La Tranca, en el paraje de Cura Malal.
Para cuando se pueda volver a viajar, una interesante opción turística en el sur de la Provincia de Buenos Aires.
Con la llegada del invierno la naturaleza se tiñe de ocre y al sur de la provincia de Buenos Aires, el paraje de Cura Malal, en Coronel Suárez, se convierte en una postal única para esa estación. La pulpería La Tranca irrumpe en ese paisaje con su fachada rosa y su puerta turquesa, e invita a un viaje imaginario por las noches de guitarreada, cartas, amistad y payadas.
Este pequeño poblado de poco más de cien habitantes, ubicado a 15 kilómetros de la ciudad cabecera de ese partido, vió como a través del tiempo la centenaria pulpería adquirió nuevas características que abrigaron al frío invernal con colores intensos, comidas que dan calor y encuentros fraternos.
La artista plástica Mercedes Resch es la responsable de esa transformación. Después de estudiar en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires decidió volver a su lugar para “seguir jugando” y recuperar imágenes de la infancia.
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“Era el boliche De Leonard (así se llamaba) donde se compraba con libreta y la gente pagaba a fin de mes cuando cobraba”, recordó la docente de Artes Plásticas.
Resch comenzó a pensar el proyecto hace veinte años. Compró esta construcción de barro y ladrillo que ya no estaba en funcionamiento y empezó a darle forma y contenido a la pulpería durante los últimos diez años.
“Todo el mobiliario son regalos de amigos. Las mesas las hicimos con maderas que encontramos en el pueblo, lamentablemente una parte del piso no la pudimos recuperar porque era pinotea. Esa pinotea, al igual que unos enjaretados del techo, son parte del mostrador, de las patas de la mesa y de las estanterías. Casi toda la casa está hecha con materiales reciclados”, detalló.
También reveló que La Tranca debe su nombre a los palos que se utilizan detrás de las puertas para asegurarlas, y que con su casa comparte un espacio común: la cocina. Además cuenta con El Gallinero, un hospedaje para visitantes.
Al igual que hace más de cien años la pulpería es el epicentro de Cura Malal. Antes de la cuarentena, allí se realizaban talleres de danzas, de arte, muestras artísticas y cualquier actividad sinónimo de compartir, expresar y crear.
Hace dos años junto con Marcelo Morel decidieron destinar los viernes al folclore, a las guitarreadas, las payadas, los juegos de cartas, al encuentro de personajes pintorescos, a comer empanadas y a disfrutar de una copa de vino.
En las noches de verano el espíritu de celebración se extiende a la calle del pueblo, y durante el invierno se disfruta de la calidez y del olor a leña de La Tranca. Para Mercedes “cada estación aporta una nueva mirada. En esta época del año hay un cielo azul con sepia en la naturaleza”.
Cuando se pueda volver a viajar, la invitación será descubrir Cura Malal con ojos propios, un paraje al sur de la provincia donde también podemos encontrar costumbres y tradiciones alemanas que llegaron con los primeros inmigrantes desde el Volga y perduran hasta hoy en el partido de Coronel Suárez. Gastronomía de excelencia, bailes y fiestas, pincelan el paisaje de este destino de cuento.
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