no se usan antibióticos, hormonas artificiales, pesticidas, herbicidas o alimentos artificiales. A diferencia de los animales de granja, uno salvaje no contribuye a la erosión del suelo, la contaminación del agua o el desplazamiento de plantas nativas en favor de los monocultivos. No se labra la tierra para alimentar a un animal salvaje, entonces no se libera a la atmósfera CO2 adicional.
- Los animales salvajes no son sometidos a la miseria de las granjas en las fábricas. Mi venado nunca fue encerrado, castrado o marcado como a la mayoría de los novillos de granja. Mi pato nunca estuvo enjaulado o le quitaron el pico ni le cortaron los dedos de las patas de la manera en que lo hacen a la mayoría de las aves en los criaderos. Los animales salvajes, a diferencia de muchos de los domesticados, no son criados, alimentados y medicados para ganar peso rápidamente, con tal de que puedan matarlos a las pocas semanas de edad.
- No se desperdicia nada de carne. Después de dispararle a un animal, lo destripo y corto yo misma (o en el caso de un toro de 360 kilogramos, con la ayuda de amigos). De esta manera, sé que la carne se manejó de un modo seguro y me aseguro de que se aprovecha lo más posible del animal. La carne es vida. Entonces busco recetas con las que la aprovecho lo más que puedo. La cocino con cuidado. Le comparto a mis amigos y a mi familia. Me aseguro de que cada bocado sea disfrutado.
- Cazar apoya económicamente la conservación. Para cazar alces este otoño, por ejemplo, ya compré una licencia para cazar en el estado de Oregon, que costó 29,50 dólares, pagué 8 dólares para entrar a una rifa para ganarme el derecho de cazar en un sitio específico y compré una etiqueta de 42,50 dólares. Eso quiere decir que ya pagué 80 dólares para la investigación de la vida salvaje y para la protección del hábitat de ese estado. Con aproximadamente 12,5 millones de cazadores en todo Estados Unidos, estamos hablando de dinero real. Las ganancias del programa de sellos postales de patos —una cuota anual requerida de 15 dólares para cazadores de aves acuáticas migratorias— le ha añadido más de dos millones de hectáreas al sistema de refugios de vida salvaje nacional. Y los impuestos federales que se cobran al equipo de caza y municiones han permitido reunir más de 200 millones de dólares al año para la administración de la vida salvaje y la compra de terrenos públicos.
- La caza promueve la conservación. Cazar implica ser parte de los ecosistemas en lugar de solo observarlos desde fuera. Cuando me encuentro cazando a un animal, utilizo todos mis sentidos para absorber mis alrededores, como si yo fuera también un animal salvaje. Entonces, al momento de disparar, ya desarrollé una conexión profunda con las especies y con la tierra. Me consideraba a mí misma una ambientalista antes de empezar a cazar, pero en ese entonces, todas mis razones para la conservación eran teóricas. Ahora que cazo, tengo un particular interés por ver lugares y especies conservadas a largo plazo. Algún día, quiero llevar a mi hijo de cacería a todos mis lugares favoritos.
(*) Lily Raff McCaulou es una periodista galardonada, beneficiaria de la Beca Knight-Wallace y columnista del diario The Bulletin en la localidad de Bend, en Oregon, Estados Unidos. Su primer libro, “Call of the Mild: Learning to hunt my own dinner” (El llamado de los mansos: aprendiendo cómo cazar mi propia comida), fue publicado en junio de 2012
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