12000 km: Segundo viaje de la Fiorino Motorhome.
Una gran excusa para un gran viaje. Correr la carrera de 42km en Río de Janeiro, junto a 38 mil personas compartiendo la pasión por el running y en mi caso, también con la Fiorino. Nota de Charly Centineo para Revista Aire Libre.
Para este viaje, elegí armar una combinación entre las noches en la Fiorino y noches de Couchsurfing (CS). Para los que no conocen, Couchsurfing es una red social que agrupa viajeros del mundo entero. Dentro de la red, cada usuario tiene un perfil donde se describe, cuenta sus gustos, su forma de viajar y también, si se ofrece para alojar viajeros en su casa.
De esta manera, es posible vincularse y pedir “host” para dormir, en cualquier lugar del mundo. Esto es absolutamente gratis, nunca hay dinero a cambio. Sé que suena raro, pero he utilizado esto en Francia, España, Portugal, Italia y ahora en Brasil y realmente es fantástico, no porque sea gratis, sino porque genera encuentros entre personas de lugares remotos pero con una afinidad increíble. Es muy lindo conocer y compartir tiempo y costumbres con viajeros del mundo.
Salimos de Tandil hacia Paso de los Libres, un tramo de 1000 km para ya quedar en la frontera. De allí pasando por Erechim fuimos hacia Curitiba, hermosa ciudad de unos 2 millones de habitantes, limpia, pujante y ordenada.
Hicimos dos noches de CS. La primera en la casa de una brasileña que se enamoró de un santafesino y compraron una furgoneta VW de las viejitas para rodar por América, imaginen todo lo que tenía para contarnos. La segunda noche fue en casa de Silvana, Cristiano y su hija, con quienes compartimos dos comidas bien caseras. Cercano a Curitiba hay dos poblaciones coloniales para visitar, Antonina y Morretes donde hay un hermoso entorno de cerros y se accede por la famosa Estrada o Rua Grasiosa que es una ruta de montaña completamente adoquinada, con un sin fin de curvas y vistas increíbles, con banquinas donde crecen y florecen hortensias y alegrías del hogar.
Seguimos rumbo Río, con parada obligada en Ilhabela y Paraty que no detallo ya que son destinos más que conocidos.
La carrera fue el 23 de junio, pero llegamos dos días antes para poder acreditarnos en el evento y relajarnos un poco. Aquí paramos en un buen hotel 4* en Copacabana, sabiendo que luego de correr 42km no nos quedarían muchas ganas de movernos. Para quien gusta del running, largar entre 38 mil atletas en una ciudad tan linda es muy emocionante. Imaginen que a esto se suman los días y días de entrenamiento focalizando este momento tan esperado.
Largamos 5.30am, aún de noche. El trazado te lleva hacia la zona del puerto, luego el centro y los bancos para bajar hacia el mar para recorrer ida y vuelta Copacabana, Ipanema y Lemme, para completar los clásicos 42.195 metros de recorrido de una maratón. Mucha gente alentando y un día de sol nos acompañaron para cruzar el arco de llegada y recibir la preciada medalla finisher que certifica el haber completado la distancia. Una rara sensación, que sólo puede entender quien haya vivido la experiencia. Mezcla de ingredientes físicos y psíquicos te van invadiendo donde la alegría se cruza con el agotamiento, los amigos y familia que sabes que están pendientes, el paisaje y la magia de esa locura de miles que se reunieron para celebrar la fiesta de la Maratona do Río.
De vuelta en la Fiorino, elegimos conocer la Estrada Real, el camino que recorrían oro y diamantes desde las localidades de Diamantina, Ouro Pretto, Tiradentes del estado de Minas Gerais para salir a los puertos de Río y Paraty rumbo a Portugal. Al paso nos quedó Petropolis, la ciudad imperial, que lleva su nombre por Pedro I y que vale la pena visitar.
Las historias de esclavos, oro y diamantes en las minas dejan un sabor extraño al pensar que no hace tanto tiempo la humanidad vivió de una manera tan primitiva y con una forma de explotación tan aberrante.
Volvimos hacia el atlántico para conocer la bella Porto Seguro, que con un tamaño de ciudad amigable te hace sentir muy como en casa. Más al norte Itacaré con una movida con un toque hippie, muchas opciones de gastronomía, bares, música y playas soñadas.
Llegar a Salvador Bahía para vivir la celebración del día de la independencia fue una suerte. El 2 de julio es feriado y hay celebración. Unas 40 mil personas recorren el famoso barrio Pelourinho, patrimonio de la Unesco, con una hermosa muestra de la arquitectura colonial portuguesa. Al marco que dan las calles con cuestas se le suma el color y los sonidos de miles de brasileños que se manifiestan con pancartas, banderas, carros, trajes.
Unos kilómetros más al norte Praia do Forte fue nuestro último avistaje de mar, ya que desde ahí tomamos al oeste para apuntar al Parque Nacional Chapada Diamantina. Lençóis es la población epicentro desde donde se puede recorrer el parque que tiene una tupida vegetación, ríos con cascadas y piscinas naturales y una historia de extracción de diamantes que le aportan la parte cultural muy interesante.
Brasilia, “la ciudad planeada”, se sale de todos los patrones que uno va construyendo al recorrer Brasil. Abierta, con mucho aire, sol, espacio, de fácil circulación es digna de conocer. Las obras del arquitecto Oscar Niemeyer y un trazado urbano que desde el aire se aprecia como el fuselaje de un avión, forman un conjunto que sorprende a la vista. Recorrerla guiados por dos anfitriones de Courchsurfing fue muy interesante ya que pudimos apreciar no solo lo edilicio sino también lo cultural visitando ferias de artesanos y probar comidas típicas del interior como el bombón de cupuaçu (fruta de amazonia).
Durante el viaje fuimos tomando fotos para las redes de Fiat Argentina y en Brasilia nos recibieron en una concesionaria oficial para hacer a la Fiorino el service de los 30.000km.
Ya pensando en el regreso, apuntamos hacia Cascavel recorriendo el interior de este vasto territorio, donde si nuestra Argentina es grande aquello es inmenso, y ver infinitas plantaciones de algodón, café, limones, sorgo, maíz, etc, etc muestran la magnitud del quinto país del mundo.
Tengo varios viajes por Brazil, en total más de 80 días recorriéndolo. Este viaje de 12.000 kilómetros en un mes, apenas alcanza para tener un paneo de lo mucho por ver ahí. Muchas historias simpáticas, divertidas, con gente que tiene un don, un carisma, que posiblemente se genere por el clima, ese calor del sol que los mantiene sonriendo y con una actitud de fiesta permanente. Al visitarlo te podrá faltar una buena carne, aunque la carne do sol que se come en Bahía no está nada mal, pero encontrarás muchos motivos para volver, volver y volver.
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