“Me encanta pescar tarariras”
El cantante y líder de La Mississippi celebró merecidamente los festejos por los 30 años de su banda con un show en el Luna Park y pescando con Aire Libre. Ex acuarista de niño, en tiempos donde tallaba sus propios señuelos, se reencontró con sensaciones olvidadas pescando en el puerto porteño y nos habló de su vida de pescador al tiempo que puso música a la jornada tocando su ukelele. Nota de Wilmar Merino para Revista Aire Libre.
“El músico africano Ali Farka Touré solía decir que el agua transporta las notas de la música, que los ríos son los encargados de transmitir la cultura del hombre. Por ellos viajan las personas, llevando lo que son y lo que saben hacer. El agua transporta sus sonidos”, dispara, caña en mano, Ricardo Tapia, convocado por Aire Libre para compartir una jornada de pesca deportiva en pleno antepuerto de Buenos Aires, muy cerca de la esquina de “Paraná y Corrientes” que inspiró la emblemática Canción del Pescador, uno de los clásicos de su banda, La Mississippi.
En una jornada gloriosa en la que nuestro entrevistado terminó pescando un hermoso dorado, una tararira, una boga, varios bagres, dos pañales y un pedazo de madera, el Río de la Plata le mostró las sus dos caras: la de la desidia con la que lo maltratamos usándolo de tacho de basura, y la de generador de pequeños milagros de vida pese a todo.
“Necesitaba volver un rato a la pesca”, dirá “Ricky”, quien vino medio desabrigado para una jornada de primavera que amaneció “invernal”, por lo que agradeció una capa poncho impermeable que le cuidó el pecho del frío y la espalda de una llovizna.
Estamos, como decía Alí Farká, en un río que transmite cultura. La de los porteños, nutrida de miles de corrientes inmigratorias. Y disparadora de géneros propios. Cuna del tango, y del rock de acá. Sabia nutriente de este blusero que incorpora todo lo que escucha de aquí y de allá a su arte. La Mississippi ha cumplido 30 años de historia y lo ha celebrado a lo grande, en el Luna Park, escenario que pisó por primera vez. De allí saldrá un disco y una película. Pero ahora, el guerrero se toma un descanso, y disfruta de una pesca, al tiempo en que cada tanto nos deleita con alguna canción que le arranca a su ukelele Dobro.
En un momento de la charla sacamos la especie que mas le gusta, una tararira. Y allí Tapia dirá: “La tararira es un caracínido de la primera hora, pariente de especies africanas”. ¿De dónde sabés eso, Ricky?, le preguntamos. Y allí el músico responde: “Mi papá era acuarista y yo me enganché mucho con esa actividad. Criábamos en tanques carassius auratus y peces tropicales, como scalares”, cuenta el músico de 55 años llenos de música y amor por los peces, tanto para criarlos como para pescarlos.
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-Nos gusta conocer la historia de cada entrevistado en relación a la pesca. ¿Cómo nace en tu historia personal esta pasión?
-En mi familia siempre se pescó. Mis viejos, mis tíos, todos decían “vamos a pescar”, era una frase habitual del fin de semana. Vivíamos en Capital, pero después nos fuimos a Florencio Varela. Solíamos ir a pescar a lagunas, al Salado. Esos eran mis primeros escenarios. Por supuesto he pescado cosas chiquitas en los laguitos de Palermo. Pero un destino que nos gustaba mucho visitar era Lezama. Tenemos muy buenas tarariras allí. Y pejerreyes. Con el tiempo, volví con parte de mi banda, con la que armamos un Club de Pescadores llamado “La Tararira Madre”. Mi papá era un pescador intuitivo, siempre por lo general pescaba de fondo, con su caña Colihue y su reel Escualo.
-¿Comían lo que pescaban?
-Era pesca para comer el pescado, pero más que nada era el hecho de salir a pescar. Ese era un mundo feliz compartido con afectos, con la familia y con la gente que lo quería. La pesca tiene eso de ser un momento de meditación, de pasarla bien, de ver un atardecer.
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-Varios deportistas de alta competencia nos han hablado de su necesidad de pescar en momentos de gran estrés. ¿Te pasa como músico con agenda cargada el necesitar poner a descansar la mente con una buena pesca?
-Me encantaría tener mas seguido momentos así como este. Antes teníamos más tiempo en la banda. Pro eso armamos el Club de Pesca con Zeta Yeyati, Claudio Cannavo y yo. Lo llamamos La Tararira Madre, porque la tarucha era nuestra especie emblema. Comprábamos cosas de pesca, teníamos nuestro bote y nos íbamos mucho al delta, o también llevábamos el bote a las encadenadas, nos metíamos en lagunas privadas. Incluso de mucha gente que ni siquiera había pescado sus lagunas. Una vez un arquitecto que tenía una laguna en un campo nos dio permiso para ir a pescarla. La pasábamos realmente muy bien. Pero ahora estamos en otra vorágine con los compromisos laborales y se nos hace difícil. Por eso siempre recuerdo esos tiempos con los chicos de la banda donde pescábamos taruchas enormes, verdaderos perros. Son muy salvajes las tarus, hay que manejarlas con cuidado.
-Tu banda tiene un nombre de río, Mississippi. Nos hablaste de que el transporte de la música y los sonidos que produce el hombre está muy vinculado al agua. Y tiempo atrás Jorge Fandermole nos dijo que si se muere el río se muere el arte alrededor del río…
-Si se muere el río se muere todo, tiene razón. El río tiene acordeón guitarra, tiene todo lo que lleva y trae. Y entre lo que lleva y trae, lleva y trae cultura. A mi me gusta el sonido de los ríos correntosos, y de los ríos de montaña. Me gustan esos arroyitos y ríos de montaña donde pescan con su arte los mosqueros. Sin embargo, tenés razón, el nombre de la banda es Mississippi, un río de blues.
-Qué se necesita para durar 30 años en una banda… ¿acaso lo mismo que para durar en un grupo de pescadores?
– Duramos 30 años con La Mississippi porque nos divertimos mucho. El humor, la buena predisposición al laburo y el dejar la privacidad de cada uno en cada uno, el no meternos en la vida del otro excesivamente… eso es importante que esté claro en los grupos, sean de música o de pescadores.
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-Hay muchas canciones que hablan de pescadores con redes, vinculadas al paisaje y sus personajes. Pero la Canción del Pescador, de La Mississippi, es la que mejor refleja al pescador deportivo porteño, ese ser que vive en el cemento y necesita un escape cada tanto, aunque no siempre le va muy bien.
-Es un bicho raro el pescador de la ciudad. Y esa canción habla de pescar el amor y de pescar algo en e río. Me pasa, como dice la canción, que cuando no podíamos salir a pescar durante mucho tiempo era como que estábamos intoxicados. Por eso cuando podíamos nos íbamos a pescar y la pasábamos muy bien. La canción habla de jugar al ser ribereño. En el bote que teníamos con los chicos de la banda, contábamos con un motorcito Koenig Yumpa de 5 hp que al andar hacía un ruido tipo “tuc tuc tuc…” y yo, con mi sombrero de paja, parecía un ribereño. Pero no, no lo era. Y después quedaba demostrado (risas). Es autorreferencial la canción (risas). Actualmente ese tema ya no está en el repertorio mas frecuente de La Mississippi, pero la sigo tocando con mi hijo Iván y con Fede López, en un trío acústico con cajón, guitarra y armónica. Es la López Tapia Band. Con ellos hacemos versiones acústicas y ahí está la Canción del Pescador. Suena diferente, un poquito más ribereña quizás.
-¿Aprovechás tus viajes por la música para pescar?
-Lo hemos hecho un par de veces. Pero uno en general, va, toca y se va. Pero hay lugares en los que me gustaría quedarme más tiempo para conocer y pecar. Aunque casi siempre me tengo que ir. La vez que lo pude hacer fue en Bariloche, donde metí una trucha chiquitita. Y también me quedé a pescar en Entre Ríos, que es un paraíso para el pescador.
-¿A tus hijos les inculcaste esta pasión?
-Mi hijo mas grande, Iván, a lo 7 años, era la mascota de La Tararira Madre y a veces pescaba. El mas chico no es pescador.
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Paramos un rato la charla y seguimos tirando cañas. El guía que nos sacó a pescar, Gustavo Almela, nos marca un point donde tendríamos chances con los señuelos. Contra una punta de escollera de piedras, Tapia estrena el equipo que le regaló Aire Libre y lanza su señuelo. Dos manijazos en el reel y un pique violento: un hermoso dorado regala varios saltos antes de entregarse en el copo. Ricardo está exultante, pide que lo devolvamos rápido y comenta: “No me imaginé nunca pescar un dorado. Es una locura, ¡en plena Capital Federal!”.
El festejo tuvo ritmo. Ricardo sacó su ukelele Dobro casero hecho por luthiers argentinos y empieza a tocar. “En realidad en Hawai se le llama ukulele. Este instrumento de Hawai pasó al Caribe, después se usó en el blues. Suena a río, por eso me gusta dice. Y aclara que “lo saqué de la afinación de ukelele y le hice una afinación propia”. Tras regalarnos Macorina, de Taj Mahal, volvemos a la pesca y esta vez en pesca de espera logramos que Tapia debute con una especie que jamás había pescado: la boga. “Es increíble la fuerza que tiene este bichito”, se sorprendió. Y como en el caso del dorado, pidió que volviese al agua.
Aprovechamos sus reflexiones sobre la vida reinante en un río tan maltratado y le preguntamos: Ricardo: -¿Tenés preocupaciones medioambientales?.
-Me preocupa demasiado todo eso. La gente desarrolla una conciencia, pero la que no la desarrolla son las grandes empresas. Las grandes empresas nos están llevando a la destrucción del planeta. William Borroughs tiene una frase maravillosa en uno de sus libros que dice “Cuando encuentren la salida, volarán este lugar”. Eso lo dice hablando de las multinacionales. O sea, no les importa nada. Las corporaciones van por la destrucción del planeta. El humano medio ya comprendió muchas de estas cosas, sabe que vamos en ese camino. Pero a las empresas le importa la plata. Y lo peor es que dependemos de ellos.
-¿El arte es una respuesta anímica ante estas situaciones?
-Hay muchas formas de arte que tienen una respuesta a todo esto. La música es una forma de arte que te deja algo que te desestresa. Si la persona disfruta de tu música y vos lograste dejarle algo, ese lugar que le hizo en su corazón a tu música vale la pena. Hay gente que se ha casado con canciones nuestras, o se identifica con situaciones cotidianas.
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-Como esa canción del nuevo disco “Criollo” que se llama “Cuando vos no estás” y que habla de un hombre que descansa de su mujer que ha salido con sus amigas…
-Si, el descanso del otro. Por más que uno lo ame, uno necesita descansar del otro. Esa canción glorifica el calzoncillo y el quedarse frente a la tele, con una birra o escuchando música, o cocinando o yéndote a pescar. Es bueno encontrarse con uno mismo. Yo soy virginiano, necesito esos momentos.
-¿Soñas con pescar en algún destino particular?
-Yo ya he pescado en Corrientes con mi viejo. Y quiero ir a pescar en el Mediterráneo. Me metí a nadar, pero no a pescar. Se que hay cosas interesantes para pescar y espero algún día poder hacerlo.
Tras otro intervalo musical, volvemos a tirar cañas. Esta vez, de manera insólita o como un capricho del destino, el día frío nos depara como un regalo del cielo una tararira: la especie mas amada por nuestro entrevistado. El presidente de “La Tararira Madre” posa con su ejemplar y nos dice “Gracias Aire Libre por este momento. Estaba necesitando pescar. Me devolvieron sensaciones que no estaban olvidadas pero sí que hace tiempo no vivía. Ahora que ya pasó e festejo de los 30 años de la banda, voy a volver a pescar mas seguido. Cuento con ustedes para ponerme al día de las novedades”.
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