Una tormenta inesperada.
Pichu, Juli, Dani, Manolito, Coquito, Guri, Giuntini y el autor del relato ganador del Concurso organizado por Revista Aire Libre, Claudio Alberto (el tanque).
Uno de los lugares más preciados para ir a pescar en nuestra zona de Colonia Mascias (Pcia. de Santa Fe) se llama “El Correntoso”. Nos juntamos en una oportunidad dos grupos de pescadores, con las mismas embarcaciones y motores de 15 hp.. aunque yo era el único que conocía el camino para llegar. Un trayecto que en nuestras lanchas cubriríamos en aproximadamente una hora.
Los pescadores podrán imaginar el entusiasmo y las ganas con que preparamos todo para salir, una actitud contagiosa hasta para los que nunca habían pescado. El día era espectacular, pleno verano y un sol radiante, lo que auguraba un fin de semana de maravillas con lo que la pesca en si ya quedaba relegada a segundo plano. Anduvimos por todo el largo del afamado “Correntoso” hasta llegar inclusive a orillas del Paraná, pescando en todos los pozos que conocía a ver si encontrábamos el tesoro tan preciado, el cachorro de surubí.
Sacamos varios peces entre todos como para hacer una buena fritanga, ya que eramos ocho entre las dos embarcaciones. Pescando y disfrutando llegamos a la noche matizada por un buen fogón y el infaltable asado.
Como siempre, me levanté bien temprano y recorrí los espineles logrando capturar dos buenos Surubíes que no habíamos podido obtener con caña. Todo iba bárbaro, disfrutábamos plenamente del paisaje, sorprendidos y extasiados dado que la mayoría no conocían ese paraje y se asombraban continuamente con la “reina naturaleza” les deparaba. Hasta que en un momento veo en el horizonte Sur una franja oscura de nubes, ocupando todo el ancho de lo que alcanzaba a visualizar. Me cruzo en ese momento con los otros compañeros a los que le digo, “muchachos, que les parece si levantamos campamento? Miren como viene allá abajo, si hacemos todo tranqui tenemos tiempo de pasar la laguna sin problemas”. Esa laguna llamada “La Yacaresa” es muy extensa y brava con poco viento.
Salimos cargados con todos los bártulos y emprendimos el regreso. Entrando en la laguna veíamos que la franja se hacía más ancha y se venía hacia nosotros, pero igual nos manteníamos tranquilos porque alcanzábamos a cruzar la dichosa laguna. Pero la tranquilidad desapareció cuando a un 70% de recorrida la misma me empiezo a dar cuenta que le erré la boca para ingresar al arroyo “El Verde”, el que nos traería a destino. Dimos unas vueltas y allí me desorienté un poco más por lo que decidí volver por otro lado, camino más largo pero seguro.
Decidimos entonces retomar sobre nuestros pasos por la laguna y comenzamos a ver rayos y sentir truenos. La pequeña franja en el horizonte ya no estaba más, ahora era enorme y estaba sobre nuestras cabezas. Comenzó un viento fortísimo y a llover como en el “diluvio universal”. Tal era la cortina de agua que no alcanzábamos a ver a la otra lancha que iba a escasos metros a la par. En una fracción de segundos veo la lancha como a 20 mts de distancia y a 2 mts de altura sobre una ola impresionante. Ahí me di cuenta del oleaje que había y pensé por un momento que de esta no salíamos. Agudizando la vista observaba a lo lejos la línea de árboles a la que teníamos que llegar que estaba a unos 500 mts, apenas una sombra delgada y dije ¡Debe ser esa, no hay otra!. Le pego el grito al otro timonel y le hago señas apuntando hacia ese lugar. A todo esto la lluvia era cada vez peor y el viento insostenible.
Relatos de la campaña de concientización para el manejo responsable de los elementos de pesca llevada a cabo por Revista Aire Libre.
Tema aparte era el agua que estaba entrando en el bote, que atinadamente empezamos a sacar con los baldes de las carnadas el agua pero no nos daban las manos. Era más lo que entraba que lo que podíamos sacar…………y el compañero de adelante que se persignaba y rezaba (¡¡¡de esto no me voy a olvidar nunca !!!!). En ese momento mi cabeza estaba concentrada en no aflojar la aceleración del motor – no se olviden que era un 15hp – para que no nos metamos en el hueco de la ola lo que provocaría el inevitable naufragio.Trataba a toda costa de mantenerlo en la cresta golpeando en ellas y desparramando todo lo que había adentro, inclusive a los mismos tripulantes.
En un momento comienzo a ver pastizales entonces pensé, “¡¡¡Acá no es profundo, vamos a parar que las olas ya no son grandes !!!”. Tiramos el ancla y nos largamos todos al agua y nos agarramos de la borda dos de cada lado. Esto fue un acierto y así esperamos en el agua hasta que pasó todo. Cuando aflojó un poco el agua, por que nunca paró, empezamos a buscar a los otros y alcanzamos a divisar que estaban haciendo lo mismo. Pegamos un grito si estaban todos bien y cuando recibimos el okey me vino el alma al cuerpo. Dimos un alarido de Victoria y respiramos profundamente.
De a poco fuimos subiendo y cuando nos recuperamos buscamos una boca para entrar al arroyo. Pero, a los otros compañeros los había encerrado un “embalsado”de camalotes enorme, entonces uno de los tripulantes que es buen nadador se tiró al río, llevó una soga, la ató a la lancha y así los fuimos sacando. Ahora si estaba seguro que todo había pasado.
Con esto aprendimos que si se avecina una tormenta, lo mejor es salir con mucha anticipación, sin dudar. Caso contrario si está bastante avanzada lo mejor es quedarse en el lugar de campamento, aunque nos mojemos, alli tendremos muchas más posibilidades de estar a salvo hasta que calme.
Hoy lo recordamos con risas pero……………PUDO SER UNA TRAGEDIA !!!
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