Tocar el cielo con las manos.
Un grupo de rosarinos que cumplen su sueño de vivir a pleno su pasión en el mítico Continente Africano: el paraíso de la caza mayor. Texto y fotos: Alejandro García
La armería El Álamo de Rosario es, como muchas casas del ramo, un lugar de encuentro para “hablar al cuete” y tomar café… pero no se habla de cualquier cosa, sino de lo que apasiona a todos los concurrentes: allí se parla de armas o de caza.
Visité África por primera vez en 2016 luego de las muchas invitaciones que me hiciera Gustavo Engel, representante exclusivo Facocero Hunting Safaris en nuestro país. Y, como cualquier cazador que visita esas tierras, quedé prendado por esos pagos. Pero, como me gusta decir: “Es hermoso pero el grupo humano es fundamental… si el grupo es piola te asegurás pasarla bien”.
Para que la experiencia sea plena, los compañeros de viaje tienen que ser gente macanuda. Y el grupo de 2018 estuvo a la altura: el Turco Pran, Hugo Rodríguez, Edgardo Antonelli y, por supuesto, Gabriel y Gustavo… todos viejos conocidos de la armería. El grupo, al igual que en el 2016, fue genial: gente sencilla, humilde, franca… en fin, con “buena onda”. Con gente así es difícil pasarla mal.
El sueño cumplido
Cazar en África es “tocar el cielo con las manos”, es cumplir un sueño, alcanzar un hito en la vida de amante de la caza mayor. Es como Disneylandia para un pibe… Pero, ¿por qué exponer palabras propias si lo pueden decir en primera persona los protagonistas?
Hugo es un amante de la naturaleza y estaba extasiado: “La experiencia es apasionante: estar y sentir que en esta inmensidad, nosotros, el Hombre, somos apenas un granito de arena en la rica naturaleza circundante… uno queda perplejo, realmente uno se queda sin palabras… el paisaje es impresionante, la caza es espectacular, la experiencia es monumental… no alcanzan las palabras para contarlo.”
Edgardo lo resumió así: “Transcurrieron los 7 días en el campo hasta que llegó la hora del regreso… y la vuelta a la realidad. Creo que en el vuelo recién tome real conciencia… ¡estuve cazando en Sudáfrica! No fue un sueño o, mejor dicho, fue un sueño hecho realidad gracias a Alejandro y Gustavo… lo soñé mucho tiempo pero lo hicimos realidad.”
Recuerdo cuando escuché al Turco hablando por whatsapp con su hijo y le decía: “¿Te acordás cuando eras chico y te decía que yo soñaba con cazar en África?… bueno, hijo, estoy cumpliendo mi sueño… soy feliz, muy feliz… no tenés idea lo que es esto”.
Los tres son cazadores de muchos años, de larga y dilatada experiencia, pero cazar en África es algo que hace temblar a cualquiera.
El lugar
Facocero Hunting Safaris está ubicado en la provincia de Limpopo, a unos 400 kilómetros al norte de Johanesburgo y muy cerca de la frontera con Zimbabwe. Muy cerca del famosísimo Parque Nacional Kruger, que bien merece dedicarle un día para conocerlo.
Se trata de un antiguo campo ganadero convertido en coto de caza que cuenta con 5.500 hectáreas y un casco que brinda todas las comodidades con nivel 5 estrellas. Y lo más importante: está dirigido por Lambert, su dueño y jefe de guías, que habla perfecto español, lo que derriba todas las barreras idiomáticas y allana toda dificultad comunicacional. Además, la presencia de Gustavo Engel (su representante en Argentina) asegura la solución de cualquier problema que pudiera aparecer.
Una vez cerrado el trato con Gustavo, sólo hay que procurarse de los pasajes aéreos, pues desde el arribo a Sudáfrica hasta el embarque para el regreso, todo está solucionado: el transfer desde el aeropuerto hasta el coto, la caza, la estadía, los trámites aduaneros, la importación de los trofeos, etc. Ni hace falta llevar armas, ya que ellos las proveen sin costo al igual que las municiones, por lo que los cazadores se ahorran los trámites engorrosos y peligros de llevar fusiles.
Naturaleza
El paisaje es espectacular, tal como lo veíamos en la TV cuando éramos niños, en aquellos programas como Daktari o en documentales como los de El Maravilloso Mundo Animal. El color rojo y los tonos marrón-colorado lo dominan todo: el sol, la arena, los cerros.
La vegetación es relativamente similar a la del monte pampeano: lo que no corta, pincha. Las espinas están presentes en casi todas las plantas, sean árboles o arbustos, por lo que es bueno contar con calzado cómodo pero resistente.
La fauna es impresionantemente maravillosa, tanto por la belleza de las especies como por la abundancia: orix, kudu, eland, facocero, impala, blesbuck, búfalos, chacal, hiena, babuino, búfalo, waterbuck, cebra, jirafa, puerco-espín, springbuck, nyala… y la lista es interminable. Todo se puede ver, cazar o fotografiar.
El clima es seco y templado, en agosto (mes de esta visita) oscila entre los 20 y 35 grados durante el día, con noches un poco más frescas.
La caza
Las jornadas son exigentes, cómo en cualquier cacería, pero se compensan con las mil comodidades y confort que asegura el coto. El día comienza temprano, con la orden de despertar a las 5.30 y el abundante desayuno a las 6, pues a las 7 se debe estar en las Toyota Land Cruicer para partir a cazar. Se regresa a mediodía para el almuerzo y se vuelve a salir a las 15 para regresar alrededor de las 19. Luego todo es relax en bar, y luego la cena.
La caza se puede realizar al rececho o al acecho, según sea el gusto y la capacidad física de los cazadores. Quienes prefieren privilegiar la búsqueda de trofeos de calidad, eligen largos recorridos en las camionetas o la espera en los apostaderos. Pero los que eligen maximizar la experiencia de la caza, optan por los largos recechos.
Las armas usadas son clásicas: 30-06 para los antílopes medianos y facos, .375H&H para los antílopes enormes como el eland y .416 para los búfalos o la fauna peligrosa. Como se dijo, allí se brindan rifles y municiones sin costo, aunque algunos cazadores gustan de llevar sus propias armas.
Los trofeos
Sudáfrica es un ejemplo a nivel mundial en el manejo del turismo cinegético, pues los servicios de caza deportiva generan tantos recursos que lo ubican como una de las actividades económicas que más aportan al PBI. El turismo de caza genera miles de puestos de trabajo y grandes riquezas, algo de lo cual deberíamos aprender.
La afluencia de cazadores de todo el mundo crea muchísimos puestos de trabajo (guías, rastreadores, cuereadores, carniceros, cocineros, taxidermistas, mucamas, lavanderas, cuidadores, mantenimiento, etc.). También contribuye a aumentar el turismo tradicional y moviliza decenas de actividades conexas en zonas marginales.
Y, tanto es así, que en las últimas décadas fueron muchísimas estancias que abandonaron la ganadería para convertirse en cotos de caza. De hecho, la recría de animales de caza (que luego se sueltan en cotos y campos) está altamente desarrollada y tiene tanta importancia (o quizás más) que la ganadería vacuna u ovina.
El aprovechamiento es total pues, además de generar ingresos por el turismo de caza, luego esas presas se comercializan en el mercado interno, tal como pudimos constatar en las carnicerías donde se puede encontrar carne de antílope junto a la de vaca, pollo o cordero. Y las carnes de mala calidad para el consumo humano se exportan como alimento balanceado para mascotas.
Al contrario de lo que muchos desinformados podrían creer, el turismo de caza no produce ningún daño a nivel ambiental, sino todo lo contrario. Gracias a la actividad cinegética se han recuperado varias especies del peligro de extinción… la cosa es muy simple: los animales son valiosos porque los cazadores de todo el mundo están dispuestos a pagar para cazarlos, por lo tanto se los cuida y recría. Así de sencillo, no matan la gallina de los huevos de oro.
Recomendación
En mi caso, ya he ido dos veces… y pienso volver.
Como dijeron el Turco, Hugo y Edgardo, se trata de una experiencia muy difícil de empardar, tanto por la caza en sí misma como por las comodidades del coto. Realmente se trata de una experiencia cinegética única.
Con mucha humildad, amigo lector, me animo a recomendarle que piense seriamente en la posibilidad de concretar también este sueño… y verá que no le mentí.
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