El síndrome de Caperucita Roja.
Debate político acerca del tratamiento para darle a estos inmigrantes feroces. Artículo de Katrin Bennhold para The New York Times.
FÖRSTGEN, Alemania — Atacaron al amanecer y dejaron un rastro de sangre y trozos de cuerpos. Los perpetradores fueron seis o siete. Uno se cruzó tranquilamente con el auto de Annett Hertweck, mientras esta conducía a alta velocidad por el camino del bosque en dirección a la escena de la masacre cerca de Förstgen, un pueblo en el este de Alemania. Entonces vio los cuerpos. Decenas de ellos. “Fue horrible”, afirmó. Los culpables eran lobos, descendientes de especímenes polacos. Las víctimas eran ovejas, 55 para ser exactos.
Estuvo extinto durante casi un siglo, pero el malo más famoso de los cuentos de hadas alemanes está de regreso. Los lobos llevan años atravesando la frontera con Polonia y poco a poco se han establecido en las zonas rurales de Alemania. Solo hay unos cientos de ellos.
Pero, por como lo cuentan algunos políticos, pareciera que el país está al borde de una invasión. Además, la forma en que hablan de los lobos es muy parecida a la manera en que hablan de los inmigrantes, lo cual ha hecho que este animal se convierta en un objeto de terror, y el debate en una alegoría de las guerras culturales en efervescencia: entre las élites urbanas y los habitantes rurales rezagados; entre el oeste y el este.
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También entre aquellos que les dan la bienvenida a los lobos (y a los inmigrantes) y aquellos que les temen. “El lobo polariza, toca algo muy profundo en nosotros”, dijo Hertweck, quien administra una reserva de la biósfera con quinientas ovejas y se describe a sí misma como “prolobos”. “El lobo es el chivo expiatorio perfecto de nuestros tiempos”, añadió, pues se le ha etiquetado como un extranjero criminal “con colmillos en lugar de cuchillos” y al que “protegen las élites”.
En el hogar de los hermanos Grimm, donde el lobo feroz ha estado en las pesadillas de los niños desde hace generaciones, ahora también está presente en los manifiestos electorales populistas. Cuando Karsten Hilse (un legislador del este perteneciente al partido antiinmigrantes y antilobos, Alternativa para Alemania o AfD por su sigla en alemán) habla sobre lobos, parece que estuviera hablando de inmigrantes. Y a veces sí es así.
“Hay muchos paralelismos entre el asentamiento de los lobos en Alemania y la crisis de refugiados”, declaró Hilse en un debate parlamentario el año pasado. La llegada de 1,2 millones de inmigrantes desde 2015 ha tenido como consecuencia “violaciones, asesinatos, ataques a las fuerzas del orden”, sostuvo Hilse, y añadió que la mayoría de los migrantes subsisten gracias a la seguridad social alemana. “Igual que los lobos”, dijo, quizá en alusión a los subsidios públicos para las medidas de protección de los lobos y las compensaciones que se pagan cuando estos matan animales de granja.
Los lobos y qué hacer con ellos se ha convertido este año en un tema central de campaña en tres elecciones regionales muy disputadas en Alemania Oriental, anteriormente comunista, donde se concentra la mayor cantidad de lobos y también donde la extrema derecha tiene más fuerza. Algunos quieren dispararles a los lobos, pues ven en ellos depredadores peligrosos que amenazan no solo a los corderos, sino también a los niños y al estilo de vida familiar. Otros ven a estos animales como una especie en peligro de extinción que necesita ser protegida.
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La mujer encargada del asunto de los lobos en la sección local de la AfD en Sajonia oriental se llama Silke Grimm (sin ningún parentesco con los hermanos Grimm). Silke Grimm ha estado haciendo campaña a favor de la caza de lobos desde 2014. “En aquel entonces se rieron de nosotros. Ahora nos imitan”, dijo. En su pequeña oficina cerca de las fronteras con Polonia y la República Checa, Grimm me dio dos panfletos. Uno trataba sobre el islam y por qué era incompatible con la cultura alemana. El otro era sobre los lobos y por qué la cantidad actual de ellos era incompatible con el “panorama cultural” de Sajonia.
Al igual que el tope que la AfD ha exigido que se establezca para el número de solicitantes de asilo que Alemania puede aceptar, en el folleto se exige un límite para el número de lobos. Asimismo, se aconseja a los niños que no vayan solos al bosque. En la portada hay un lobo que pasea por un área residencial mostrando sus dientes; atrás de él, yace abandonado un oso de peluche. “Los lobos son peligrosos y se reproducen de manera explosiva”, dijo Grimm. “El discurso oficial es que todo está bajo control. Ya conocemos esa cantaleta por la crisis de refugiados. Nadie se lo cree”.
Durante el último siglo no ha habido casos conocidos en Alemania de un lobo que matara a un humano, explicó Vanessa Ludwig, bióloga de la oficina de información sobre lobos del gobierno regional. La última muerte de la que se tiene conocimiento en Europa occidental sucedió en España en la década de los sesenta.
Las autoridades alemanas han contado 73 manadas de lobos, 31 parejas y tres lobos solitarios en todo el país; quizá haya un total de setecientos de estos animales. “No hay ninguna crisis de lobos”, dijo Ludwig, quien recuerda exactamente el momento en que los lobos se convirtieron en objeto de la política. “Fue en 2015, durante la crisis de refugiados”, sostuvo. Desde entonces, “el asunto se ha convertido en una gran tormenta de emociones”. Al igual que con los migrantes, cuando se trata de lobos, parece que las emociones importan más que los hechos.
Todos en Sajonia conocen los cuentos de los Grimm. Y todos conocen la historia de Lolek y Bolek. Lolek y Bolek eran dos cabras que vivían en el patio trasero de un criadero ubicado en la aldea de Uhsmannsdorf. Una noche, vino un lobo. Primero, Lolek desapareció. Dos semanas después, pasó lo mismo con Bolek. Ahora ya no llevan a los niños al bosque de esa región.
El alcalde de la localidad, Heike Böhm, camina todos los días en el bosque. “La historia de Lolek y Bolek ha reforzado los temores de que el lugar está infestado de lobos. Yo nunca he visto uno”, dijo Böhm. Cuando la canciller Angela Merkel se reunió con otros conservadores de la región el año pasado, también salió el tema de Lolek y Bolek. Merkel dijo que, “donde fuera necesario”, se debería cazar a los lobos. Ahora su ministro del Medioambiente está trabajando en una ley que permitiría disparar a “lobos problemáticos”.
Algunos no han esperado a que entre en vigor esta ley. Se encontró el cuerpo de un lobo flotando en un lago de esta área. Le habían disparado en la cabeza y después ataron un bloque se cemento a su cuerpo y lo habían hundido. Ejecutado al estilo de la mafia. A inicios del siglo XIX, cuando los hermanos Grimm publicaron su colección de cuentos de hadas, los lobos eran una amenaza existencial para los pequeños agricultores en una sociedad agraria. Al lobo se le retrataba como el villano por excelencia, un depredador astuto que acechaba a mujeres, niños y a sus medios de subsistencia.
En El lobo y las siete cabras, el lobo se come seis de las siete cabras bebé. En Caperucita Roja, primero se come a la abuelita y después a la niña. “Puedes explicar que los cuentos de hadas son solo cuentos, pero no es suficiente”, opinó Ludwig, del gobierno regional. “La psicología es compleja debido a la larga historia del lobo en el folclore alemán”.
“El síndrome de Caperucita Roja”, lo llamó. A una corta distancia en auto, Stephan Kaasche, un guía de la naturaleza, dirigía un taller con niños de 10 años. Sacó el cráneo de un lobo, le abrió la mandíbula y la sostuvo por encima de la cabeza de una niña. “¿Lo ven?”, preguntó. “El lobo no puede tragarlos enteros”.
Para Kaasche, la actual histeria en torno a los lobos “no dice nada sobre los lobos y sí mucho sobre la naturaleza humana”. Los agravios de los ciudadanos son auténticos, pero no tienen nada que ver con los lobos, dijo. Aquellos políticos que los quieren demonizar son “como lobos que se disfrazan de oveja para atraer a sus víctimas”.
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