Historia de una travesía de Mountain Bike
Esta crónica es diferente ya que no está contada por sus protagonistas directos, como hacemos habitualmente, sino desde la mirada de su Entrenador. Cómo prepararse y qué tener en cuenta para llegar a cumplir un sueño a pedal, sudor y barritas energizantes.
Mike D´Alessandro podría estar jubilado, pero muy por el contrario, hace 12 años decidió cambiar su vida y dedicarse a su pasión: el Mountain Bike, o mejor dicho MTB. Además de recorrer el país y el mundo en dos ruedas y a los saltos, se transformó en Entrenador indoor y outdoor para poder transmitir su pasión a los demás, con todas las precauciones del caso.
Así fue como en abril de 2019 nace el gen de esta historia: un grupo de alumnos decide encarar el desafío de una ardua travesía por la Patagonia argentina y, para mayor complicación, todos eran virtualmente “novatos”.
Y si todo se va encadenando, como la cadena de una bici, esto comienza con una alumna de indoor que le cuenta a Mike que su marido quiere empezar a entrenar. Junto con él se acerca un amigo y a las pocas semanas le plantean la idea de un viaje patagónico desde Villa La Angostura a San Martín de los Andes.
Momento de duda: ¿puede un grupo de principiantes encarar semejante desafío?
En un principio Mike pensó que pretendían hacerlo por el camino convencional y dijo: 108 kilómetros y un camino no tan complicado con los últimos 17 kilómetros en bajada. Cuatro o cinco horas de pedaleo, hidratación y preparación. Es viable!
Pero no era tan sencillo como parecía, ya que la respuesta fue que su idea era hacerlo pero por el camino de Villa Traful – Confluencia – Paso del Córdoba – Meliquina – San Martin de los Andes. Un recorrido total de 186 km, trepando desde los 840 hasta los 1385 metros, por camino de montaña, subiendo y bajando constantemente.
La cosa se puso seria y Mike también: “Tienen 7 meses para entrenar, de cero. Como están ustedes, en nivel principiante, no es subirse a la bici y pedalear. Hay que prever alimentación, acondicionamiento físico, entrenar en distintos escenarios, condiciones climáticas desfavorables, y lo más importante, prepararlos mentalmente para dicho desafío”.
El plan de trainning sería dos veces por semana outdoor, dos indoor, dos de gimnasio y uno de descanso, algo tan importante como el entrenamiento. Aceptadas las condiciones no había tiempo que perder. Manos a la obra, o mejor dicho, al manubrio!
Al poco tiempo se sumó una nueva integrante al desafío y propusieron a Mike no sólo que los entrenara, sino que los guiara durante la aventura. Dicho y hecho, los entrenamientos (con mochilas cargadas incluidas), y las previsiones se hicieron más exhaustivas.
Los 10.000 kms. a pedal. La aventura de Bernardo Gassmann.
En esa mochila cargaban hidratación, algo de ropa seca, una gaseosa, algo de alimento, barritas y fruta. Probaron geles, bebida energizante, y todo lo que pudieran consumir allí, para ver cómo se sentían luego de haberlo consumido. Nada se podía dejar al azar.
Diferentes salidas, desde la barrancas de San Isidro, Capilla del Señor, San Antonio de Areco, y la Reserva Ecológica, hasta que se definió que Tandil sería la prueba ideal. Tocó clima frío, lluvia y viento, un clima hostil, muy parecido a lo que podía tocar en la Patagonia. Fue una muy buena experiencia con saldo positivo.
Así fueron pasando los días, las semanas y llegó el tan ansiado momento. Dos semanas antes de la travesía, dejaron el gimnasio y el entrenamiento fue paulatinamente decreciendo en intensidad, no así, la alimentación ni la preparación mental.
Ya en Bariloche los esperaban las combis que los trasladaron a Villa la Angostura. Al llegar, probar las bicis y ajustar sus medidas, pero luego a distraerse para bajar la ansiedad. Mike se ocupó de prepararles lo que consumirían en la primera etapa, ya que el resto lo trasladaba la camioneta de apoyo, rumbo a Villa Traful.
Al día siguiente, salieron a las 9 AM y a los 30 kilómetros ya dejaron atrás el asfalto. Pequeña parada de recuperación y luego, el verdadero comienzo: ripio, subidas, bajadas, más ripio, más subidas, cruzar vados, más ripio y así fueron casi 27 km hasta llegar a Villa Traful. Primer día: 57 km, 14.8 km/h de promedio, 3 horas 49 minutos. Ya en el hotel, se revisaron nuevamente las bicicletas, se alistaron las cosas para el día siguiente (el más duro de la travesía), cena y a descansar.
El Día D, arrancó muy temprano ya que eran 128 km, trepando hasta los 1360 msnm, por un camino casi siempre en subida. A las 11 AM ya estaban en Confluencia y tras un breve descanso se encaró la trepada con destino a Paso del Córdoba – Meliquina, siempre chequeando con la camioneta de apoyo que iba detrás.
Al comienzo, Mike llevó la delantera para marcar un ritmo parejo y que ninguno se excediera en la frecuencia cardíaca, pero faltando unos pocos kilómetros, los dejó adelantarse. Luego de 56 kilómetros llegaron a Paso del Córdoba y la alegría fue indescriptible. Haber coronado allí luego de virtualmente haberse subido por primera vez a una bicicleta apenas siete meses atrás, parecía un imposible que pudo concretarse con mucho esfuerzo y dedicación.
Pero todavía faltaban 70 kilómetros más, hasta llegar a San Martín de los Andes, teniendo que encarar previamente la Cuesta de San Francisco. Almorzaron en Meliquina y se dispusieron a encarar el último tramo, con la recomendación de extremar los cuidados ya que el cansancio siempre puede jugar una mala pasada. Pero faltando apenas 12 kilómetros Mike decidió parar para tener la última charla antes de la llegada; era todo en bajada y lo que podía parecer más relajado, era un arma de doble filo ya que se podían alcanzar velocidades de hasta 60 o 70 km/h.
11:02 horas de pedaleo sanos, salvos y emocionados por haber logrado un objetivo tan ambicioso en tan poco tiempo de entrenamiento. Y Mike, orgulloso de sus pupilos que, a los pocos minutos ya se planteaban nuevas aventuras.
Final feliz.
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Ana Cartasso
Mike D’Alessandro no solo es un entrenador excelente: su mayor virtud es la maravillosa energía que tiene y generosamente comparte. Estos desafíos no se logran solo con el cuerpo, y Mike sabe hacer que la mente y el espíritu sumen. Un 10.