Tramo 3: En el Camino de la Muerte.
Bernardo Gassmann sigue con su relato de aventura en bicicleta por las tierras bolivianas. En esta oportunidad nos cuenta lo que le dejó su paso por el Salar de Uyuni y su llegada a La Paz, su trekking a las altas montañas y el imperdible camino de la muerte.
Hoy el tramo resulta un poco más duro, la sal está más húmeda y aparece el viento, por supuesto, en contra. La salida del salar la celebré con una naranja y el tercer rayo roto.
Tras salir del salar (sentido S-N) son unos dos días alternando en caminos de tierra y asfalto para llegar nuevamente a la carretera principal, camino a Oruro.
Si bien me percaté de engrasar la cadena de manera exagerada antes de ingresar y de lavarla enérgicamente en la salida, el daño que la sal y el litio le hacen a las partes móviles era de esperar. En mi caso, de los 110 eslabones de la cadena, la mitad se soldaron. No quedó más que frenar en un pequeño caserío al borde de la extinción y ponerme a trabajar un largo rato con nafta, aceite y el corta cadena.
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Lo cierto es que a medida que oscurecía (estaba claro que dormiría ahí mismo) nadie aparecía por la zona, solo al atardecer un señor muy mayor, con su lento andar y una bolsita con hojas de coca astutamente amarradas al pasacinto de su pantalón me regaló unos huevos, un poco de agua y me dio a entender, que es el único habitante. Arreando su rebaño de vicuñas se pierde entre una de las dos calles del lugar. Su casa, entre el poste de luz y la iglesia, la de adobe, como todas.
Desde aquí hasta La Paz el camino discurre por la Ruta Nacional 1 sin mayores imprevistos, siempre en el altiplano sobre los 3500 msnm.
Mis amaneceres fueron variados, el lateral derecho de una cancha de pasto sintético en donde horas antes un equipo de cholitas disputaron un 4-2 enérgico, un galponcito al fondo de una iglesia entre algunas gallinas confianzudas en Calamarca, el patio de una escuelita de campo donde amanecí bajo la atenta mirada de todos los niños y un complejo de aguas termales en Pazña.
Antes de entrar a La Paz hay que atravesar la ciudad aledaña, El Alto (La Paz está una hollada y El Alto…en lo alto). Son varios kilómetros con todo lo caótico que tiene para ofrecer una ciudad capital. Aquí hay que saber que rige la regla de la no regla. Sin duda los ingresos a las grandes ciudades son de las situaciones potencialmente más peligrosas por las que se pasa.
Ya en La Paz me la pase un mes de voluntariado en un hostel (4hs diarias de trabajo por cama y desayuno). Con muchas ganas de practicar mi otra pasión (montañismo) pero al no tener el equipo necesario ya que traerlo conmigo era imposible y alquilarlo suele ser bastante costoso, resolví trabajar para una agencia de guías de montaña, no había dinero de por medio, yo hacía las veces de porter (llevar la carga de los clientes); armaba los campamentos; cocinaba; empujaba a los rezagados y lo que sea necesario, a cambio me daban el equipo y se hacían cargo de mis gastos, así pude escalar el Huayna Potosí 6088 msnm y el Sajama, techo de Bolivia con 6542msnm.
Pasearse por la ciudad de La Paz es una experiencia en sí misma, contrasta el modernismo de una metrópoli, pero a su vez se resiste a dejar de lado sus costumbres. Por citar un ejemplo, el mercado de brujas, donde se puede comprar el pan del día o una cabeza de caballo disecada.
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El Camino de la Muerte
Antes de irme de la ciudad tenía algo pendiente que no iba a dejar pasar, el camino de la muerte.
También conocido como camino de las Yungas, este es un viejo trazado que era la única forma de unir La Paz con la región de Las Yungas, puerta de entrada a la selva Amazónica.
Con solo un carril de 3 metros, curvas sin guardrail pero si precipicios, este camino fue construido por esclavos paraguayos capturados en la guerra del Chaco allá por 1930.
Hoy existe un nuevo camino, asfaltado y relativamente más seguro, quedando solo el tramo de “El camino de la muerte” reservado a turismo en su mayoría.
Saliendo de La Paz se toma un mini bus donde (entran 10 y meten 16 personas) unos pocos kilómetros hasta el punto más alto denominado La Cumbre a 4700 msnm. Desde aquí hasta Coroico es bajada en un 85%, se puede descender del minibus aquí y disfrutar una bajada sobre una excelente carretera asfaltada metida en un valle con picos de 6000 msnm alrededor o bien, como hacen los turistas intrépidos que optan por la excursión con bicis, empezar más adelante donde se abandona la carretera principal a la derecha bajo un deteriorado cartel que reza “death road” y comienza el camino propiamente dicho. Desde aquí son 64 kilómetros de recorrido en ripio que salva un desnivel de 3600 metros.
Entre las curvas con precipicios de 400 metros uno debe decidir si ponerse más cerca de la pared de la montaña o ir sobre el filo del abismo, mientras en la curva te cae una cascada de agua que no te deja ver nada. En un entorno pre selvático donde el frío de los anteriores 4700 msnm pierde fuerza frente al húmedo calor de la yunga.
La bici por primera vez rodaba sin alforjas, iba solo con una mochila de ataque, con lo mínimo para pasar una noche en Coroico y volver al otro día a La Paz. Pasar de una bici de 50 kg a una flecha de 15 kg donde solo había que dejarse bajar era demasiado tentador, así que me propuse la regla de ir despacio para cuidar la bici (y a mi). Pasaron solo unos metros y resultaba imposible inhibir el impulso de soltar los frenos por completo (como las reglas están para romperlas, así sucedió). No llevaba odómetro, pero estimo unos 60 km/h.
La libertad del camino poco transitado solo era interrumpida por el sonido del freno a disco constantemente aplicado por algunos turistas paseando en unas bicis doble suspensión muy pro, que pedían pista. Luego de dejar atrás varios pelotones con sus vehículos de apoyo, todos volvieron a rebasarme cuando a pocos kilómetros de terminar el tramo una piedra en el camino quiso que me quede ahí. Con cara de que todo estaba bien y simulando mi detención a la toma de alguna fotografía, me puse a evaluar los daños: llanta trasera doblada (los próximos km serán con el v-brake abierto) y la cámara pellizcada por el aro. Solo para ponerle un tinte extra de color, me quede sin pegamento para parches.
Aquí se puede ejemplificar porqué este tipo de viajes conviene hacerlo con las anticuadas rodado 26”. En pocos kilómetros una vieja playera donó su cámara trasera a la causa.
Queda poco ya de Bolivia, la salida de La Paz la hago por teleférico para evitar la locura del tránsito y en dos días, cruzando algún que otro ferry estoy en Copacabana a las orillas del lago navegable más alto del mundo, el Titi Caca.
Aquí cerca, en la isla del sol es donde realmente comenzó la cultura Inca y se puede sentir por qué.
A un lado veo las cumbres nevadas de la cordillera Real de Bolivia que sólo unos días atrás estaba pisando y luego, la aventura que se viene: todo Perú por descubrir.
No te pierdas el próximo relato con la llegada a Peru.
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