Descenso en los rápidos de Argentina.
Adrenalina, tensión y emoción; todo esto se conjuga en una de las actividades de turismo activo que gana adeptos en el país. Por Amanda Merino para Revista AIRE LIBRE.
Hay turistas que, en sus vacaciones, buscan algo más que contemplar la naturaleza o descansar en la playa; la motivación al momento de elegir un destino la encuentran en conocer nuevos paisajes, nuevas actividades y vivir algún tipo de experiencia.
Por su diversidad geográfica, en Argentina hay una amplia oferta de actividades para hacer turismo aventura, y el rafting es una de ellas. De norte a sur, hay ríos rápidos en distintas regiones donde puede practicarse este deporte de manera recreativa, para disfrutar con amigos o en familia.
Para el turista, una bajada por el río es una práctica aventurera porque se realiza en un medio natural y, en su mayoría, en un lugar diferente al de su entorno habitual. Se trata de un deporte que genera adrenalina y se vive una experiencia en equipo en que hay que superar obstáculos, como grandes rocas en medio del curso del río. En el recorrido la tensión y la emoción se van alternando, se está entre la admiración del paisaje, la vivencia de la bravura del agua-que por momentos pega en la cara y moja al tripulante por completo- y la atención a las indicaciones del/la guía.
Sobre el rafting
Este deporte es originario de Estados Unidos y empezó a incursionar en Argentina a mediados de los años ochenta, aunque su desarrollo como actividad turística-aventurera empezó a ganar adeptos en los noventa.
El rafting es una actividad grupal que consiste en el descenso en botes-el gomón- con capacidad para 6 u 8 personas, y se realiza en ríos rápidos de montaña. Las bajadas turísticas se realizan según el tipo de río y nivel de dificultad, que van desde la clase I a VI, esto es: de calmo a más turbulento. Una condición para su práctica es que el río lleve un importante caudal de agua y esto se da en temporada de deshielo.
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“El máximo nivel en un viaje comercial es clase V, donde se requiere experiencia previa y aptitud física para aguantar caer al agua. Hoy en día es común, a nivel mundial, la práctica de rafting en clase II y III, porque se adapta a familias, niños y gente sin experiencia”, explica Mario Mateo, instructor de rafting por la Federación Internacional (IRF-por sus siglas en inglés), encargado de la comisión de capacitaciones y entrenamiento de la Asociación Argentina de Rafting y técnico en Turismo.
En cuanto a la edad, puede practicarse desde los 5 años, aproximadamente, pero esto depende también del nivel de dificultad del río. Por ejemplo, niños y niñas desde los 5 años de edad pueden hacerlo en ríos de clase I y II; desde los 13 años pueden pasar a clase III, y a partir de los 16, a clase IV.
Condiciones y equipo
Para hacer un descenso turístico no es necesario tener experiencia previa, aunque hay opciones para experimentados y para principiantes. Básicamente, hay que estar atentos, escuchar y seguir las indicaciones del o la guía, que es lo que garantiza seguridad en este tipo de excursiones.
Antes de la salida al agua, hay una breve charla técnica que se da en tierra. Desde la explicación del uso del equipo, la vestimenta, el gesto del paleo, qué sucede si alguien de la tripulación cae al agua y las diferentes maneras de volver al gomón; son instrucciones previas a la aventura. Esto se hace en el lugar que tiene sede la empresa o durante el traslado en el vehículo hacia el punto de partida del descenso.
Ya en el agua, vestidos con los equipos de seguridad, los grupos formados y botes asignados; comienza la marcha lenta, para aprender a utilizar la pala y coordinar con el resto de los compañeros, si es que no se está sentado en la proa marcando el ritmo.
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Hay que tener en cuenta que el/la instructor/a es quien conduce el bote, acompaña al grupo y guía la embarcación, por lo que habrá que respetar las indicaciones que da y seguirlas. Durante el recorrido, también hay un kayak de seguridad que hace de refuerzo.
En cuanto al equipo necesario, la empresa o prestador de servicio es la que provee el material y esto varía de acuerdo al entorno, la temperatura y el nivel del río que se navegue, entre otros factores. Para el rafting recreativo el equipo es: casco, pala, chaleco salvavidas, además de traje de neopreno, chaqueta impermeable, botitas de neopreno, pantalón impermeable, y, de ser necesario, guantes. Vestir todos estos elementos es indispensable para una práctica segura.
Se recomienda, además, llevar toalla, traje de baño, lentes con tira de seguridad (para no perderlos) y protector solar. También un bolso con ropa seca que servirá para secarse y cambiarse al final de la actividad. Todo esto se deja en el vehículo, que es el mismo que traslada al grupo al punto de partida y espera al final, para regresar.
Al momento de elegir una empresa o prestador de servicio, es importante que operen bajo el registro de Prefectura Naval o que estén inscriptas en el servicio de prestadores de turismo (municipal, provincial o nacional), también que estén a cargo de guías certificados.
Al respecto, Mario destaca que en el país hay instructores capacitados a nivel nacional e internacional, que cumplen con los máximos estandartes de seguridad.
“El rafting en Argentina tiene nivel internacional, esto se debe a que muchos dueños de compañías y guías de río han viajado por el mundo realizando esta actividad, logrando una experiencia alta en la actividad. Las medidas de seguridad son muy buenas y el rafting argentino está a la altura a cualquier rafting de un país del primer mundo”, explica Mario, quien brinda el servicio en Potrerillos, Mendoza. “En mi caso particular, los turistas nacionales quedan muy satisfechos y un poco asombrados ya que las expectativas siempre son menores. Los turistas extranjeros también quedan contentos y la mayoría ya realizó rafting”.
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